sábado, 16 de septiembre de 2017

SANTA CRUZ Y EL PAROXISMO POPULAR


Santa Cruz, un Paroxismo anillado.

La gente camina por sus calles con una idea equivocada de lo que es santa cruz.

Vamos a tomar el pulso a esta ciudad que está construida con el alma enlosetada, el corazón llenos de baches, y con arterias tapadas.

Este muerto viviente se mueve todos los días al ritmo de la locura. Sus pobladores arrancan pedazos de piel a esta ciudad desgarrando el aire puro y convirtiéndolo en un hervidero de mierda y pudor.

Adónde va tanto plástico, tanto caucho desgastado, tirado en Normandía, pudriéndose en los ríos, arañando las aceras con los fierros de los camiones que quedan chatarras en los barrios alejados, como muertos de guerra, eliminados por el tiempo, esparcidos como un Chernobil, contaminados por el tiempo, destruidos por la desgracia.

Defino al hombre de estos tiempos como un orate disfrazado de ropa usada y con las prendas invertidas en lotes baldíos lejos de la ciudad, al borde de otros municipios, arrogantes y yescas, preparan sus bolitos, indefensos de la cultura que los atraviesa con lanzas de la inmigración continua, protegiendo su dialecto, consumiendo sus diretes, administrando sus tiempos, dejando el acento traducido a un camba colla, lejos de aquel que añoraba el tata, allá por la chiquitanía, engrosando a los piltrafas que caídos en desgracias terminan debajo de los puentes, en los canales de drenaje, cerca de la “U” o de los condominios que pululan por sus cercas.

Esta ciudad se ha convertido en parques y plazuelas, en módulos escolares, mamotretos de la educación, gendarmería fascista embotada a patadas, recibe al abarrote que en sus centímetros de puesto, defiende su vida ancestral de judío mezcla de indio.

Hay que entender a la gente que vive en las empresas soñando que trabaja y la fiebre que le agarra de soñar que lo botan, es peor que el delirio de los años acumulados en las planillas de descuento y pagos asalariados, de quinquenios olvidados, de vacaciones agotadas, de días faltados y primas pagadas. El trabajador de este pueblo, cumple hasta 12 horas diarias explotadas, pero no por el jefe, que lo contrata por despecho, sino, por su propia idiosincrasia, de pensar que el dinero, solo viene por planilla y no por inversión o abandono de puesto.

De ahí nace la corrupción, de los puestos mal habidos, de deseos frustrados, de enfermedades nodrizas, de cambios de tiempo, de sensaciones ocultas, de dígitos menos o cambio de ceros. Acá la gente, que se mira en el espejo negro de su celular vencido, de marca y de tiempo. Solo se ve a través del precio de referencia, acumulando frustraciones y venciendo fin de semanas, celebrando con los colegas, el destino compartido.



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