martes, 25 de mayo de 2021

60 AÑOS DE MATRIMONIO NO SE PUEDEN OLVIDAR

 

60 AÑOS DE MATRIMONIO NO SE PUEDEN OLVIDAR

 

Hoy descubrí que podía seguir cantando sin necesidad de tocar la guitarra. Que el tiempo pasa y no tiene sentido tratar de detenerlo. Atrapar los recuerdos en una foto o en varias es un pasatiempo estéril. Que por más que abrase a mis hijos mil veces se me escapan poco a poco. Que mi madre ya no me recuerda porque está perdida en un limbo depresivo y arrinconada por las enfermedades.

Descubrí que el cinismo se convierte en un aliado perfecto, para disimular que todo está bien. Que mi rostro ha cambiado mil veces los últimos 1000 segundos. Hoy, escuché la voz de mi hermano, gritando en un audio de voz, pasando por WhatsApp. A 20 kilómetros de distancia pedía ayuda, como si estuviéramos en el cuarto contiguo.

Comprendí que por más que aceleré a 180 km/hora no iba a llegar a tiempo. Que la resignación sabe a tranquilidad, que el miedo sabe a salado cuando las lágrimas recorren la mejilla hasta los labios. Que ya no hay tiempo que perder, porque el tiempo nos alcanzó a todos.

 


Dios es empleado en un mostrador, da para recibir.

Quien me dará un crédito mi señor, solo sé sonreír.

Escuchaba a Sui Generis mientras conducía hacia el hospital. Recordaba cuando Mamá me enseñaba la hora con el reloj de pared colgado en la cocina. Tenía menos de 10 años y me hablaba de manera cariñosa, como solo las madres saben hacerlo. Y yo volvía a preguntar, diciéndole “no vej mami” reafirmando que era el mediodía. Mientras conducía, los minutos en el semáforo eran cada vez más largos, eternos. No quería que cambien, estaba apurado, pero no quería llegar a la sala de emergencia y ver a mi madre tendida en una camilla, con las enfermeras tomándole el pulso y un doctor cansado anotando los signos vitales.

 

Los últimos 14 días han sido terribles para ella. Se despertó tres meses después de que murió papá y recién aceptó que se había ido para siempre, que nunca más volverá, que no salió nunca de la sala de trauma shock, cuando entró por última vez vivo. Ese día, siete después de su cumpleaños que no cumplió, miró su foto y comenzó a perderse en su mente, a mirarnos y no vernos, a contestarnos las preguntas con respuestas mudas, a sentirse cada vez más lejos, a creer que a nadie le importa lo que ella siente.

Es difícil pedirle a una persona que ha vivido 60 años de matrimonio que olvide rápido al amor de su vida, al padre de sus hijos, que no piense más en él, que abrase a sus nietos, que mire las fotos sin llorar, que siga viviendo sin vida. “Es difícil Mamá”, le dice mi hermana, mientras la sostiene en sus brazos como si fuera una niña que ha criado y que no quiere que sufra porque tiene partido el corazón. Es difícil, pero tiene que decirnos cómo se siente, qué le hace mal, todos nos acordamos de él, pero… la voz se quiebra, pidiendo algo que ni ella puede superar.



“he muerto muchas veces, acribillado en la ciudad” reza la canción en la radio, canta Charly García. Yo sigo manejando, llorando como se me hizo costumbre, desde que acepté que ya no hay vuelta atrás.

“llenas tus valijas de amor y te vas”, papá se llevó las esperanzas de mamá de continuar sin él en la vida. Quiere seguir hasta donde esté él. Hasta donde el amor le alcance.

 

lunes, 24 de mayo de 2021

LA DEPRESIÓN EN TIEMPOS DE CUARENTENA

 

 

El personaje de este cuento no tiene final. No vive en un lugar determinado. Anda sonriente por los sueños de los demás. Deambula por los cuartos oscuros de la irrealidad. Es un ser insatisfecho. Cada día logra prorrogarse un poco más en la mente del occiso mental.

Ese personaje se llama la depre...Si, la depresión. Es una especie de carga invisible, que se trepa en la cabeza y gobierna desde adentro, con artilugios tan sencillos como decir: no vas a poder salir. Es una voz, es una manía, es una torpeza, es un silencio. Las personas que conviven con la depresión no saben que viven con ella. Es engañosa, frágil y fuerte a la vez, porque cada vez que te llega la alegría, se angustia y comienza a meterte ideas en el hipotálamo, ahí donde no llega la comprensión y la razón se inquieta, pero no puede hacer nada, porque la depre, la depresión anda menoscabando su integridad. Ya no se puede razonar sin pensar que no vale la pena.

 

 

Hubo un tiempo que la depre, la depresión se vestía de simpatía, y sonreía mostrando los dientes, y tú los mostrabas también, que cuando gritabas sentías que te quedabas sorda, para que se calle ella de una vez. La depresión tiene como único objetivo atraparte y no dejarte ir.  Ese cuento nadie te lo contó, el de la primera vez que te sentiste triste, porque todo el mundo te hablaba de la alegría, pero nadie se ocupaba de ella, de la tristeza, de sentirse solo, o sola, o comprendido, o incomprendida. La señora depresión no le gusta que pienses, le gusta verte llorar, para luego correr y consolarte, y decirte que todo va a estar bien, si te mueves de un lado a otro, si te encoges de hombros y metes la cabeza entre las rodillas, y si lloras como un bebé, cada noche y día, no duermes y te desmayas y despiertas a cada minuto.

La depresión te vuelve invisible, ya no te ves ni al espejo, se te van las ganas de comer, de vivir, de sentir. Es un fantasma que nunca muere, que está pendiente de tus penas, es su alimento más sagrado, tu angustia, es su postre bendecido por la irrealidad. Ya no tienes que llamarla, la depresión siempre está esperando a que le abras la puerta, está a un minuto de tiempo de donde estas y nunca se cansa. “La depre”, esa maldita forma que se encarna en tus estúpidas ideas, se vuelve una persona, te borra del mapa, y deja su espectro arraigado en tu cuerpo.

 

Yo no sé cómo se siente, pero me han contado, y no hace falta que la viva en carne propia para saber cómo es, porque tu piel se vuelve diáfana cuando ella habita en tu mente. Se muestra en tu mirada perdida, se viste de pereza en tu cuerpo, atropella toda actitud de voluntad, derrumba todas las columnas de tus creencias. Es tan hábil, que entra sigilosamente en los momentos que la desazón se encuentra con el destino. Ese destino que hizo que seas lo que eres. Transforma una vida plena en un vacío profundo. Esa es la tristeza, y cada vez que llegue a tu puerta, no la dejes entrar, y si entró, déjala salir, porque no quiere estar en un lugar con vida, quiere estar en un lugar con muerte. Eso pasa cuando decides no continuar con ella. Se amarra a tus piernas, no te deja caminar, tapa tus ojos, llora contigo, entibia la cama para que te duermas, allí comenzará a entrometerse con tus sueños, con tu destino, lo cambiará, hasta que ya no quede rastro de lo que solías ser.


Papá siempre bailó con ella, como si ese momento fuera eterno. Esa eternidad se acabó cuando papá murió hace tres meses, ese baile se acabó, se terminó, y la realidad de su vida se había transformado en un momento oscuro. No se puede vivir así. No se puede continuar así. Aprovecha la desgracia un momento eterno de tristeza. Llama a su amiga la depresión y termina con todo lo que habían construido. Ellos, mientras bailaban, no sospechaban, que un momento después de 60 años, se iban a separar, un momento, a descansar, un momento, a esperar a que todo vuelva a ser como era antes.  





A escala mundial, se calcula que casi 300 millones de personas sufren depresión, lo que equivale a un 4,4% de la población mundial.

Más de 300 millones de personas en el mundo sufren depresión, un trastorno que es la principal causa de discapacidad.

Se considera el principal motivo por el que las personas se suicidan.

Cada año terminan con su vida cerca de 800.000 personas, siendo la segunda causa de muerte entre personas de 15 a 29 años.

La depresión es un trastorno mental frecuente, que se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa o falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.

 

 

 

 

 

viernes, 21 de mayo de 2021

VIAJANDO A ORINOCA EL MUSEO DE EVO

 

Son las 5 de la mañana. Mi vuelo es a las 8 y media. Abro la heladera y no encuentro nada. Está frio.

 

Oruro es una ciudad fría. Lo sé porque lo he visto en las fotos. La gente sufre de frio. Yo estoy por saberlo.



Me subo a un avión. Camino muchos pasillos, escáner y aduana de paso, levanto los brazos, saco todo lo que tengo en el bolsillo, nunca suelto la cámara.

Viajo con Neneko, tiene como 10 años menos, pero un inmenso repertorio de chistes que no sabe que los tiene. Los dos sabemos que vamos a hacer un viaje de placer, pero al mismo tiempo de trabajo. Hace más de tres meses que nos encerraron. Encerraron al mundo entero. Por una cuarentena que quiso castigar a un virus. Dejarlo solo en las calles, pero no pudieron.

 

El vuelo sale a las 8 y media. Llega en 1 hora hasta Oruro. Pero antes hace una parada en Cochabamba, para cambiarnos de avión y así proseguir el destino hacia las alturas. Estamos tranquilos. Respiramos profundo. No sabemos qué es lo que va a pasar. Solo sabemos que tenemos que ir. Porque el encierro nos cansó.

Teníamos una misión que cumplir, pero no era tan así. Nos pidieron que vamos a ver algo que todo el mundo decía que era espectacular. Que nadie más lo había visto como nosotros lo íbamos a mirar. Nos pidieron que busquemos elefantes.

Cuando llegamos a Oruro, el clima cambió totalmente. La ciudad con el carnaval más emblemático del mundo, después del de Rio de janeiro. La Diablada, el corso y la imagen de una virgen de más de 40 metros de altura nos esperaba en el pasillo de recepción en un mural.

 

Pasamos el pasillo del recibidor de pasajeros y nos encontramos con las puertas abiertas a conocer la ciudad. Salimos a buscar un taxi y nos encontramos con varios. En un sargento de voces que pedían llevarnos, nos decidimos por el último de la fila, reaccionaron los primeros, nos subimos al taxi mediante insultos y malas palabras tiradas entre los choferes del mismo sindicato. Arrancó el vehículo, con todas las normas de seguridad. Un alcohol en gel en la espalda del asiento del pasajero delantero y una actitud dura en el rostro. Fuimos mirando el paisaje. Diferente al verde en Santa Cruz, adornado con los cerros y al fondo de la vista, la imagen de la virgen del socavón que lucía un color blanco eclipse.

Nuestra misión estaba marcada, teníamos que ir donde los buses o micros partían hasta el Museo de Orinoca. Solo una pregunta bastó para saber cómo llegar. Y la respuesta fue clara. Desde el mercadito Abaroa puede tomar un “surubí”

 

¿Un surubí? pregunté – si, me dijo, ahí le dicen a qué hora sale. Me dijo el taxista después de hacer un viaje de 15 minutos desde el aeropuerto. Bajamos, exploramos el ambiente, nada del otro mundo me dije, los mismos rostros lo vemos en Santa Cruz, me dije. Compré una tarjeta para cargar al celular y ni bien vimos un surubí, vehículo de pasajeros más pequeño que un minibús, donde viajan cómodamente sentados unas 10 personas, empezamos a negociar el pasaje.

 

Algo parecía funcionar bien, los tiempos, ya que preguntamos cuanto tiempo tarda en llegar hasta Orinoca, y nos dijeron 3 horas. El cálculo estaba bien. Eran menos de las 10 y el viaje tenía que ser pronto. Negociamos con el chofer, arreglamos por un precio conveniente, más para él que para nosotros y nos subimos al transporte interprovincial. No se llenó porque pagamos por los asientos vacíos, que luego el hombre en el camino se encargó de ir llenando rompiendo el trato unilateralmente.

La ciudad, la gente, las casas, con un color cetrino, con techos de zinc, aparecían como un cuadro pintado por la misma naturaleza. A lo lejos el lago Uru - Uru se pintaba seco.

 

En esta ciudad viven cerca de doscientas mil personas, sino más. El comercio es incipiente. La gente corre de un lado para el otro. Se mueven al ritmo del día, con un sol tímido que arroja rayos fríos por el viento.

Media hora de viaje, el asiento reclinable en la parte de en medio del surubí chillaba entre freno y freno, entre peaje y mercadito que aparecía en el camino. Luego, al lado derecho, solo desierto; lo mismo al lado izquierdo.

 

Cada vez más adentro. El lago Poopó parecía que estaba por ahí. Seco tal vez. Una que otra comunidad con canchitas de pasto sintético y una escuelita media destruida, media construida. Varias banderas del MAS, varios grafitis vitoreando a Evo. Mucha pobreza. El área rural de Oruro tiene una belleza diferente. Sus horizontes están cargados de colores que levantan al sol y el salitre en una especie de espejismo arrogante. Es la naturaleza que construye a un país, con una carretera que une esos misticismos rodeado de nada, absolutamente nada. Otra vez, una comunidad en medio del camino, una canchita de pasto sintético y otra escuelita con los grafitis de Evo Cumple.

Fueron casi tres horas de viaje, cuando de pronto una voz que salía de al frente gritaba, / ahí está la casa del Evo-  miramos, y no encontramos nada, solo una chocita derruida entre un montón de campo árido y un camino que conducía a otra comunidad. Estamos cerca de Abaroa, decía un joven vestido de buzo futbolero y un cangurito, mientras hablaba con su madre por celular. Estaba dando las coordenadas. En un asiento adelante del nuestro había otra señora, que llevaba a un gallo metido en una caja y a un perrito blanco con los dientes chuecos. Volvía de Cochabamba, pero solo de visita. Es triste por acá -  nos decía. ¿Les gusta? Nos preguntaba.




Por cortesía le dije que sí, pero no había manera que no lo esté. Estaba viajando a un lugar recóndito del país conociendo un departamento del país que en otras circunstancias nunca lo iba a hacer. El destino final era el MUSEO de ORINOCA, más conocido como el museo de Evo Morales.

Cuando llegamos, nos recibieron un par de calles destruidas, llenas de polvo, se bajó la señora con el gallo y el perrito de los dientes chuecos, y aprovechamos para estirar las piernas. Las demás personas también ya habían bajado.

 

Luego nos llevaron al Museo, a la vuelta de la esquina del lugar donde el pueblo comenzaba y la carretera continuaba. Estaba cerrado, ya lo temíamos, no atendía a turistas y no turistas  desde que el anterior gobierno había abandonado sus funciones, después de los 21 días de lucha en las calles. Después de que todo un país decidió sacar a un dictador y poner a una mujer.

 


Nadie nos atendió en el lugar, pero aprovechamos para mirar desde el cielo el lugar. Un pueblo de 600 habitantes, que no tiene agua potable, peor alcantarillado. Apenas logramos divisar una cancha más grande de pasto sintético al subirnos a un mirador que estaba en esa especie de plazuela que sirve de antesala del armatroste construido en medio de la nada en un pueblo que se llama Orinoca y que fue donde se crío el ex presidente boliviano.

 

Continúa…

 

 

 


jueves, 20 de mayo de 2021

EL TÍTULO ES LO DE MENOS: NOTICIAS DE UN DÍA ANTERIOR A ESTE

 

Ayer tomé 1 taza de café, 2 tarros de red bull, medio litro de agua y manejé durante 45 minutos por la ciudad de norte a sur, de este a oeste, para darme cuenta que todavía nos falta mucho como sociedad.

 


Revisé mil veces mi celular, me agregué a un nuevo grupo de noticias donde me pasaron dos malas y una buena. La primera mala decía que se había muerto un compañero de trabajo, la segunda que otra colega estaba al 50% de su capacidad respiratoria. La única buena era un espejismo. Decía algo así como que ya llegaban las vacunas.

 

De todas maneras, eso de ir por la ciudad derramando lágrimas mientras manejo se ha vuelto muy recurrente. La gente ya no tiene lástima por ellas, ahora sale y corre por las calles, sabrá Dios para que lo hacen. En números, hay más de 100 mil personas sin trabajo deambulando por estas aceras, buscando trabajo donde no existe.

Los que están saturados de trabajo son los médicos. Había seis reinfectados en sala de espera luego de que hayan vuelto a sus terapias intensivas. Ya estaban vacunados y sin embargo se volvieron a enfermar, hablo de los médicos. No tiene nada de normal pensando que la gente que cree en las vacunas, lo hace para que tenga la sensación de salvarse. Es la referencia: la primera vacuna te dio solo un 35% de protección de inmunidad, con anticuerpos fabricados en un laboratorio. Eso es mentira, tenía que haber sido 65; y ya la gente se siente decepcionada.

 

Eso debería declararse como un mal endémico. La gente se decepciona por todo y por nada. Sobre todo, por los políticos, por las grandes corporaciones que solo ven números que se transforman en dinero, no ven personas haciendo filas. Ven cifras con asteriscos o símbolos de monedas extranjeras. Habría que crear un “día del Decepcionado”, para recordar que no debemos decepcionarnos de las cosas que ya sabemos que pueden pasar y, deberíamos ser más auténticos, como los robots o bots que manejan las redes sociales y las nuevas machine learning. Deberíamos aprender de ellos o ellas, si es que tiene género, como la robot sophia, que tiene una cara de pelotuda, pero que en un abrir y cerrar de ojos ya calculó las mil maneras de cómo puedes morir en los próximos 10 años. Y nada de sorprenderse que dentro de una de sus opciones sea la de ella “pensando” en aniquilar a la humanidad; ¿razones? Se preguntará: por “pelotuda” se responderá.

En fin. Lo cierto es que, dentro de las probabilidades de que nos sintamos decepcionados por algo, está la de quedar inmunizado para siempre, y es algo que no va a suceder, como que los teléfonos celulares duren para siempre. Es como los cuerpos de los seres humanos. No duramos para siempre, por eso existen los ataúdes, los sepelios, los cementerios. El cielo y el infierno. No somos en cuerpo carne y hueso para siempre, y eso debemos saber reconocer, para no vivir atribulados de que es lo que va a pasar. Ya sabemos que es lo que va a pasar. Supongo eso es lo que dicen los políticos cuando son elegidos. Los únicos que no se decepcionan son ellos, porque ellos saben que nos van a fallar. No hay político que no entienda que su función en el curul es decepcionar. Porque están hechos a la medida de un grupo de personas con intereses. Juran que los pone el pueblo. Desde que existe la publicidad o propaganda política, gana el que más gasta en cambiar la forma de pensar de la gente. El que invierte más en hacer pensar a la gente que ellos son la mejor opción. Siempre ha sido así.

 

Entre otras cosas, cabe destacar: ya tenemos Miss Universo, una mexicana metro noventa salió elegida. Hamas sigue atacando a Israel o viceversa. Donald Trump se prepara para volver. Evo sigue siendo un maleante vestido de político manejando una tropa de hienas que se ríen cuando convulsionan al país. Murió Pablo Calucho, periodista Somos Todos, que demostró mucho valor al enfrentarse a las estructuras típicas de los medios periodísticos y, forjó una marca personal en base a su gallardía y enamoró a un público que lo seguía y que lamenta su muerte. Su corazón colapsó a las nueve de la mañana de ayer, su esposa Noelia Echalar lo despidió con el corazón roto y muchos de nosotros que pudimos alguna vez conversar con él, lamentamos su partida.

 

Hay otros datos que están saliendo a la luz, como por ejemplo: la ciudad que están construyendo a espaldas de Santa Cruz, esa que llaman la Nueva, cerca del aeropuerto, se asoció con un grupo financiero que según los tuiteros, forman parte de un grupo grande de políticos de blue, que están lavando sus penas en un conglomerado que lo único que busca es hacer un paralelo de esta ciudad matando los bosques y alimentando la esperanza de la gente pobre de este país, haciéndolos creer que van a  construir una ciudad inteligente. 

 

Eso es todo por hoy, me pasé de las 750 palabras prometidas por día, espero no se indigesten si llegan a leer esto.

 


 

 

miércoles, 19 de mayo de 2021

LOS VIRUS LLEGAN DEL PLANETA MARTE - UN ARTÍCULO MUSKIANO

 

Ok.

El tiempo pasa y sinceramente no le veo más justificativo para no seguir haciendo lo que venía haciendo en este blog. El tiempo pasa, el virus avanza. La gente se cansa. ¿Qué le vamos a hacer?

 


No les quiero mentir, realmente no sé sobre qué escribir. Porque son muchas cosas que pasan alrededor. Pero hoy día, lo más importante pasa a ser irrelevante al minuto siguiente. Cuando me despierto, alucino que sigo durmiendo y camino directo al cuarto de mis hijos para ver si están bien. Siempre están bien, pero existe la posibilidad de que no…y eso me altera el sueño permanentemente. Estoy tomando melatonina, para ejercer un sueño más profundo sobre mis deseos de no querer dormir más.

 

Es angustiante ver a la gente como se angustia. Los casos de coronavirus son como esas noticias que nunca acaban sobre violación o feminicidio, sobre asaltos o accidentes de tránsito. Son como esas leyes que no entendemos, pero son tan normalizadas que hace que las comentemos y las creamos como algo tan natural, pero sin embargo sabemos que es un nefasto juego para endilgarnos deudas por solo usar el derecho propietario de caminar sobre la tierra donde nacimos.

¿Vos sabías que las leyes están hechas con impuestos que pagamos? De todas maneras, todos tienen miedo a la inteligencia artificial, pero esta inteligencia humana creo que es más maquiavélica, sin ofender al dueño del apellido italiano, pero crear cosas y leyes para forzar a otro ser humano que haga lo que dice la letra muerta es ofender a la naturaleza de las cosas.

 

Todo queda registrado, cada vez más estamos en un estado súper vigilado, y no solo lo digo por las estructuras estatales que es un muerto al que ocupan su lugar: políticos nacidos de las canteras de las cárceles. Estamos expuestos a la posibilidad de que algún extraño nos grabe y nos lleve en su camarita, filmado o fotografiado sin saber que va a hacer con ese contenido en bits. Es un poco peligroso, dependiendo en la mente de quien cae esos archivos. Pero el “sana, sana” viene de tu propia mente, cuando decís que de todas maneras estamos todos posando en los Facebook e Instagram a voluntad propia; pero luego me digo, no es tan así, porque allí subimos fotos posadas, comunicamos algo, tratamos de decir muchas cosas en clave, codificadas, con expresiones que son nuestras, pero pensada para los demás. Son fotos y videos pensados para que los demás lo vean. Porque estamos en la era de la edición. Todo lo editamos, hasta el ADN se puede editar, el virus, la foto, el video. Ya no es un lujo de unos cuantos que sabían manejar la técnica y tenían la tecnología. Hoy día todos podemos ser editores de nuestras vidas y la de los demás. Por eso el miedo a tener una permanente vigilancia de las cámaras, tanto de las que ponen los gobiernos chicos y grandes, tanto por los lentes de los que andan pendiente de todo, incluso de lo que no les incumbe.

 

En fin, la vida ha cambiado tanto desde que el virus llegó a nuestras vidas. Iba a decir a nuestro planeta, pero eso ya me suena muy muskiano, pensar que vino de otra galaxia o posiblemente del planeta Marte. No importa, lo que realmente importa ya no importa hasta que viene otra noticia y la reemplaza. Es un juego de “yo soy primero” y, qué pasó con la frase “los últimos serán los primeros”, una frase desproporcionada y sin igual. Nadie en este mundo quiere ser último, nunca más.




EL BIG DATA DE MI VIDA

 

 

 

El problema de escribir un artículo sobre datos es que necesitas tener datos. Lo bueno es que los datos se generan permanentemente y si no hay alguien que los evalúa o los pone en contexto, no sirven para nada.

 


 

La gran batalla por el big data. Las grandes cantidades de datos que se almacenan permanentemente son para análisis de grandes corporaciones hoy llamadas Google, Facebook o YouTube, para nombrar a las más conocidas. Pero, nosotros, los ciudadanos de a pie, como les gusta llamar a algunos periodistas de papel prensa, son también generadores de datos que tal vez no son analizados por que se pierde en la cantidad de datos o llegan a no servir porque se mimetizan entre los bultos de datos.

 

Por ejemplo, una persona común llega a comerse 2 panes por día que en cien días son 200, tira 20 litros de agua en bañarse y si lo hace todos los días son 7300 litros que se tira al cuerpo y que si tomase 2 litros de agua por día son 730 que van adentro de su cuerpo. Eso no es nada si tomamos en cuenta que un papel higiénico de 50 metros dure tan solo una semana. Eso quiere decir que en 52 semanas que tiene un año se han ido al tacho de basura 2600 metros de papel higiénico y que si tomamos en cuenta que todos los vecinos de este barrio de 480 casas ocupan el mismo promedio de papel higiénico es nada más ni nada menos que 1.248.000 metros de papel lanzado a la basura con pura mierda.

 

Es tan irrisorio el comentario sobre el papel higiénico, pero es tan esencial como la cantidad de energía que gastamos cada mes. La factura nos llega en promedio a 500 bolivianos en todo el año gastamos 6.000 sin contar las facturas que pagamos por internet y tv cable que ya nadie mira y por el uso del teléfono. Es también medio friki pagar casi el 50% de lo gastado en energía que lo que gastamos en internet y otros servicios reemplazados por el internet.

 

Es importante aclarar, que el agua se paga en una cuarta parte menos que la energía que gastamos y que por lo tanto resulta más eficiente bañarse que darse una panzada mirando tv sin mirarla, ya que en realidad estamos agarrando el celular que estuvo enchufado toda la noche mientras cargaba. Un power bank que se lleva también nuestra energía. Y entre otras cosas, te diste cuenta que los vehículos también se llevan una parte de nuestra cuentas y datos. Por cada 16 kilómetros se me van de mi vida 1 litro de gasolina que en realidad cuesta 3.74 bs, es decir que por cada 10 litros me ando 160 kilómetros que se traducen en 20 minutos de ida y 20 minutos de vuelta en 32 kilómetros, es decir menos de 1 hora en un vehículo que me lleva y trae. El detalle en este tema de la gasolina es que cuando compramos gasolina especial, no tiene nada de especial, lo único especial es el precio de Bs.- 3.74 pero ocurre un problema que muchos tratan de ignorar, ya que el octanaje de esa gasolina es tan bajo crea en los vehículos una especie de resoplo en los motores al arrancar o tratar de dar velocidad a la movilidad, cosa que no pasa cuando cargamos el carburante denominado Etanol, opción recién incorporada hace un par de años, donde el costo es más elevado, Bs 4.50 por litro pero que genera una mejor eficiencia en el desenvolvimiento del motorizado sin crear esos resoplos de motor. El octanaje es 91 pero cuando cargo 10 litros gasto 45 bs menos los 37.4 bs que gasto con la especial hay una diferencia considerable de 277.4 bs por litro consumido en el año. Saque sus cuentas querido y estimado lector.

Esos datos no son nada, hay otros miles que pasan desapercibidos como, por ejemplo, cuantas horas al día pasamos frente a la pantalla del celular, la computadora o la play. Sumemos, mi hijo mayor tiene un promedio de 5 horas jugando a la play, el otro menor, tiene la tendencia de pasar 4 horas consumiendo otro tipo de juegos en la pc, pero con intervalos de descanso entre cada sesión, pero mi mujer tiene un elevado consumo de redes sociales de hasta más de 8 horas. Yo, trágicamente paso frente a esta portátil un promedio de 4 a 6 horas, por el ejercicio diario del homeoffice.

 

En total, entre los cuatros, nos tiramos todo el día en las plataformas digitales, prácticamente, todo el día de vigilia. El consumo prácticamente es permanente, ya que las horas que permanecemos en la cama descansa nuestro cerebro y los aparatitos.

Tomando en cuenta que la mayoría de la gente se levanta de la cama o no, lo primero que hace es mirar el dispositivo celular, estamos hablando de que la primera cosa que hacemos en el día es mirar nuestra actividad digital. El WhatsApp, las notificaciones en Facebook o en las otras redes que buscan llamar la atención de sus usuarios de manera demoniaca, como un mal pensamiento recurrente.

 

Otros datos, cuantas veces vamos al supermercado o mercado a hacer compras recurrentes: pan, leche, agua, bebidas alcohólicas o no. Es un campo que todavía no lo tenemos bien consensuado ni monitoreado por el hecho de que es un factor que lo realiza un miembro de la familia, pero cada vez son más hombres que van a los súper o a los mercados, falta chequear este dato, no tan importante para el grupo selecto de feministas hombres de mi grupo de amigos, pero si para la ciencia empresarial sobre todo dedicado al rubro de los supermercados. Eso sí, haya que reconocer, que el tiempo dando vueltas en los súper o en los mercados se ha reducido a números menores, ya que, si son los maridos o hombres los que hacen las compras actualmente, pasan menos tiempo escogiendo productos que lo que hacen las mujeres, que, por antonomasia, tardan más. No tengo pruebas científicas de aquello, pero si son pruebas empíricas, que al final de cuentas es de lo que está hecha la ciencia.