El escritorio de Barthez
@750palabras
El
escritorio como medio de transición al subconsciente
Ese
rincón del mundo que se llama escritorio, donde colocamos cada uno de nuestras
necesidades cotidianas de ejecutivo, administrador, portador de transacciones, etcéteras
y etcéteras... es el lenguaje omnímodo de las cosas pendientes, hechas y mal
hechas. Es el recordatorio de las cosas que estamos haciendo y de las que
faltan por hacer.
En
lo apretado del plano subjetivo, Barthez, encuentra la foto de su hijo,
estampada en un trabajo escolar, donde dice “Te amo Papá”, es un ordenador de
lapiceras y cosas comunes, es el regalo por el día del padre, es la ilusión de
un niño de encontrar en un detalle pensado por la profesora.
Las
llaves del auto, de la puerta principal de la casa, de la casa en la que solía
vivir y ya no vive. Hay una cámara fotográfica y una de ficción. Billetera, la
funda del celular. Facturas pagadas, pañuelos, y una reportera marca Sony que
nunca ha utilizado. Marcadores y clips. Recibos de tipo de cambio del banco.
Una
taza de café, sorpresivamente dos perforadores, uno de color negro y otro de
color verde. Auriculares de estudio, más facturas, un “UHU stic” para colar los
papelitos de ayuda memoria en la pizarra acrílica. Y el teclado con su monitor
mirando pendiente lo que escribe. No dice nada, inmutado, sacrificado, le salen
ojos de pixeles y no dice nada.
El
resto se encuentra en orden, el polvo que se acumula todos los días, los
papeles del banco retirados con prisa para que nadie vea los números rojos.
El
trámite del escritorio es simbólico, es el lugar donde se encuentran la silla
giratoria con los cajones archiveros, es el cargo inmediato, es el rol del
administrador que no se quiere asumir como tal.
Los
administradores son tipos fríos, que no tienen sangre en la cara y que cuando
ven los números que no le cuadran, le genera dolor de cabeza e irritaciones
malhumorantes. Barthez es uno de ellos.
Es
el trabajo de un malabarista que juega con el destino tratando de torcerle el
brazo para que lo favorezca.
Lo
que falta en el escritorio de Barthez es el teléfono fijo, que por alguna
extraña razón nunca existió. Debe ser por la falta de capacidad de comunicarse dirán
algunos, tipo bueno pero atrasado en sus deberes de relaciones públicas.
Introvertido,
desanimado, desasosegado, es un arraigado al cargo, emergido de las aulas de
las universidades que petrifican el alma y el espíritu del ser humano. Cargado
de nebulosas, “estupidizado”, cargado de penas y llantos, esperando el final
del día para comenzar a vivir, entramado en unas vacaciones que no puede
acceder, mirando fotos de otros en playas lejanas, copernicano, casi bipolar, que no sabe aplicar la ley de Murphy, porque perdió el
buen humor; vive desesperado y casi agobiado, los trámites le han quitado dos
cuartos de respiración, anda acongojado, le duele la espalda, tiene gases y
orina cada hora y media.
Lo
peor de todo del administrador, es que no tiene secretaria, ha intentado tener
pero las faldas lo seducen y siempre cae en la tentación de olvidarse de que el
cargo solo es para las funciones de la empresa y no para conquistar amores
repentinos con mujeres que se sientan a escribir el dictado y rol de
llamadas. Convencido de que tal aspecto
no lo deja concentrarse prefiere tener charlas aleatorias con todo el personal
y salir a pagar cuentas y a cobrar cheques atrasados.
El
administrador tiene por ventaja su posición, que es como una contradicción
porque él piensa que es una obligación hacer lo que hace. Correr al banco a
pedir préstamos, salir a la calle a buscar clientes, agendar pagos de impuestos
y trámites ante el ministerio del trabajo. Sacar licencias de funcionamiento y
nuevos trámites de las administradoras de pensiones. Es un mundo enrevesado
para un solo hombre que solo quería hacer empresa. Pero que tiene la firme
convicción de no volver a pisar una empresa más como empleado.
El
administrador cuenta con la salvaguarda de que todo puede salir bien y
victorioso cuando pasen los días y lo encuentren solvente y bien parado. Pero
eso pasa por ser una película de ficción cuando se imagina que abrir un negocio
es tan difícil como cerrarlo.
Pero
hay un escritorio más que falta por explorar de Barthez, el de la pc, la
laptop, el ipad, el celular, y el de la agenda. El misterio de las personas que
hacen de su rutina un trámite de colas y calvarios, es destramado, allí, con
perfil casi exacto de su personalidad, es su escritorio.
Borges hace una descripción somera de lo que había en su escritorio, como un ejercicio literario.
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