viernes, 13 de agosto de 2021

BOLIVIA, UN ESTADO DEMENTE

Mucha gente se duerme escuchando música. Y entre sueños, sabe que la música deja de sonar cuando el algoritmo sabe que ya estás durmiendo. Esa es una verdad  dreamica. por decir algo, igual, vos no te enteras. Es algo así como cuando estás viviendo y la vida ya sabe que estás autónomo, dirigiéndote por la vida de manera automática. 

Parece que pensamos, no pensamos, actuamos, somo seres de acción por reacción. Nuestros procesos son generados por impulsos que conllevan una automatización. Yo te amo, yo te odio. a veces son impulsos manejados por otros para generar esa automatización de los sentimientos. Somos una máquina, que bombea sangre al corazón por la vena cava. Calibrada para ser artífice de que nuestro rostro tenga una especie de salpullido completo, primero color rosado, luego color rojo en la cara. Se me cae la cara de vergüenza. Casi de manera automática, las actividades que corresponden a nuestra sociabilidad entre seres pares e interpares, nos hace creer que tomamos decisiones.

Pero no, somos lo que somos gracias a una des-encadenación de impulsos  creados en una narrativa desorientada en todos los sentidos, que hace creer que estamos actuando con voluntad propia. Estamos regidos por una fuerza mayor que nos equilibra y nos crea el caos permanente sin ni siquiera el más mínimo esfuerzo de nuestra voluntad. Nos encendemos y nos apagamos en un discreto on-off. 

Los gobiernos son así, los Estados son peor. Territorio y poder, la lógica no tiene lógica, no se comprende como puede ser que el Estado está sobre una superficie que se llama Tierra, y que el poder sea ejercido de manera absoluta fuera de ella. En el hemisferio izquierdo de un grupo de personas que sienten los pies suspendido por encima del Estado. Caminan sobre las cabezas de los demás y nacen a partir del poder dado y ejercido y mueren agónicamente después de que el poder cae sobre el territorio implosionado de una sociedad socavada. Nos movemos y creemos que cuando estamos durmiendo el mundo se para. Rotación, traslación, seguimos dando vueltas cada día, cada segundo, en un universo de posibilidades determinísticas, hasta que un otro asteroide se cruce en nuestro camino y sean fósiles negros extraídos del centro del planeta como energía pura y no renovable para mover camiones galácticos. Vamos a ser el jef fuel de las naves que van a Marte o Júpiter, o a otra galaxia. Los agujeros negros explican mejor nuestra posición desencarnada de que no aparecemos en la lista de los seres que podemos decidir nuestro futuro sabiendo que somos lo que somos, gracias a la inercia inconmensurable del establecimiento de una fuerza que nos lleva y nos trae de manera tal que nunca paramos aunque creamos que estamos parando. 

Es un simbolismo, que de eso vive la eterna intuición. Creer que ya estamos yendo cuando en realidad hemos vuelto. Se nos acaba el tiempo cuando el tiempo es infinito. El tiempo nunca se nos puede agotar. El sueño dormido con la música sonando hasta que nos dormimos, en qué rato deja de sonar cuando nos dormimos. Exijamos a nuestra conciencia dejar de estar consciente en etapas cuando pasamos a un segundo plano ficticio y no verificable. 

Hay surcos en nuestro cerebro que de pronto se vuelven demencia vascular. Pequeños colapsos eléctricos en la masa cerebral que son detonantes de explosiones, infartos cerebrales que desnudan una falencia íntima zodiacal que elimina todo estado de conciencia. Al Estado le debe pasar lo mismo, con su población, territorio y poder. No entiende cuándo está a punto de colapsar y por qué. O si ya colapsó y está en un estado de demencia. Un Estado demente, gobernado supuestamente por la población, que también se encuentra en un momento de inconciencia hasta que despierta de su letargo y se da cuenta que la música ya no está sonando. Vivimos con un Estado muerto, al lado nuestro agonizó y no nos dimos cuenta. Algo huele mal, pero con el correr de los tiempos ya no percibimos los olores desagradables porque se esconden en la inconciencia. Estamos deambulando en territorios donde ni el poder de la población es tal, ejercida por unos cuantos que también creen que la utilización de estados de conciencia de la población son manejados por sus mentes brillantes.

Todo está en un perfecto equilibrio caótico.