Recapitulemos.
El año 2003 comencé a trabajar en un programa de tv de
análisis político y social. 10 años antes cargaba una mochila con una grabadora
U-Matic acompañando a un camarógrafo en una campaña electoral para alcalde
1993. Antes de cumplir 10 años, 1983, visitaba las instalaciones de una empresa
de publicidad.
Recapitulemos.
El año 2006, comenzaba a formar parte de un programa de Tv. Como
productor. 10 años después, 2016, llevo 5 años como productor de otro programa
de tv y como director. 20 años antes, 1996, empezaba a redactar la tesis de
grado para una agencia de publicidad. Las intermitencias por las crisis
económicas y personales hicieron que todo se dilate hasta 10 años después.
Recapitulemos.
1986, una de las transmisiones del mundial de fútbol en
México, me marcaba en las pupilas las pautas del video que después de treinta
años aún se siguen repitiendo. El seguimiento de la cámara. EL slow motion con
la cámara de piso. Cada detalle del gesto del jugador. La extraordinaria
capacidad del editor para cortar el momento preciso y de aumentar la sensación
de gloria con el audio insertado de la gente en las graderías gritando el gol
de Maradona.
Recapitulemos.
Las primeras imágenes que veíamos en Santa Cruz, desde las
potentes señales de Canal 7 y Televisión Universitaria, eran las novelas
brasileras, como El bien Amado. O los juegos transmitidos de Trasntel. Alemanes
jugando una especie de Calle 7. La familia Ingals. Los plano secuencia de la
pequeña Heidi en los alpes Suizos. Etc. Todo eso. Todo el método. Consumido
cuadro por cuadro. Asimilado como si fuera un storyBoard mental. Cada imagen era
grabada en mi memoria, en alta definición.
Recapitulemos.
Grabar en cinta era lo más complicado. Todo se grababa por
separado. La cinta y el audio. Eran dos cosas separadas. Que se las unía luego
en la mesa de edición. Nave analógica que ocupaba casi un cuarto de 2x4. Las
luces, las totas. Los 1000 watts. Los trípodes que pesaban 20 kilos. Los bolsos
con cables para las luces, los micrófonos. Los rebotadores. Las cintas
aislantes. Las baterías. Esas enormes cajas de repuestos de todo. Los Fresner.
Los difuminadores. Todo. Era un mundo aparte. Tecnología de última generación.
Invertir en todos esos equipos significaba por lo menos 50 mil dólares. Que en
esos tiempos, era mucha plata. La producción era casi artesanal. Por lo tanto,
el arte sobresalía más que lo tecnológico. Las letras. La tipografía de los
offset eran impresas y luego colocadas en los videos. Apenas la Macintosh hacía
su trabajo en una cajita blanca. Todo se fundía en azul. Los cromas. Los set
gigantescos, parrillas de luces duras. Cables que parecían víboras arrastrándose
hasta unirse a una megacámara. Balance en blanco. Prueba de sonido.
Recapitulando.
1983. Dibujaba una portada de un libro, donde el dibujo principal era Jesús acariciando la cabeza de
un niño. Una oveja echada a sus pies, torcía el pescuezo y lo miraba atenta. Blanca
túnica. Barba tupida. Pelo largo. Jesús estaba sentado sobre una piedra. Pero
le faltaba algo. Estaba armando mi primer storyboard. Lo edité en segundos. Lo
miré y lo comparé con el original. Lo volví a dibujar una y otra vez. Hasta que
obtuvo movimiento. Como los dibujitos de Walt Disney.
1990. Editaba el audio. Casetera TDK, de 60 minutos.
Seleccionada la pista. El insert correcto. Grababa en otro TDK, pacientemente un
casette. Edición lineal. Vos en Off. Transiciones incluidas. Trabajo que podía
durar casi toda la tarde y parte de la noche.
1993. Dos grabadoras VHS,
que se unían a un televisor, monitor que servía para ver que pasaba y
que grababa. La edición siempre existió. 30 segundos de un paneo. De izquierda
a derecha. De arriba abajo. Zoom in y zoom out. Hasta que los planos salían y
se unían solos. Porque el método permitía ahorrar tiempo en la edición.
2003. Llega la era digital. EL U-Matic era dejado de lado.
Solo para grabar archivos. El adobe premiere llegaba a mis manos. Que bendición. Y cómo se usa pregunté.
Otra vez el método. El Plano medio, primer plano, primerísimo primer plano.
Aberrante. Transición. White Balance. Blanco y negro. Audio y video. Todo en un
software que lo único que necesita era que la creatividad fluya. Se podía mover
las letras. Mover la imagen al lugar que uno decidía. Cambiar los colores. Dar
secuencias que rompían el método. Para eso sirvió. Y luego vino el After
Effetcs. Programa de Post Producción para unir fuerzas del editor. Y los software
de audio. Que organizaba cada audio a un mismo nivel. Llegó la democratización
de la producción audiovisual.
Recapitulando.
La producción audiovisual.
Era un mercado donde pocos tenían la capacidad técnica de crear
contenidos. Luego poco a poco se fue cerrando la brecha entre los que tenían
equipos de producción y de los que no. De los que tenían las ideas y de los que
tenían la plata para realizar las producciones. Hoy, con todo lo que tenemos. Prácticamente,
el acceso a la producción A/V puede realizarla todo el mundo. Con un poco de
entusiasmo, se puede llegar a manejar muchos programas de edición digital. Crear
videos.
Recapitulando.
Ahora lo importante ya no solo es, quien tiene los
mejores equipos, sino quien tiene las
mejores ideas y, quien las lleva a la realidad con el menor costo posible en
producción. Cada minuto se suben miles de minutos de videos a Youtube. A todas
las redes sociales. El rey es el video. Y el que no pueda plasmar sus ideas en
un video. Puede que sean los próximos analfabetos. En un siglo XXI que nos está
llevando vertiginosamente a un futuro cada vez más hiperrealista. Rompiendo la
ficción. Desafiando los paradigmas. Cada segundo se está creando algo. Los que
no tengan la capacidad de crear contenidos y administrarlos eficientemente para
agregar valor a sus productos o a sus marcas, puede que lleguen a estar
relegados, no comparta una buena parte de la torta del negocio multimedia y se
pierda en el limbo de la mediocridad digital, con una mentalidad analógica.
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