lunes, 16 de diciembre de 2013

LA DESIGUALDAD EN TIEMPOS DE RIQUEZA

LA DESIGUALDAD EN TIEMPOS DE RIQUEZA

@750palabras


Cuando el presidente firmaba el decreto del doble aguinaldo sentenciaba, con voz de pastor, que la igualdad ya no era más una utopía.


Cinco de la mañana, las campanadas de la iglesia central daban a gritos de hierro la voz de alerta de que el día había comenzado. En el gabinete ministerial, desde la silla del ministro de economía, la certeza de que el dinero acorralado en cuentas de bancos de empresarios, muy pronto, saldrían a borbotones, cayendo directamente, al bolsillo de los empleados.

El cálculo era certero, inimaginado, perverso por otro lado. La mayoría de la gente que trabaja lo hace de manera independiente, sin hacer ni esperar por otro, solo valen de sus esfuerzos artísticos por ganarse la vida. Algunos cocinan, otros limpian, muchos barren, la mayoría revende lo que encuentra en el mercado negro. Otros piensan y creen en el héroe empresario, en el hombre que se va a sostener por su propia cuenta y va a dar trabajo a otros, aunque sea para sobrevivir, pero lo va a hacer.

Cuando el párrafo primero ingresa a la hojilla en blanco y pinta con tinta negra la norma, los muchos y pocos que estaban sentados alrededor del presidente no sabían de que se trataba, quizás porque ellos también son empresarios, y no era bueno prevenir para lamentar. Ese es el objetivo, herir pero no matar, decir para luego desdecir y quedar sano de toda locura.

Al promediar la medianoche, todo estaba resuelto, al día siguiente la gente se iba a levantar con dolor de cabeza, por beber un trago que emborracharía de dolor y de alegría. Los empresarios, agarrados del periódico, leían con asombro, una suerte de mal chiste, refutado con fuentes oficiales; mientras tanto, los incrédulos trabajadores, obreros, proletariado ajustado a sus medidas, tampoco entendían que era un segundo aguinaldo, hasta que cayeron en razón, y comenzaron a beberse su decimo cuarto sueldo del año, sin haberlo recibido.

La economía es una prostituta, que se deja con el que más tiene, es su trabajo, no es una ofensa, es su negocio, no una posición política. Entonces cuando a la economía se le arroja dinero a mansalva a la calle, se genera una pira que arde hasta el cielo y fermenta un engendro llamado inflación. Este monstruo luego se come parte de los sueldos, de los saldos remanentes después de haber logrado cubrir los costos de la canasta familiar. Pero eso no es nada, es un monstruo que llega y se instala y pone su propio puesto de comida en el mercado, donde el precio que el dispone es lo que los demás también proponen.


Las empresas, saqueadas por la inconsciencia de quienes apenas han administrado su propio dinero para dar trabajo a otros arriesgando su propio capital, se encierran a buscar soluciones, estos seres vivos que son las empresas, comienzan a pensar en desmembrarse, a decapitar ciertas partes del cuerpo, para sostener el peso del resto de la estructura orgánica. Hay que sacrificar, y casi siempre el sacrificio es humano, no venden activos, decapitan recursos humanos, gente que feliz por un segundo aguinaldo, no saben que están perdiendo a corto plazo, su única fuente laboral, a diferencia de los que gobiernan, que tienen comprado hasta sus ataúdes para irse al más allá a disfrutar de sus riquezas que les ha dejado la gobernancia pública.

No hay reparos, el mal ya está hecho, valga la redundancia, que aunque no se hayan nombrado antes, los muertos en esta guerra siempre son los supuestos beneficiados de estas normas, de estos doble aguinaldos, que son como bayonetas cuando llegan a atravesar el cuerpo sin previo aviso.


Los presupuestos quedaron añicos, las planillas sin bordes en blanco porque los números grandes no caben en boletas de pagos de caja chica. Los instrumentos financieros y las movidas seculares pasan a ser obsoletas y el intercambio de rezos en las iglesias  aumentan, donde los fieles dueños de empresa, jefes de poco y nada, buscan refugio, aunque sea en la repetición de palabras de consuelo para no ser condenados a un embargo por falta de pago de una obligación financiera o fiscal.

El año que subió un empresario al poder, lo vendió todo; el año que subió un proletariado al poder, lo regaló todo. El primero vivía de comisiones por venta; el segundo de adulos y victorias pírricas. Pareciera que la igualdad en tiempos de riqueza es lo mismo que la desigualdad en tiempos de pobreza, no importa el orden de los factores, el resultado es el mismo.




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