Vivir en Santa Cruz, a veces es como vivir en un caos
permanente. Nos llegó de golpe la revolución de la maquinaria comercial,
inversiones abismales, mucho emprendimiento. Todo eso se ha volcado a las
calles. A lo complicado que puede ser
moverse por la ciudad.
El ciudadano cruceño se ha vuelto permisivo, deja que lo
aparten de su tranquilidad y que conviertan a su ciudad, en nombre del
progreso, en un griterío de ofertas permanente. Se hacen Ordenanzas
Municipales, leyes para educar con normas y coacciones al vecino, sin embargo,
la eficiencia de las campañas de comunicación quedan en buenas intenciones.
El ser corrupto, es lo que vale. Todos pueden hacer lo que
les de la gana. Toman como parámetros lo que ven como sociedad y lo replican,
desde el nivel más bajo en las empresas públicas o privadas, hasta los niveles
más alto. La jerarquía no importa pareciera, la corrupción llega hasta niveles
insospechados. Y no necesariamente es corrupto quien paga una coima o quien la
exige. También es corrupto el que ve y no hace nada para cambiar eso. O el que
ve y, teniendo la autoridad es permisivo.
La crisis económica que se avecina, nos traerá mayores
complicaciones. Si en Jauja en los tiempos de vacas gordas, la corrupción se
campeó como le dio la gana, peor ahora que el cinturón va a apretar en todos
los sectores sociales.
El post de este blog no estaba pensado precisamente para
tocar estos temas, ya que la idea es retratar una cotidianidad desde el blog.
Pero es sin duda, un elemento que nos hace ser lo que somos. Es el mes de Santa
Cruz y, por lo que se ve, las cosas marchan por loseta. Es decir, todo mal. Las
calles son un caos, por más que tráfico y transporte trate de ordenar la
ciudad, dejando de lado los giros a la izquierda. O cerrando calles para que
circulen con mayor fluidez el tráfico, hay algo que es muy esencial a la hora
de aplicar todas estas acciones. Y es
muy sencillo darse cuenta. El elemento esencial para que funcione todo cambio
hacia un mejoramiento de convivencia urbana, es la educación. De nada nos sirve
tener mejoras en infraestructura o de crear sistemas de ordenamiento vehicular.
El ser humano siempre se lo deja de último, en esta cadena
de avanzar como ciudad del mundo. Ciudad universitaria, ciudad del corredor
bioceánico, ciudad verde, etc. Todos los cambios se pueden hacer, pero si no se
piensa en el vecino como ser que necesita también ser educado para vivir en una
ciudad densa, que poco a poco se convertirá en una unión de ciudades
intermedias. Que los brazos de la ciudad, convertidas en radiales, se agotarán
para convertirse en avenidas de alto tráfico.
Hasta que no hagamos esos cambios, vamos a ser una ciudad
apabullada, hecha gata parida, agotada en sus recursos, y cara por los cambios
de urbanización mal hechos.
¿Cuánto nos va a costar ser cruceños? ¿Cuánto vamos a tener
que pagar para vivir en esta ciudad? Es una pregunta que nos tenemos que hacer.
No podemos legitimar una gestión que
solo busca el rédito político, haciendo obras a pocos meses de las elecciones,
ni se debe dejar la burocratización de las funciones del gobierno municipal,
que es el más cercano, a busca pegas que solo atornillan sus posaderas a una
silla de funcionario público.
Es difícil, sentirse orgulloso de una ciudad, donde solo
vemos cemento y ciudadanos que no respetan las normas básicas de convivencia.
Añoran la Santa Cruz de antaño, se llenan la boca de alabanzas al modelo
cruceño, pero se olvidan que ese al que llaman cruceño, es un hombre o mujer
que necesita que piensen en él, como ser principal de cualquier plan en nuestra
ciudad.
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