jueves, 28 de septiembre de 2017

GOLAZO DE ÑARRI MENDEZ



Me hizo recuerdo el golazo de Rodrigo Rodriguez, anotado anoche frente a Guabirá,  a aquel hecho por Ñarri Mendez hace casi 21 años atrás. El derechazo firme, la cabeza agachada, con los ojos ceñidos en el arco la memoria y el disparo medido al ángulo, imposible para el arquero alcanzar. Algo parecido sucedió esa tarde de domingo cuando Adhemir, recogió un balón perdido en la mitad de la cancha y miró de reojo a Bernardo Rea, adelantado en su área. Bombeó con trazo firme, el balón secundado por la fuerza y la gravedad. Viajaba la pelota, por encima de todos, incluso del arquero del equipo azucarero, que sorprendido por la genialidad del "10" de Oriente Petrolero, caía de espaldas mientras la pelota llegaba al final de su trayecto parabólico. Ñarri  marcaba su gol número 14 que lo colocaba entre los goleadores del campeonato clausura del año 1996. Era un domingo,  11 de agosto.



Oriente ganó 3 a 0 al equipo rojo representante del norte cruceño, así como anoche ganó 3 a 1, con gol de Rodriguez, Bejarano y Peña.

En ese equipo de 1996 que tenía a su cargo el  técnico Ovidio Messa +, también se encontraban en la cancha jugadores que hicieron historia en Oriente: El gato Fernández, Medrano, el argentino Merlo, El cañonero Pérez, Escalante, Farah, la sandía voladora Higa esperaba en la banca su turno.

1996





Pero fue el inicio de una semana que marcaría el principio del fin de un ídolo, con un partido entre semana contra Bolívar donde recibió 5 goles en el marco del campeonato de la Conmebol, Oriente volvería a jugar en Santa Cruz el día sábado 17 de agosto frente a Stormers a las 20:00 hrs. Los titulares de los periódicos anunciaban a Higa en vez de Fernández en el arco, la concentración de los seleccionados nacionales, la necesidad de ganar el segundo partido del torneo clausura frente al equipo chuquisaqueño marcaban la agenda noticiosa respecto al fútbol en esos momentos. Ovidio Messa había presentado en los entrenamientos al equipo un día antes, con Higa en el arco, Escalante, Sberna, Parabá y Roberto Pérez en la defensa; Vargas, Peredo, Chávez  y Ozzan en el mediocampo; Adhemir Méndez y Ricardo Castro en el ataque.



Como era de esperarse, Oriente aprovecho el partido de local frente a uno de los equipos más débiles del campeonato para sumar puntos. Con dos goles de Gustavo Merlo. Según la crónica de Jaime Galarza, periodista deportivo de El Deber, indicaba que no fue difícil hacerse de los tres puntos porque tuvo enfrente un equipo con escasos argumentos futbolísticos. Remarcó el bajón de los jugadores del equipo albiverde como Ozzan y Méndez, sumando a ello las bajas obligadas por lesión de Tuffiño y Coimbra.

Merlo puso la cabeza, rezaba el titular de la nota por el incidente que tuvo el argentino al ir al choque tras de una pelota compartida. En camilla salió de la cancha reemplazado por Henry Vaca. Pero el destino estaba tramando algo más allá de lo futbolístico y que nos tomó desprevenidos a todos. Luego del triunfo de Oriente que había terminado cerca de las 7 de la tarde de ese sábado, una trágica historia comenzaba a escribirse.

Cerca de las 4:15 de la madrugada, Ñarri Méndez después de una fiesta,  fue embestido por un taxi, causándole heridas que le arrancaron la vida 45 minutos después. Unos taxistas que pasaron por el lugar en ese momento, recogieron el cuerpo y lo llevaron al Hospital Japonés que está sobre la misma circunvalación. La avenida del tercer anillo y avenida Brasil fue testigo de semejante acto, donde según el médico que lo recibió en el Nosocomio, René Galvis, el malogrado futbolista presentaba lesiones en el cuello, en una pierna y los testículos, siendo la probable causa de su deceso, una hemorragia aguda por las múltiples lesiones que sufrió. A las 6 de la mañana Adhemir Méndez fue traslado a la morgue del Hospital San Juan de Dios,  donde se le practicó la autopsia de ley, la misma que estableció un traumatismo encéfalo – craneano (aplastamiento de cráneo) y lesiones múltiples.  Se informó también que se evidenciaban huellas de neumáticos de un vehículo mediano en el cuerpo. Horas después de la muerte de Ñarry, comenzó a circular una versión  sobre un posible homicidio. Hinchas y jugadores se congregaron en el club cuando se enteraron por boca de Papi Nurmberg, periodista que fue alertado por el taxista que auxilió al 10 de Oriente.


Estaba por cumplir 31 años, el 18 de septiembre, a un mes de recordar un año más de su nacimiento. Su padre, de quien heredó el apodo y la garra para jugar, seguro no entendía nada cuando recibió la noticia.  La sede del club había sido dispuesta para el velatorio, donde amigos, familiares y compañeros de equipo asistieron. De él se contaba que ocupó el oficio de bombero antes de empezar su carrera en Real Santa Cruz,  luego en Blooming y Oriente Petrolero. Sus goles hablaban por él. 

El goleador de la temporada se había ido, sin dar explicaciones. No se entendía, el año 1996 realizó una de sus mejores campeonatos. Pero eso es obra del destino, por más que los rumores que tejían los que llegaban al velatorio era una supuesta herida a la altura del cuello causada por un disparo o un arma punzante. Las notas periodísticas descartaban esa aseveración indicando que la causa principal de su muerte se atribuía al aplastamiento del cráneo por una movilidad de peso mediano, tipo vagoneta. Y que la herida en el cuello puede deberse, según conclusiones preliminares, al desplazamiento de un diente premolar.



Ese lunes 19 de agosto, después de un domingo impresentable, los tabloides no lograron capturar la noticia, solo al día siguiente, el desarrollo de la nota periodística narraban lo sucedido. Lo que muchos todavía no entienden. Qué pasaba por la cabeza de Adhemir, por qué en su mejor momento dejó las canchas obligado por la muerte. El primer plantel y el cuerpo técnico se despedían de él en las condolencias diciéndole:

Ñarri: “una verdadera amistad es como el sol. Puede esconderse pero nunca desaparece”.
Querido compañero, nos dejaste con la ilusión de verte goleador, te llevaremos siempre en nuestra memoria recordando tus goles. El desconsuelo que hay en nuestros corazones no nos permite decirte: Adiós querido amigo”.


Por eso, al ver el zapatazo de Rodrigo, me trajo a la memoria, la pelota viajando en el espacio y tiempo que Ñarri le ponía al fútbol. Ese detalle que hace que a los hinchas nos lleve a las tribunas, a gritar sus nombres, a seguir sus goles, a recordarlos siempre.


sábado, 16 de septiembre de 2017

SANTA CRUZ Y EL PAROXISMO POPULAR


Santa Cruz, un Paroxismo anillado.

La gente camina por sus calles con una idea equivocada de lo que es santa cruz.

Vamos a tomar el pulso a esta ciudad que está construida con el alma enlosetada, el corazón llenos de baches, y con arterias tapadas.

Este muerto viviente se mueve todos los días al ritmo de la locura. Sus pobladores arrancan pedazos de piel a esta ciudad desgarrando el aire puro y convirtiéndolo en un hervidero de mierda y pudor.

Adónde va tanto plástico, tanto caucho desgastado, tirado en Normandía, pudriéndose en los ríos, arañando las aceras con los fierros de los camiones que quedan chatarras en los barrios alejados, como muertos de guerra, eliminados por el tiempo, esparcidos como un Chernobil, contaminados por el tiempo, destruidos por la desgracia.

Defino al hombre de estos tiempos como un orate disfrazado de ropa usada y con las prendas invertidas en lotes baldíos lejos de la ciudad, al borde de otros municipios, arrogantes y yescas, preparan sus bolitos, indefensos de la cultura que los atraviesa con lanzas de la inmigración continua, protegiendo su dialecto, consumiendo sus diretes, administrando sus tiempos, dejando el acento traducido a un camba colla, lejos de aquel que añoraba el tata, allá por la chiquitanía, engrosando a los piltrafas que caídos en desgracias terminan debajo de los puentes, en los canales de drenaje, cerca de la “U” o de los condominios que pululan por sus cercas.

Esta ciudad se ha convertido en parques y plazuelas, en módulos escolares, mamotretos de la educación, gendarmería fascista embotada a patadas, recibe al abarrote que en sus centímetros de puesto, defiende su vida ancestral de judío mezcla de indio.

Hay que entender a la gente que vive en las empresas soñando que trabaja y la fiebre que le agarra de soñar que lo botan, es peor que el delirio de los años acumulados en las planillas de descuento y pagos asalariados, de quinquenios olvidados, de vacaciones agotadas, de días faltados y primas pagadas. El trabajador de este pueblo, cumple hasta 12 horas diarias explotadas, pero no por el jefe, que lo contrata por despecho, sino, por su propia idiosincrasia, de pensar que el dinero, solo viene por planilla y no por inversión o abandono de puesto.

De ahí nace la corrupción, de los puestos mal habidos, de deseos frustrados, de enfermedades nodrizas, de cambios de tiempo, de sensaciones ocultas, de dígitos menos o cambio de ceros. Acá la gente, que se mira en el espejo negro de su celular vencido, de marca y de tiempo. Solo se ve a través del precio de referencia, acumulando frustraciones y venciendo fin de semanas, celebrando con los colegas, el destino compartido.