jueves, 20 de enero de 2022

El exilio

 Tenía las maletas hechas, cuatro pasajes comprados, un seguro de salud y el corazón atravesado en la garganta para no llorar. 

Siempre escuché historias de exiliados, desde mi función de periodista encontré hasta novelescas las historias de los hombres y mujeres que salieron del país por motivos políticos: periodistas, diputados, senadores, historiadores, o simples personas que habían un día planteado su posición política en una opinión en la calle. 

No es necesario estar afuera para exiliarse, decía en mi ingenua forma de entender las cosas, el exilio se vive en carne propia no en la de los demás, se puede estar acá y autoexiliarse, en su mente, en su postura inocente de creer que lo que pasa en nuestro entorno político no nos afectará. Pero no es así. El exilio te autodetermina desde el primer momento que pones pie en suelo extranjero, en otra nación que no es la tuya, donde hay que gente que no reconoces ni por el apellido ni por la forma de hablar. 

El exilio no es un viaje de placer, no es una visa de turista en el mundo, es una opción sin pasaje de vuelta, aunque uno quiera volver. Sabe que en el retorno, las cosas pueden empeorar y el instinto siempre lo mueve al ser humano hacia la propia defensa y protección de los suyos. Ese es mi caso. Vivimos preso de los miedos, de decir lo que queríamos y pensábamos era lo correcto. Ser periodista y no poder investigar o tan solo opinar es vivir en la autocensura. Y cuando la autocensura gobierna las palabras y las actuaciones de las personas, deja de tener independencia. Vive subordinado por un régimen del terror, del temor de no estar de acuerdo con lo que dicta un gobierno.

El gobierno del MAS siempre fue autoritario, desde las épocas de las bubuzelas, cuando Evo Morales era presidente buscó desde el primer minuto de su presidencia tratar de acallar a la prensa. 

Ya son las 2:57 de la madruga en mi país de origen, las  00:57 en mi país de exilio. Ya no amanece igual que antes, hace frío y el recuerdo de los días de libertad parecen una estela de humo en el horizonte de la memoria. 





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