Nahuel
Parada despertó ese día con la fe puesta en que iba a hacer ejercicio. Su
doctor se lo había recomendado. Un sub 40 necesita correr porque si no su
hígado y su corazón sufrirían una intervención urgente. Algo normal en un
profesional que se había pasado la vida realizando varios proyectos empresariales
de los cuales ninguno le había dado resultados. El hígado se constriñe y el
corazón se achica; pero eso sí, la esperanza nunca muere.
21
de Noviembre
Las
calles están vacías, los autos y los micros hoy no hacen bulla, la frecuente,
la normal, algo pasa. No me acuerdo pero algo pasa. No me puedo despertar, porque algo pasa. Ah, sí,
ya me acuerdo, hoy es el día del censo, del puto censo. ¿Hay algo peor que
entrar a la categoría de indígena siendo mestizo con un número en una boleta
censal? ¿Hay algo peor, que venga un conscripto o un estudiante a tomarte
examen de los datos principales de tu vida un día inimaginado, entre semana? es
para partirte la cabeza. Nahuel, desesperado, enciende el televisor. Espera tranquilo,
y mientras pasan los minutos, las horas, llega el mediodía, llega la tarde y
por fin. Llega el censador. La primicia. Algo pasa en un edificio de 10
pisos donde el último que tienen que
censar es el del primer piso. ¿Las preguntas son las mismas del último censo?,
preguntó Nahuel; el estudiante del colegio de la esquina recogió los hombros en
duda, la respuesta era clara, apenas tenía 5 años desde el último censo. ¿Te
censaron a vos? Preguntó; fui el
primero, a las 8 de la mañana llegó el supervisor y nos hicieron las preguntas
de rigor. Y que respondiste en la pregunta existencial de la boleta censal, esa
que dice de qué nación sos. Disculpe, respondió el muchacho, yo estoy aquí para
preguntar no para responder.
La
entrevista terminó en diez minutos. “Hace rato que no hablo con nadie tanto de
mi vida como lo he hecho con este muchacho”, pensó. Cerró la puerta y sintió
como ponían el sticker de censado en la madera. Aliviado, salió a correr al parque
urbano más cercano.
22
de noviembre
Son
las cinco de la mañana, Nahuel despierta cansado y con los ojos hinchados, algo
pasa. “¿Será la hamburguesa americana con doble porción de papas y el café?
Podría ser”. Trató de recordar que era lo que había pasado en su sueño que lo
despertó, pero fue imposible. Cinco de la mañana y no me acuerdo en que terminó
la película, ¿era una película?
9:00
am
Llego
tarde al trabajo, espero que no esté Silverio que me va a pedir los informes y
esos sí que no los tengo, a decir verdad no me acuerdo que informe era. Pero sé
que me los va a pedir.
12:00
am
“¿Alguien
sabe dónde dejé la calculadora en esta puta oficina?”. Los compañeros de
trabajo de Nahuel estaban desconcertados. Algo había pasado con él; de pronto,
sin más remedio que el de la sorpresa, lo vieron sacándose la corbata y
diciendo, “¡me cago en la puta corbata que me hincha el cerebro apretándome el
coto!”. La tarde fue igual. El día siguiente también. Los fines de semana peor.
Un
mes después…
Hay
cosas que se han perdido doctor en mi casa, no comprendo, estoy perdiendo la
memoria, todo se me pone borroso, pero no son mis ojos, es mi memoria, algo
está pasando. No tiene algún tónico para no perder la memoria así de golpe. El
doctor, el médico general, el cardiólogo, el psicólogo, la nutricionista, todos
le daban una respuesta inexacta de lo que le pasaba. Al salir del consultorio
se olvidada de pronto todo.
Una
noche antes de navidad,
“Hace
dos meses que me estoy perdiendo los mejores momentos de mi vida, y no puedo
hacer nada” se quejaba Nahuel, frente a la mesa familiar apenas recordaba quien
era su madre. Todos preocupados lo asistían y lo miraban diferente. ¡Algo le
pasa!, comentaba la prima que había venido desde Tarija para asistir a la cena
familiar de noche buena, es algún virus
parece, porque en Tarija también está pasando lo mismo con mucha gente. Según
las noticias, dicen que es una enfermedad como el H1N1, dijo Daniela, hermana
del infortunado. Es contagiosa, toces, y ya está. Contagiaste a medio mundo.
Nahuel
se sentó frente al televisor y encontró en los noticieros la posible respuesta
a su pérdida de memoria. Los titulares decían, alarmando a la población: “Virus
que hace perder la memoria; el SEDES confirma el contagio de un virus que
estaría haciendo perder la memoria a muchos ciudadano en los departamentos de
Santa Cruz, Tarija y Beni; según los datos preliminares emitidos por la
gobernación, son cerca de 50 mil personas que han sido afectados; los síntomas
son los siguiente: mareo, pérdida de memoria, y la piel se pone diáfana”
Nahuel
saltó del sillón, desconcertado, no sabía qué hacer. Pero debe haber alguna
vacuna, algo que te puedan dar, comenzó a gritar, a exigir explicaciones, pero
nadie se las podía dar.
1
de Enero,
Las
calles estaban vacías, silenciosas, con camellones llenos de borrachos tirados
boca arriba; el sol quemándole la cara. Nahuel miró por la ventana, de pronto
un haz de luz cayó sobre su cabeza, enceguecido se tiró sobre la cama: “21 de
noviembre. Censo. Nací el 74, provincia Sara, nacionalidad boliviana; eso era,
de pronto los recuerdos del día en que empezó a perder los recuerdos,
paradójicamente se le vino a la memoria. Algo estaba pasando en ese sistema
perverso del destino, pensó. La piel se le compuso, los flashback venían a
borbotones, ya recordaba su infancia de nuevo, su adolescencia, sus novias, su
paso por la universidad. ¡Todo!
Se
sentó en su escritorio, frente a su computadora comenzó a escribir de manera
desmesurada, por si en caso de que vuelva a suceder de que comience a perder la
memoria, pueda leer que es lo que pasó. Escribió hasta que se hizo de noche, se
quedó con el cursor del mouse parpadeando sobre una cifra que había encontrado
en el portal del periódico “La Voz” 120 mil personas perdieron la memoria en
los últimos tres meses, las causas del desvarío son provocadas por un virus que
el ministerio de salud no ha sabido identificar.
Según
cuenta, Aurelia bejarano, que viven en Tarija, comenzó a recuperar la memoria
en las últimas horas y sus familiares explican que ella empezó a sentirse mal
desde el día después del censo; Francisco vaca, nacido en el Beni, propietario
de una ventita en el barrio de San Borja cuenta: cinco de la mañana del día del
cumpleaños de mi mamá, comencé a sentir
dolores de cabeza y malestar estomacal, me daba vueltas todo y me olvidé por
completo de quien era mi madre. De golpe perdí la memoria; Asunta Cadario, 35
años, de profesión veterinaria, nacida en el barrio los choferes, Santa Cruz,
cuenta que lo último que se acuerda desde aquel día que no supo diferenciar
entre una vaca y un perro danés, es la cara de la muchacha que fue a censarla.
Tercer
día de carnaval,
Hasta
ahora no hemos vuelto a escuchar sobre lo que te pasó Nahuel – a mí y a otro
montón de gente, respondió despreocupado a Javier; pero ahora es lo de menos.
Caminaba por la calle Ballivian, entre la multitud de gente que saltaba y bebía
desaforadamente, cinco y media de la tarde. La mayoría de los carnavaleros
estaba a punto de quedar inconsciente ante tanto jolgorio. Él tenía la certeza
que no, que no le iba a pasar eso; no había bebido mucho de la cerveza en lata
que se calentaba en su mano; cuando de pronto, algo lo tiró al suelo.
Miércoles
de ceniza,
Lo
último que recuerdo es que estábamos en la Ballivian, vos me pediste una
cerveza, yo…no me acuerdo más. Nahuel salía de la clínica, donde estuvo las
últimas 5 horas en emergencia, observado por el médico de turno que había
atendido ocho casos parecido a los de él. No eras el único le comentó Davier,
su compañero de juerga, todos parecido a vos, o sea, con tu historia. Estaban
caminando, estaban sentados, estaban bebiendo, estaban bailando y de pronto,
plop! Cayeron desmayados. Así que tranquilízate que si algo pasa, no vas a
estar solo.
Comunicado
oficial de la gobernación: ante la creciente ola de enfermos en los hospitales
con problemas referidos a la pérdida de memoria y desmayos, se solicita a la
población lavarse siempre las manos y usar barbijo en los lugares públicos. La
noticias salió en los noticieros de la televisión, en los periódicos, en la
radio, en todas partes: “el contador que aparece al lado superior izquierdo de
su pantalla, es la cantidad de personas que están perdiendo la memoria” decía
el presentador de noticias, “más de 50 mil personas se encuentran infectadas
por este virus al que se lo ha denominado H1NE”.
“Otra
vez volvió Nahuel”, le escribieron en sus hojas impresas donde había escrito
todo lo que había pasado el día que le volvió la memoria. “Poco a poco su piel
se volvió blancuzca, diáfana, translucida, parecía un fantasma caminando por la
casa”, comentaba la abuela de Nahuel a un periodista del Diario “La voz”;
siempre era un chico atento, juguetón, alegre; ahora no sé qué va a pasar”.
31
de Julio,
Nahuel
estaba sentado frente al televisor mirando lo que sucedía en Brasil sin poder
entender, el papa cargaba a una niña en sus brazos y la besaba; cambió al canal
estatal sin pensarlo, la pantalla se puso borrosa, se estrujó los ojos para
enfocar mejor; pero la lluvia de pixeles de su plasma y el ruido que hacía lo
estaban perturbando; se paró, dio unos cuantos pasos, trató de agarrar el
control, miró su mano al extenderla: “no está, mi mano no está” exclamó, algo
le estaba pasando, corrió a mirarse en el espejo del baño y al llegar allí solo
veía una parte casi transparente de él. “El virus”, pensó, me está
desapareciendo; buscó su celular, era casi el mediodía. La señal del televisor
volvió a su pantalla, la presentadora del programa anunciaba de manera
primicial los datos del censo.
Nahuel
volcó la mirada al espejo y vio como poco a poco su rostro, sus manos, su
cuerpo, desaparecía.
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