Este no es precisamente un blog
sobre economía, no es un lugar donde se fabriquen números, ni mucho menos se
adivine el futuro. Es solo eso, un blog sobre interés general-(mente) mío. No implica
un deseo fatídico de que las cosas vayan mal: a una comunidad, a un grupo, a un sector.
Solo es una interpretación de una realidad vista, con una ceguera como la que
describía José Saramago en uno de sus libros – ensayo sobre la ceguera-
irracional o como dice Julieta Venegas en una de sus canciones “será que hay
algo más que a simple vista no se ve”. Tiene algo de filosofía, algo de meteorología mediática, de tendencias
y factores que crean variables inconclusas. Porque es difícil ser gurú – como algunos
se catalogan, o lo catalogan – una verborragia desmedida de ideas deslucidas o
brillantez que pueden ser ciertas o erradas.
El Fondo Monetario Internacional
en sus proyecciones ha calculado que Bolivia crecerá el año 2015 un 4,3 %, lo cual provocará que
los asalariados no logren obtener el tan esperado doble aguinaldo, polémica
medida para que la riqueza sea distribuida de manera equitativa. Los
economistas entienden mejor de esto, sobre políticas económicas, que analistas
políticos denominan como clientelismo. Tampoco es una primicia- como lo suelen
determinar algunos jefes de prensa - una proyección que puede cambiar en el
tiempo, debido a que la oferta y la demanda, juegan un papel ineludible,
inexorable. Las ganas del mercado de joder toda previsión está en manos de los
consumidores, sean simples y compulsivos ciudadanos compradores o países con Bancos
de los Estados más ricos que determinan
por donde fluye el dinero.
La alta inflación en Venezuela,
la devaluación en Brasil y Argentina, el precio del barril del
petróleo que baja y sube en el contexto internacional; por otro lado, el cupo
de exportación, la baja competitividad de los productos bolivianos por un tipo
de cambio reptante que no se mueve para salvar a la producción nacional, la
falta de seguridad jurídica, un empresariado temeroso de invertir en negocios o
industrias con reglas inciertas, la corrupción, en el contexto interno, ejercen
presión sobre una economía mundial que afecta a lo local.
Todo esto dibuja escenarios que pasa
de mansas aguas a feroces tormentas. De un tsunami de información negativa
a dejarnos en una isla donde todo pareciera que está bien. Lo aprendido en el
camino, es que cuando nos inundamos en riqueza o nos llega la sequía, lo único
que salva al ciudadano común y corriente, al más pobre o al menos favorecido,
son las instituciones, esas que son inclusivas: las que permiten que aunque
llegue un terremoto, tengamos la certeza de que no se van a derrumbar y esa es
la prueba que asumimos tienen que soportar los cimientos de una supuesta nueva
economía o el derrumbe de una torre edificada sobre arena movediza.
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