miércoles, 28 de septiembre de 2016

ANALFABETOS DIGITALES

Recapitulemos.

El año 2003 comencé a trabajar en un programa de tv de análisis político y social. 10 años antes cargaba una mochila con una grabadora U-Matic acompañando a un camarógrafo en una campaña electoral para alcalde 1993. Antes de cumplir 10 años, 1983, visitaba las instalaciones de una empresa de publicidad.

Recapitulemos.

El año 2006, comenzaba a formar parte de un programa de Tv. Como productor. 10 años después, 2016, llevo 5 años como productor de otro programa de tv y como director. 20 años antes, 1996, empezaba a redactar la tesis de grado para una agencia de publicidad. Las intermitencias por las crisis económicas y personales hicieron que todo se dilate hasta 10 años después.

Recapitulemos.

1986, una de las transmisiones del mundial de fútbol en México, me marcaba en las pupilas las pautas del video que después de treinta años aún se siguen repitiendo. El seguimiento de la cámara. EL slow motion con la cámara de piso. Cada detalle del gesto del jugador. La extraordinaria capacidad del editor para cortar el momento preciso y de aumentar la sensación de gloria con el audio insertado de la gente en las graderías gritando el gol de Maradona.

Recapitulemos.

Las primeras imágenes que veíamos en Santa Cruz, desde las potentes señales de Canal 7 y Televisión Universitaria, eran las novelas brasileras, como El bien Amado. O los juegos transmitidos de Trasntel. Alemanes jugando una especie de Calle 7. La familia Ingals. Los plano secuencia de la pequeña Heidi en los alpes Suizos. Etc. Todo eso. Todo el método. Consumido cuadro por cuadro. Asimilado como si fuera un storyBoard mental. Cada imagen era grabada en mi memoria, en alta definición.

Recapitulemos.

Grabar en cinta era lo más complicado. Todo se grababa por separado. La cinta y el audio. Eran dos cosas separadas. Que se las unía luego en la mesa de edición. Nave analógica que ocupaba casi un cuarto de 2x4. Las luces, las totas. Los 1000 watts. Los trípodes que pesaban 20 kilos. Los bolsos con cables para las luces, los micrófonos. Los rebotadores. Las cintas aislantes. Las baterías. Esas enormes cajas de repuestos de todo. Los Fresner. Los difuminadores. Todo. Era un mundo aparte. Tecnología de última generación. Invertir en todos esos equipos significaba por lo menos 50 mil dólares. Que en esos tiempos, era mucha plata. La producción era casi artesanal. Por lo tanto, el arte sobresalía más que lo tecnológico. Las letras. La tipografía de los offset eran impresas y luego colocadas en los videos. Apenas la Macintosh hacía su trabajo en una cajita blanca. Todo se fundía en azul. Los cromas. Los set gigantescos, parrillas de luces duras. Cables que parecían víboras arrastrándose hasta unirse a una megacámara. Balance en blanco. Prueba de sonido.

Recapitulando.

1983. Dibujaba una portada de un libro, donde el dibujo  principal era Jesús acariciando la cabeza de un niño. Una oveja echada a sus pies, torcía el pescuezo y lo miraba atenta. Blanca túnica. Barba tupida. Pelo largo. Jesús estaba sentado sobre una piedra. Pero le faltaba algo. Estaba armando mi primer storyboard. Lo edité en segundos. Lo miré y lo comparé con el original. Lo volví a dibujar una y otra vez. Hasta que obtuvo movimiento. Como los dibujitos de Walt Disney.

1990. Editaba el audio. Casetera TDK, de 60 minutos. Seleccionada la pista. El insert correcto. Grababa en otro TDK, pacientemente un casette. Edición lineal. Vos en Off. Transiciones incluidas. Trabajo que podía durar casi toda la tarde y parte de la noche.
1993. Dos grabadoras VHS,  que se unían a un televisor, monitor que servía para ver que pasaba y que grababa. La edición siempre existió. 30 segundos de un paneo. De izquierda a derecha. De arriba abajo. Zoom in y zoom out. Hasta que los planos salían y se unían solos. Porque el método permitía ahorrar tiempo en la edición.

2003. Llega la era digital. EL U-Matic era dejado de lado. Solo para grabar archivos. El adobe premiere llegaba a mis  manos. Que bendición. Y cómo se usa pregunté. Otra vez el método. El Plano medio, primer plano, primerísimo primer plano. Aberrante. Transición. White Balance. Blanco y negro. Audio y video. Todo en un software que lo único que necesita era que la creatividad fluya. Se podía mover las letras. Mover la imagen al lugar que uno decidía. Cambiar los colores. Dar secuencias que rompían el método. Para eso sirvió. Y luego vino el After Effetcs. Programa de Post Producción para unir fuerzas del editor. Y los software de audio. Que organizaba cada audio a un mismo nivel. Llegó la democratización de la producción audiovisual.

Recapitulando.

La producción audiovisual.  Era un mercado donde pocos tenían la capacidad técnica de crear contenidos. Luego poco a poco se fue cerrando la brecha entre los que tenían equipos de producción y de los que no. De los que tenían las ideas y de los que tenían la plata para realizar las producciones. Hoy, con todo lo que tenemos. Prácticamente, el acceso a la producción A/V puede realizarla todo el mundo. Con un poco de entusiasmo, se puede llegar a manejar muchos programas de edición digital. Crear videos.

Recapitulando.

Ahora lo importante ya no solo es, quien tiene los mejores  equipos, sino quien tiene las mejores ideas y, quien las lleva a la realidad con el menor costo posible en producción. Cada minuto se suben miles de minutos de videos a Youtube. A todas las redes sociales. El rey es el video. Y el que no pueda plasmar sus ideas en un video. Puede que sean los próximos analfabetos. En un siglo XXI que nos está llevando vertiginosamente a un futuro cada vez más hiperrealista. Rompiendo la ficción. Desafiando los paradigmas. Cada segundo se está creando algo. Los que no tengan la capacidad de crear contenidos y administrarlos eficientemente para agregar valor a sus productos o a sus marcas, puede que lleguen a estar relegados, no comparta una buena parte de la torta del negocio multimedia y se pierda en el limbo de la mediocridad digital, con una mentalidad analógica.


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