Ok.
El tiempo pasa y sinceramente no le veo más justificativo para no seguir
haciendo lo que venía haciendo en este blog. El tiempo pasa, el virus avanza.
La gente se cansa. ¿Qué le vamos a hacer?
No les quiero mentir, realmente no sé sobre qué escribir. Porque son
muchas cosas que pasan alrededor. Pero hoy día, lo más importante pasa a ser
irrelevante al minuto siguiente. Cuando me despierto, alucino que sigo
durmiendo y camino directo al cuarto de mis hijos para ver si están bien.
Siempre están bien, pero existe la posibilidad de que no…y eso me altera el
sueño permanentemente. Estoy tomando melatonina, para ejercer un sueño más
profundo sobre mis deseos de no querer dormir más.
Es angustiante ver a la gente como se angustia. Los casos de coronavirus
son como esas noticias que nunca acaban sobre violación o feminicidio, sobre asaltos
o accidentes de tránsito. Son como esas leyes que no entendemos, pero son tan
normalizadas que hace que las comentemos y las creamos como algo tan natural,
pero sin embargo sabemos que es un nefasto juego para endilgarnos deudas por solo usar el derecho propietario de caminar
sobre la tierra donde nacimos.
¿Vos sabías que las leyes están hechas con impuestos que pagamos? De
todas maneras, todos tienen miedo a la inteligencia artificial, pero esta
inteligencia humana creo que es más maquiavélica, sin ofender al dueño del
apellido italiano, pero crear cosas y leyes para forzar a otro ser humano que
haga lo que dice la letra muerta es ofender a la naturaleza de las cosas.
Todo queda registrado, cada vez más estamos en un estado súper vigilado,
y no solo lo digo por las estructuras estatales que es un muerto al que ocupan
su lugar: políticos nacidos de las canteras de las cárceles. Estamos expuestos
a la posibilidad de que algún extraño nos grabe y nos lleve en su camarita,
filmado o fotografiado sin saber que va a hacer con ese contenido en bits. Es
un poco peligroso, dependiendo en la mente de quien cae esos archivos. Pero el “sana,
sana” viene de tu propia mente, cuando decís que de todas maneras estamos todos
posando en los Facebook e Instagram a voluntad propia; pero luego me digo, no
es tan así, porque allí subimos fotos posadas, comunicamos algo, tratamos de
decir muchas cosas en clave, codificadas, con expresiones que son nuestras,
pero pensada para los demás. Son fotos y videos pensados para que los demás lo
vean. Porque estamos en la era de la edición. Todo lo editamos, hasta el ADN se
puede editar, el virus, la foto, el video. Ya no es un lujo de unos cuantos que
sabían manejar la técnica y tenían la tecnología. Hoy día todos podemos ser
editores de nuestras vidas y la de los demás. Por eso el miedo a tener una
permanente vigilancia de las cámaras, tanto de las que ponen los gobiernos
chicos y grandes, tanto por los lentes de los que andan pendiente de todo,
incluso de lo que no les incumbe.
En fin, la vida ha cambiado tanto desde que el virus llegó a nuestras
vidas. Iba a decir a nuestro planeta, pero eso ya me suena muy muskiano, pensar
que vino de otra galaxia o posiblemente del planeta Marte. No importa, lo que
realmente importa ya no importa hasta que viene otra noticia y la reemplaza. Es
un juego de “yo soy primero” y, qué pasó con la frase “los últimos serán los
primeros”, una frase desproporcionada y sin igual. Nadie en este mundo quiere
ser último, nunca más.
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