EL CRONISTA DE SANVERLEING
Cuatro mil personas morían en el
extranjero. El, que camina por todos lados, con sus patas de perro, no creía lo
que pasaba alrededor de oráculo de Nonflest.
La criatura despiadada agarraba a
los hombres por las piernas y los descuartizaba en cuatro pedazos: los brazos
caían encima de los techos de las casas; las extremidades superiores en los árboles de manzano; la cabeza y el tórax en el río más cercano. Después de la
victoria heróica registrada por Neflontes, el cronista de la época, poco y nada
quedó del recuerdo de los pueblerinos, ya que él se encargó de recoger cada
testimonio ignominioso y sacramentarlo con gritos de dolor. Llevaba en su
morral una libreta de caña hueca y un bejuco para anotar. Su silibanto lo
guiaba por las rutas, y mandaba toda su correspondencia, al problemario local,
con las aves que pasaban al norte.
Neflontes había estudiado las
acciones de los Corintianos, los Mecéfoles y los Austrianos: conductas
similares y desastrosas. Lo que había ocurrido en esa localidad cerca del río,
donde los Urutas residían, era algo que la historia llamaba: golpes del
destino. Simulando escribir todo lo que escuchaba, a veces se memorizaba las
palabras con el sonido propio del lugar. Si decían dolor, recurría al sonido
intermitente de las aves al cruzar el cielo. Si decían palabras que
recurrían a la pasión, los colegía con los de los pasos de los caballos. Si
replicaban los desajustes de la naturaleza, los remitía a los olores y causas
nobles.
Ese día él pasaba por casualidad
por el lugar, perseguía una historia como buen cronista, que lo lleve a la
seducción de la palabra y al jolgorio de la información. Sazonaba en su mente
la quisquillosa vida de los palestinos que habían huido de las tierras áridas
de su territorio para caer en las selvas vírgenes del occidente. Neflontes, que
había estudiado en los edificios mediterráneos de las grandes universidades en
la colonia real, decidió dejar de contar muertes y vidas de gente que todo el
mundo conocía para interiorizarse con el resto de los hombres. Fue así que
llegó en plena refriega donde un monstruo de cuatro cabezas y seis patas,
volaba arrasando con la población de un pueblo beduino, los Urutas, eran gente
tranquila que vivía de la caza de mariposas y de reponer agua a las nubes.
Subían anaqueles completos de agua dulce hacia los oráculos para nutrirlos de
sabiduría y, reunían entre sí, la mayor cantidad de piedras preciosas que
guardaban la memoria de los pueblos del mundo. Vivían internados en la selva
meridional, extrayendo jugo de vetustos y manzanos del edén. Neflontes, que con
su ojo refractor, fue llevado por caminos paralelos, escuchó los gritos y
corrió hacia ellos.
En el interior de la comunidad
habían túneles que llevaba al centro de la población, de los cuatro mil
habitantes en la zona cero, solo quedaban cien, internados en una especie de
cuartel general, custodiados por animales que medían más de dos metros, con
cabeza de leones furiosos a cada lado del cuerpo, impeliendo la entrada de
cualquier mortal por atrás y por
adelante. Lo guió un niño que Neflontes había rescatado de la garra de la bestia.
En el interior de la cápsula subterránea
se encontraba todo el poder de la tierra, sumida en cuatro motores que hacía
que se mueva el planeta. La reactividad de una máquina conectada a una planta
simbiótica llena de raíces arraigadas a la piedra frontal. Un panel de placenta
y plasma que monitoreaba los buenos y los malos pensamientos, los miedos y los
sufrimientos, así como las alegrías y las esperanzas. Un montículo de piedras
brillantes que eran extraídas de un túnel del tiempo, con la cual daban poder a
la máquina reactora de toda la energía. el último de los motores era una
pequeña tableta hecha de sirionó que servía de control y enchufe de poder
central.
En ese vistazo general, Neflontes
logró entablar su primera entrevista con alguien que daba las ordenes y que
hablaba en todos los idiomas del mundo. Somos cien personas que estamos
resistiendo al desastre universal, esgrimió entre susto y tragedia, hablaba con
superioridad y templanza pero con el apronte de los hombres que no tienen nada
que perder. Somos el último eslabón de las buenas causas, lo que usted ve,
explicó, es la base central de todos los registros que la humanidad tiene como
resquicio, es decir, aquí se guarda toda la verdad sobre nuestra existencia,
resguardada en esta cápsula oculta bajo la tierra de los Urutas. Ellos han sido
por siglos protectores de los designios del más grande de los espíritus y que ha
dado vida a todo. El esplendor de su luz puede ser acabada si no resistimos
esta lucha que tenemos frente a esta criatura de cuatro cabezas y seis patas.
Neflontes obligado a salir a
empujones del lugar por los guardias que se dieron cuenta que no era un Uruta,
lo votaron al centro de la pelea, pero ya casi todo estaba acabado, los cuerpos
sin vida de los pobladores del lugar, la imagen sangrienta, el humo y el cielo
confrontados.
Sanverleing era un Estado dentro
de otro Estado, según cuenta los mapas cartográficos de la época, explicaba el
cronista, era tierra bendecida con el mayor de los frutos, la manzana y la
verdad. Todos se alimentaban de ella, la gente vivía de manera pacífica, antes
de los Urutas, que en el idioma castellano significa luchador protector, habían
llegado allí después de haber vivido dos mil años nómadas.
Los Urutas son gente pequeña, de
rasgos frágiles, blancos como la nieve y fuertes como las rocas. Su jerarquía
más alta, era el que poseía la mayor nobleza y fidelidad a la causa. Ellos
sabían que protegían algo, pero no sabían exactamente que. Vivían debajo del
centro de poder de parte del universo y sentían esa fuerza que los magnetizaba al
lugar.
La criatura despiadada, que
volaba arrojando ácido desde su boca, tenía cuatro cabezas porque se mezcló con
los cuatro vientos del terror, fue ensamblado en la mente peligrosa de los que
querían el poder total, sus piernas fueron creciendo a medida que en las peleas
se le eran arrancadas, a su favor, su metamorfosis celular creada en un
experimento científico de clonación, le daba las propiedades de reproducirse y
crear nuevos miembros y extremidades desmembradas. Era una mezcla de dinosaurio
con dragones, sacados de los libros de la edad media.
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