Cuando en el mundo ya se habla de vehículos
autónomos nosotros seguimos con vehículos destruidos andando por nuestras
calles.
Ayer subí a un taxi. No era un taxi, era un radio móvil. Completamente
destruido. Eso si, tenía la radio para contactarse con la centralista que le
decía cuanto cobrar y donde debía ir. El chofer tenía un bolo de coca que
sobresalía de su cachete, era tan grande que deformaba su cara. Entré al auto y
las clavijas de la puerta sonaban a chirridos mortis. El asiento estaba
totalmente destruído. Una especie de toalla cubría lo que antes parecía ser un
asiento color negro.
Es difícil poder conseguir un taxi decente en este pueblo de Dios. Santa
Cruz se ha convertido en lo que puede ser y no lo que quiere ser. Es apenas una
sombra de lo que realmente puede llegar a ser. La luz que proyecta esa sombra está
tapada por la estupidez. Muchos miles de dólares se generan cada día en la
capital económica del país. La gente genera sus propios ingresos, se las
ingenia para llegar a fin de mes. Hay muchas empresas que se las baten día a
día para aumentar su capital y seguir compitiendo; mientras que al otro lado de
la vereda, las empresas del estado manejadas por el gobierno, insisten en dar
competencia desleal a las empresas privadas. Los entes del estado encargados de
regular el sistema de libre empresa, se encargan de ajustar las medidas de
coerción de regulación hasta el agotamiento de los que se animan a invertir su
capital.
El servicio público, si bien es una de las principales arterias por donde
transita la sangre de esta ciudad, lo hace con mucha grasa provocando saturación
en el sistema cardiovehicular de la ciudad. Además que contamina con sus
unidades con más de treinta años transitando por el asfalto y las losetas de
esta urbe. Es imprescindible una flotilla no solo de chuturubises para cambiar
el sistema tan agobiado del transporte público, sino una flotanga de todo tipo
de bichos para llenar ese espacio contaminado de los micros en la ciudad. Los
chuturubises, es el nombre que le dieron a los buses más grandes que transitan en el
primer y segundo anillo.
Mientras termino el viaje en el taxi, afectado por los trajines realizados en los ochentas, los
noventas, y lo dos mil en otra parte del mundo, bajo del vehículado importado como chatarra y el precio del transporte
es igual al valor que me cobra uno de lujo: con aire acondicionado, asientos
decentes y buena atención. Es ahí que me digo que la diferencia no está en el
vehículo, sino en la falta de.
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