En menos de 5
minutos el chic que estaba en mi tarjeta de débito fue cambiada por uno nuevo.
Allí se encuentran todos mis datos. Mi nombre, mi edad, mi número de
identificación como ciudadano de este país. Mi número de cuenta. El saldo que
tengo. El histórico. Todo sobre mi vida. Cuantos hijos tengo. Cuantas esposas. Si, cuantas esposas. Esa fue la pregunta del funcionario del banco. Cuantos
dependientes tiene. Hijos y esposa. No podía definirlo de otra manera. Me preguntó
todo lo que tenía que saber.
Mi edad. Mis créditos
adquiridos. Cuánto gano. Cuánto gasto. Cuánto tiempo me queda de vida útil
también. Calculadas en menos de un minuto. Todo por un simple movimiento de sus
dedos. Eso me hizo pensar que nuestras vidas están siendo monitoreadas todo el
tiempo. Desde el banco. Desde las redes sociales. Desde el Estado. Desde las
empresas. Todos te piden datos para dar con tu domicilio. Tus gustos. Tu peso. Tu
enfermad. Tus ganas de comer. Qué comes. Qué película mirás. Exactamente todo.
Hemos entregado todo con la absoluta confianza. Como si le estuviéramos depositando
todo nuestro ser digital a alguien en quien confiamos y que conocemos toda la
vida. La confianza es absoluta; casi raya en la estupidez.
El ciberataque o ataque cibernético ocurrido este viernes,
21 de octubre, abre las puertas de un mundo que conocemos pero que no queremos
mirar. No miramos lo que se viene porque aparenta ser terrible. El eslabón
digital es manejado por pocos que pueden hacer un desastre el Internet. Liberar
muchos datos. Robar muchas cuentas. Números van, números vienen. Todo se puede
hacer con conocimientos como los que tienen los hackers.
Pero esto va
más allá de un simple ataque. Es demostrar que se puede hacer caer a toda una
red en la cual todos estamos conectados de alguna u otra manera. La
globalización inspirada por esta World Wide web, es síntoma de tiempos nuevos. Donde
la información podría cambiar todo los tipos de relacionamiento entre Estados. Entre
continentes. Entre las personas. La confianza en las empresas que nos prestan
estos servicios caerá. La gente tendrá nuevamente miedo a dar tanto a cambio de
ofertas y descuentos. Dará menos pero al mismo tiempo, tendrá que aprender a
protegerse.
¿Cuán
frágiles somos en esta materia?
De pronto un
giro de 180 grados puede causar un desastre. Digo giro porque algo está dando
vuelta y nos está mirando de frente. Ese algo seguro ya lo vimos en alguna
película futurista apocalíptica. Tal vez es lo que tenemos como adn proyectándose
desde nuestra imaginación y ejecutándose como un comando de programación. La autodestrucción.
Poco y nada. El instinto es ese. La base del ser humano. La construcción de lo
inimaginable hasta hacerse tangible.
No es un
ataque a una empresa que presta servicios de host a dominios importantes en el
mundo moderno. Es un ataque a la tranquilidad. A los que sienten que todo está
hecho y que nada más falta por hacer. Es un ataque a la zona de confort que
siempre buscamos. Nunca estuvo tan cerca de concretarse tanta tranquilidad.
Sobre este tema también escribió Enrique Dans - Blog y esto es parte de lo que escribió.
"pero la sensación de que la base sobre la que llevamos años edificando cada vez más partes de nuestra vida puede ser objeto de un ataque global que inhabilite completa y globalmente su uso resulta profundamente intranquilizador."
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