lunes, 23 de marzo de 2020

DÍA 2 DE CUARENTENA


A veces exageramos un poco. En realidad no se puede exagerar un poco, el que exagera significa que ha hecho algo en demasía.
Resultado de imagen de muertos por coronavirus
Contagio por Coronavirus

La epidemia del Coronavirus es una exageración necesaria, (con el objetivo) para resguardar que los países no entren en pánico financiero  económico. Si bien el virus existe y mata gente cuando ingresa a sus pulmones, lo hace dramáticamente a gente que ya está en la octava década de  su vida y para bajo, la sexta. Rumores más, rumores menos, la epidemia sirve para advertir que no estamos preparados para encarar semejante desastre de enfermos ocupando camas insuficientes en los hospitales del Estado, del municipio, gobernación de los federales o de los seudo socialistas. 


El problema es que tiene una expansión efectiva generando una curva altísima difícil de alcanzar por parte de los médicos y profesionales del área de salud. Lo ideal sería que todos nos volvamos un hospedaje pasajero de un virus que si el cuerpo lo permite lo deje alojarse unos cuantos días para luego irse como lo hace la popular gripe. Pero no, este virus es tan disruptivo que hace que las estadísticas se vuelvan una materia interesante cuando al por mayor detecta a los cuerpos más ineficientes para combatir el covid-19

Más allá de las conspiraciones que siempre se tejen, las elucubraciones políticas, el miedo de la clase media latinoamericana, absorbida por las tendencias mundialeras norteamericanas y los ostracismos de la vieja europa, sabemos que la gran china nos miente y nos dice la verdad cuando detecta los virus a destiempo para nosotros y a tiempo para ellos. Al mundo le falta ser más Corea del Sur y menos Italia. 


Lavarse las manos más veces de lo imaginable hace un par de semanas, encuarentenarnos por más de 14 días en nuestras casas, ver colapsar nuestras economías, reconocernos idiotas viviendo en una masa ciudadana que no responde ante los delirios de vox populi, somos la primera piedra que se tira, siempre.

Los noticieros están en su jauja con la mayor atención la cual habían perdido hace un poco más de un lustro. Están exaltados nuevamente porque son los transmisores de noticias buenas y malas; más malas que buenas, porque las segundas en este caso, no venden.


Lo más seguro es que el virus entrará al cuerpo del 60 o 70 % de la población, hablando de Bolivia y mate a un porcentaje mínimo de personas que desprotegidas por la suerte, habrán tropezado con el virus en alguna saludada de manos.

Lo ideal sería que nos cuenten que es lo que va a pasar con el virus, a que nos cuenten los confirmados y los muertos. Atrévanse a mirar de frente a una pandemia que es perfectamente controlable más allá de la ignorancia de la gente que desacata una orden presidencial. Lo que pasa es que con el chuño no se juega, si se enferma se recupera y el virus nunca más volverá.

No le metamos miedo a la gente que el virus lo va a matar, digámosle que es mejor controlarlo. Y ya sabemos cómo: con agua y jabón.





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