El viernes 16 de septiembre,
Analía estaba enojada, muy indispuesta para sostener una conversación. Cabizbaja,
triste. Ella no es así. Había algo que la enojaba profundamente y no era ese
tipo de tristeza por la pérdida de un ser querido o por una simple depresión.
Era una rabia por impotencia.
Agarró su celular, y su
determinación pudo más que ella. Mientras la miraba de reojo, veía que se
concentraba cada vez más en la pantalla de su celular. 20 minutos después,
entre las notificaciones recibidas en mi facebook, se encontraba una que decía
lo siguiente:
Estimados colegas y amigos que trabajan en tv ... de todos los
canales... Por favor cuiden la ropa y calzados de las tiendas que nos
auspician, es terrible ir a pedir un auspicio y que me lo nieguen porque
"otros" presentadores devuelven la ropa en condiciones muy malas, o
sucias o que se salen a bolichear con la ropa ajena, etc.. y yo que soy tan
respetuosa y cuido tan bien cada prenda tengo que quedarme sin auspicio por su
culpa. Una vergüenza... Y lo peor es que todos entramos en la misma bolsa...
Con los emoticones
correspondientes, dos caritas amarillas tristes y llorando. Mi primera
impresión fue de duda. De preguntarme si estaba bien lo que hizo, pero, esa
duda se me pasó al segundo siguiente, cuando entendí que las redes o los muros
del facebook de cada uno de nosotros, puede sostener todo: opiniones,
pensamientos, etc. Porque además, facebook te lo pide, el puto algoritmo de
facebook te pide que demuestres tus emociones y sacies esas ganas de descargar
la mochila que llevas en la espalda con
lo que sea que haya.
Dos días después, reflejada en la
página central del periódico El Deber, en El Sociales, se encontraba su
disgusto y su rabia, resumida en el siguiente párrafo:
ANALIA ROCA RENIEGA EN LAS REDES
“La conductora de Lapsus lamentó
que las figuras de la televisión devuelvan la ropa en mal estado y desmotiven a
los auspiciadores”.
Misión cumplida - sin querer queriendo - , me dije, el muro
de los lamentos o el muro de los deseos, o el muro donde expreso lo que pienso
y siento, llegó hasta el papel prensa para que más allá del muro de los amigos
del face, se traspase a dominio público. Y tal vez, logremos entender, que el
fin es que nos escuchen. Que nos entiendan, por más sencillo o fuerte sea
nuestro pedido.
En el caso de Analía, que debido
a una frustración de no poder obtener el auspicio de ropa que nunca le había
sido negado, con la justificación de muchas de las empresas aludiendo que
muchas personas, colegas de la tv, no cuidaban la prenda o el producto, era lo
mismo que le digan a ella, que no
cuidaban al auspiciador, quien es quien pone los recursos al final de
cuenta para llegar con una producción de
tele para mucha gente. Que son ellos al final los que con su esfuerzo comercial
también logran que toda esa maquinaria de la pantalla chica, llegue a emitirse,
y no podía caber en la cabeza de Analía que eso no sea tomado en cuenta, ya sea
por una cuestión personal, de vergüenza ajena, o de cuidado extremo, de algo
que sabe que no es propio, no puedan tener cuidado, esos a los que los metían
en la misma bolsa.
Es así que la repercusión llegó
hasta el Otro Amarillo, periódico digital de humor periodístico dirigido por
Osman Patzzi quien resume un poco, junto con otras noticias locales y
nacionales, como se muestra la silueta de la informalidad y como se acepta o
mal acepta. El humor, rescata eso, que a veces nos provoca miedo, tristeza,
desazón.
Pero, a pesar de continuar, con
el trabajo de búsqueda de auspiciador, de tratar de entender a Analía y su decepción por ciertas conductas,
sabemos que esas situaciones no van a cambiar, la de los que no cuidan lo
ajeno, me refiero. Analía al final, encontró auspicio de ropa, pero queda claro
que cada vez cuesta más. Por ese u otros factores, que no están tan a la vista,
y que al final pueden ser los que más definen ese problema. Imagino que para la
mayoría es una anécdota sin mucho valor para el análisis, pero si se lo piensa
bien, es un factor muy importante a la hora de actuar: Reniega en tu muro, y escucha
como gritan los demás, cuando los demás creen que es justo tu pedido,
obviamente.
No será una moraleja como las de Cantinflas,
pero bueno, si no les gusta, para eso está el muro, para renegar.
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