Me hizo recuerdo el golazo de Rodrigo Rodriguez, anotado anoche frente a Guabirá, a aquel hecho por Ñarri
Mendez hace casi 21 años atrás. El derechazo firme, la cabeza agachada, con los
ojos ceñidos en el arco la memoria y el disparo medido al ángulo, imposible
para el arquero alcanzar. Algo parecido sucedió esa tarde de domingo cuando
Adhemir, recogió un balón perdido en la mitad de la cancha y miró de reojo a
Bernardo Rea, adelantado en su área. Bombeó con trazo firme, el balón secundado
por la fuerza y la gravedad. Viajaba la pelota, por encima de todos, incluso
del arquero del equipo azucarero, que sorprendido por la genialidad del "10" de Oriente
Petrolero, caía de espaldas mientras la pelota llegaba al final de su trayecto parabólico.
Ñarri marcaba su gol número 14 que lo
colocaba entre los goleadores del campeonato clausura del año 1996. Era un
domingo, 11 de agosto.
Oriente ganó 3 a 0 al equipo rojo representante del norte cruceño, así como
anoche ganó 3 a 1, con gol de Rodriguez, Bejarano y Peña.
En ese equipo de 1996 que tenía a su cargo el técnico Ovidio Messa +,
también se encontraban en la cancha jugadores que hicieron historia en Oriente:
El gato Fernández, Medrano, el argentino Merlo, El cañonero Pérez, Escalante,
Farah, la sandía voladora Higa esperaba en la banca su turno.
Pero fue el inicio de una semana que marcaría el principio del fin de un
ídolo, con un partido entre semana contra Bolívar donde recibió 5 goles en el
marco del campeonato de la Conmebol, Oriente volvería a jugar en Santa Cruz el
día sábado 17 de agosto frente a Stormers a las 20:00 hrs. Los titulares de los
periódicos anunciaban a Higa en vez de Fernández en el arco, la concentración
de los seleccionados nacionales, la necesidad de ganar el segundo partido del
torneo clausura frente al equipo chuquisaqueño marcaban la agenda noticiosa
respecto al fútbol en esos momentos. Ovidio Messa había presentado en los
entrenamientos al equipo un día antes, con Higa en el arco, Escalante, Sberna,
Parabá y Roberto Pérez en la defensa; Vargas, Peredo, Chávez y Ozzan en el mediocampo; Adhemir Méndez y Ricardo
Castro en el ataque.
Como era de esperarse, Oriente aprovecho el partido de local frente a uno
de los equipos más débiles del campeonato para sumar puntos. Con dos goles de
Gustavo Merlo. Según la crónica de Jaime Galarza, periodista deportivo de El
Deber, indicaba que no fue difícil hacerse de los tres puntos porque tuvo
enfrente un equipo con escasos argumentos futbolísticos. Remarcó el bajón de
los jugadores del equipo albiverde como Ozzan y Méndez, sumando a ello las bajas
obligadas por lesión de Tuffiño y Coimbra.
Merlo puso la cabeza, rezaba el titular de la nota por el incidente que
tuvo el argentino al ir al choque tras de una pelota compartida. En camilla
salió de la cancha reemplazado por Henry Vaca. Pero el destino estaba tramando
algo más allá de lo futbolístico y que nos tomó desprevenidos a todos. Luego
del triunfo de Oriente que había terminado cerca de las 7 de la tarde de ese
sábado, una trágica historia comenzaba a escribirse.
Cerca de las 4:15 de la madrugada, Ñarri Méndez después de una fiesta, fue
embestido por un taxi, causándole heridas que le arrancaron la vida 45 minutos
después. Unos taxistas que pasaron por el lugar en ese momento, recogieron el
cuerpo y lo llevaron al Hospital Japonés que está sobre la misma circunvalación.
La avenida del tercer anillo y avenida Brasil fue testigo de semejante acto,
donde según el médico que lo recibió en el Nosocomio, René Galvis, el malogrado
futbolista presentaba lesiones en el cuello, en una pierna y los testículos,
siendo la probable causa de su deceso, una hemorragia aguda por las múltiples lesiones
que sufrió. A las 6 de la mañana Adhemir Méndez fue traslado a la morgue del Hospital
San Juan de Dios, donde se le practicó
la autopsia de ley, la misma que estableció un traumatismo encéfalo – craneano (aplastamiento
de cráneo) y lesiones múltiples. Se
informó también que se evidenciaban huellas de neumáticos de un vehículo
mediano en el cuerpo. Horas después de la muerte de Ñarry, comenzó a circular
una versión sobre un posible homicidio.
Hinchas y jugadores se congregaron en el club cuando se enteraron por boca de
Papi Nurmberg, periodista que fue alertado por el taxista que auxilió al 10 de
Oriente.
Estaba por cumplir 31 años, el 18 de septiembre, a un mes de recordar un
año más de su nacimiento. Su padre, de quien heredó el apodo y la garra para
jugar, seguro no entendía nada cuando recibió la noticia. La sede del club había sido dispuesta para el
velatorio, donde amigos, familiares y compañeros de equipo asistieron. De él se
contaba que ocupó el oficio de bombero antes de empezar su carrera en Real
Santa Cruz, luego en Blooming y Oriente
Petrolero. Sus goles hablaban por él.
El goleador de la temporada se había ido, sin dar explicaciones. No se entendía, el año 1996 realizó una de sus mejores campeonatos. Pero eso es obra del destino, por más que los rumores que tejían los que llegaban al velatorio era una supuesta herida a la altura del cuello causada por un disparo o un arma punzante. Las notas periodísticas descartaban esa aseveración indicando que la causa principal de su muerte se atribuía al aplastamiento del cráneo por una movilidad de peso mediano, tipo vagoneta. Y que la herida en el cuello puede deberse, según conclusiones preliminares, al desplazamiento de un diente premolar.
El goleador de la temporada se había ido, sin dar explicaciones. No se entendía, el año 1996 realizó una de sus mejores campeonatos. Pero eso es obra del destino, por más que los rumores que tejían los que llegaban al velatorio era una supuesta herida a la altura del cuello causada por un disparo o un arma punzante. Las notas periodísticas descartaban esa aseveración indicando que la causa principal de su muerte se atribuía al aplastamiento del cráneo por una movilidad de peso mediano, tipo vagoneta. Y que la herida en el cuello puede deberse, según conclusiones preliminares, al desplazamiento de un diente premolar.
Ese lunes 19 de agosto, después de un domingo impresentable, los tabloides
no lograron capturar la noticia, solo al día siguiente, el desarrollo de la
nota periodística narraban lo sucedido. Lo que muchos todavía no entienden. Qué
pasaba por la cabeza de Adhemir, por qué en su mejor momento dejó las canchas
obligado por la muerte. El primer plantel y el cuerpo técnico se despedían de él
en las condolencias diciéndole:
Ñarri: “una verdadera amistad es como el sol. Puede esconderse pero nunca
desaparece”.
Querido compañero, nos dejaste con la ilusión de verte goleador, te
llevaremos siempre en nuestra memoria recordando tus goles. El desconsuelo que
hay en nuestros corazones no nos permite decirte: Adiós querido amigo”.
Por eso, al ver el zapatazo de Rodrigo, me trajo a la memoria, la pelota
viajando en el espacio y tiempo que Ñarri le ponía al fútbol. Ese detalle que hace
que a los hinchas nos lleve a las tribunas, a gritar sus nombres, a seguir sus
goles, a recordarlos siempre.
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