Cuando me senté a leer a Roberto Bolaño, no sabía hasta
dónde me iba a llevar. Por México seguro,
a robar libros de las librerías. Al final, no encontré más sustento ni tiempo
para desenmarañar su escritura. Las ideas plasmadas en sus páginas me llevaron
a romper espacios de entendimiento que me resultaron pesados. Busque otras
formas de entender al autor, por medio de gente que hacía reseñas o biografías
de él.
A Nietzsche me lo tragué por puro convencimiento de que lo
que decía, en el momento que lo leía, tenía demasiada relevancia con lo que me
estaba pasando en ese preciso momento. Romper las estructuras, el grito del
bebé en los brazos de esa vieja mujer, los aforismo, la sentencia de
zaratustra. Y no paré ahí, sino que me encariñe tanto con el autor, que leí el
resto de los libros que seguía en la lista de la librería callejera. Humano,demasiado humano, Ecce Homo.
Pero, entender, al cien por ciento, a un autor, es difícil arribar
a una completa interpretación de lo que se lee, de lo que uno entiende.
Thomas Piketty, economista francés plantea en su libro que
el 1% de la población concentra el 99% de la riqueza del mundo. Tras escudriñar
en cada una de sus páginas y convencerme de que el autor planteaba algo que
bien podría ser cierto con los datos aportados en sus páginas, llegué a
congeniar con la idea de que entendí en su totalidad el libro, pero, no fue
así. Año y medio después, en una conversación casual en la plaza, con Don Pedro Shimose, me da una pista de lo que entendía del libro de Piketty y la interpretación que él le da. Meses
después, en un artículo contundente en el periódico El Deber, desnuda al
economista, pieza por pieza y, lo expone como un socialista más, de los que
pululan por las cercanías del poder.
“Es tan dura la verdad” reza el dicho, que hasta la forma de
pronunciar el apellido del francés, me corrigió sin saberlo yo, me amargó la
tarde, suponiendo que lo que yo entendía por cierto, no era más que una
parafernalia ya deducida por él.
Pero las piezas encajan y, son parte de la carga que se va
acomodando en el camino. No hay porque pensar que el procedimiento está mal.
Uno lee, trata de entender y tal vez la lectura es otra. El resultado esté
equivocado, lo importante, es tener el contenido para ir formándolo. Llegará a
tener una figura definida en un punto final. Seguro será diferente o exacto a
como nos lo imaginábamos, eso es lo de menos. El viaje realizado en la búsqueda
de ese final, es lo que realmente importa.
Cuando realizo un video, me encuentro con muchas variables.
Opciones de técnicas incontables. Nuevas y viejas. Sistemas de encarar los
proyectos. Pero lo que siempre trato de respetar, es la esencia de mis
instintos a la hora de hacer cualquier producción, ya que allí está sumada la
experiencia, el conocimiento, la investigación, la certeza, la suerte, muchos
elementos que hacen al producto. Al contenido que está por crearse. Es así que
termino entendiendo a Bolaño o a Nietzsche o Shimose. En un laberinto donde
puedo encontrar la salida tarde o temprano, pero la encuentro. Un laberinto que
puede ser cultural o tecnológico o algo más que está por descubrirse.
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