En realidad la historia de nuestra tele está plagada de malos entendidos. En un periódico local el domingo anterior, en el suplemento cultural, un periodista del rubro escribió una nota sobre la televisión y de cómo los canales definen los programas que se ponen en la grilla de programación. El resultado de tanto razonamiento o paja mental, sirvió que para el periodista genere la siguiente conclusión: los dueños de los canales y los productores ponen programas a disposición del público según sus posibilidades y las percepciones de necesidad del que mira tele. No hay un estudio que diga que esos programas son realmente necesarios y los más vistos. Una percepción obvia del que escribe lo cual deja mucho que desear o mejo dicho mucho que preguntar. En un apartado de la nota como complemento a lo que quiere esgrimir como una verdad el escribidor de la nota, da como fuente precisa a otro periodista reconocido del medio que sabe de televisión y asevera que como no existe una institución que haga medición de audiencias, los que deciden que va y que no va en la pantalla chica lo hacen a ciegas y no bajo parámetros exactos de que realmente ve la gente. Una inútil percepción da una inútil respuesta de lo que realmente ve la gente. Por último, en el afán de desgranar la idea de que el contenido de la tv es malo es gracias a esos “gunster” de la pantalla que hacen lo que les da la gana con los gustos de la teleaudiencia y ponen el plato servido según sus ganas y posibilidades.
Una televisión ciega pone programas ciegos que no ven a los que los miran, cosa que no es ni lo mas mínima cierta ya que una aseveración a ciegas propone una solución o hipótesis igual de ciega. ¿Como sabemos cuál es la verdad? Seguro que da para mucho más que eso. Un estudio más serio, o por lo menos más inspirado en buscar la información clara, daría como resultado cuales son las verdaderas falencias de los contenidos en la teve. El 50 por ciento deben ser enlatados que son comercialmente bien vendidos pero no aceptados por la audiencia por su contenido. Primero juega mucho la identificación que tienen los que miran esos contenidos y tienen que tragarse porque no hay más que mirar. Rasgarse las vestiduras aseverando que los programas de la tele son el relleno para una grilla de programación que necesita decir, ¡hey acá tenemos algo que podes ver y mirá que también hay publicidad!
¿Quiénes son los culpables del bajo nivel de los contenidos de la televisión? Muchos piensan que los bolivianos tenemos la televisión que nos merecemos, pero no creo que sea tan así. Mas parece que tenemos una televisión propositiva que va caminando a tientas para ver donde se localizan las verdaderas audiencias. Hay programas que han dado resultado en otras partes del mundo y que tranquilamente podrían funcionar como un producto aceptado por las masas. La mayoría son de entretenimiento simple que buscan dar placer al ojo del que lo mira con una hora o minutos de buena tele. Pero la buena tele queda reducida a un momento de relax en el resto de la programación. Es decir, preferimos ver televisión por cable a ver lo mediocre que resulta ver programas mal producidos en nuestra tele. Quizá pasa por que le falta identidad y sobre todo un buen presupuesto para hacer esa tele que todo el mundo desea. Cuando el criterio de las personas rebasa los límites de la mediocridad local, decididamente el televidente se vuelca a lo que ya está producido y tiene éxito.
¿Cuáles son los problemas por los que atraviesan los programadores? Pues es sencillo deducir. Los mandan sin preparación a competir en una pantalla llena de huecos y sin bases criticas ni reflexivas de lo que debería ser la tele que queremos y que nos merecemos. Seguro en ninguna parte del mundo hay la cantidad surtida de programas para todo tipo de público. Es por eso la tendencia de hacer canales temáticos y dirigidos a un segmento exacto de audiencia.
Sin más rencores que la mediocridad televisiva muchos la aceptan tal y como es y no se dejan llevar por resquemores de escritores de media tinta que tratan de otorgarle el mote de tv basura. Existe también y es parte de lo que vemos. El entretenimiento no es malo, menos los programas de análisis, todos pueden convivir en un mismo espacio de aire emitido. Lo grave es cuando no tenemos el criterio para ordenarlos y vertirlos a la mente de los avizorados telespectadores. Sacar una reflexión exacta de todo esto es ni más ni menos que esbozar calumnias y maltratos hasta al mismo televidente que hace de la tele su compañera. Es bueno discernir sobre estos temas pero cuando no se completa la información necesaria, es difícil poder dar un veredicto correcto.
La mentira más grande del mundo es que somos los mejores. Todo el mundo lo sabe eso. Nadie quiere decirlo porque es en vano dar a entender que la diversidad es exclusiva y excluyente. Todo el mundo tiene conceptos, gustos y creencias diferentes. Compartir un espacio con un mamotreto de programa y encontrarse con otro que lo supera en calidad es lo más recurrente en nuestra tv.
Entendiendo la historia de nuestra televisión nos puede dar una mejor idea de que es lo que pasa por la mente de los que definen que va en cada horario de la grilla televisiva. Algunos llegaron a la tele como un mero negocio en el cual hay que sacar rédito de manera urgente. La tasa interna de retorno a veces contraviene con la tasa interna de los televidentes. Es ahí cuando la realidad golpea de manera brutal en el rostro de los que creen que equivocándose pueden encontrar el rumbo. En un rubro donde la competencia y el conocimiento crecen a pasos gigantescos lo poco que queda de tiempo, no da para hacer malabares con el consciente y el subconsciente de las personas. El psiquis de los que miran y de los que nos hacen mirar va mas allá del depende. Muchas cosas no dependen de nosotros pero la influencia aunque no queramos, hace estragos en los números finales de las cuentas de los bancos de los canales de televisión y por lo tanto no deja sentado a más de un gerente de programación en el mismo puesto por largo tiempo. Hay otros que llegan más rápido al quirófano gracias a un infarto que ha ganarse un premio de otra empresa que quiere hacer publicidad gratis otorgando premios por doquier.
¿La televisión está hecha a nuestra medida? No tiene los rasgos de los que la miran. En la historia de la tele, la auto identificación de lo que queremos ser con lo que somos rebaza la realidad y más que reflejarla, la distorsiona. Es como mirarse en una vertiente de agua cayendo de una lapidaria columna que de una tranquila y calma laguna. No nos sentimos identificados, pero si hace que identifiquemos deseos y posturas de otras partes del mundo. Los programas y formatos audiovisuales que son producidos en lugares donde la industria se toma en serio cada aspecto del contenido audiovisual choca con la idiosincrasia del televidente boliviano. El “Baywach” boliviano nunca lo vamos a ver en una de nuestras playas ya que no la tenemos ni siquiera como estereotipo. La tendencia de la gente de volverse un reflejo de lo que mira es manejada por la prepotencia de las imágenes que entran por las pupilas de centenares de gente que miran con toda pasividad y consumen diariamente. Muchas veces nos hemos encontrado por las calles, algo así como una especie de hologramas caminando por las calles, a personas que se creen un personaje de la tele. Solo para dar ejemplos bastaría con sentarse un día cualquiera en la banca de la plaza principal y ver como los jóvenes encuentran en la auto identificación con actores, cantantes y símbolos mediáticos el modelo a seguir. Pocas veces reflejamos lo bueno que existe acá quizá porque no hay un modelo que tenga la preponderancia o la fuerza. Somos hechos de barro mediático. El pixel que tiramos en las pantallas de televisión con las producciones caseras es pantanoso y maloliente ya que crea protuberancias icónicas que rayan en lo ridículo y dejan, más que una enseñanza, un retraso mental. El objetivo está cumplido. Son pocos los que lo entienden. Pero el sueldo hace que genere la adrenalina como para sacar fuerzas y decir que se puede llegar a un público objetivo sin ni siquiera saber que tan objetivo se puede ser.
Jugar con la mediocridad de la plebe, es poco mas que pedir que ellos puedan hacer más por los que ponen el material en la tv. Al final de cuentas en la búsqueda de culpables otros lo encuentran en los auspiciadores que como parte de un supuesto “eje del mal” criterio para decir que programas auspiciar, ponen todos sus quintos y sus cuartos en los supuestos programas de mayor rating. La palabra maldita y poco entendida. El maldito rating que esclaviza a más de un productor y gerente de programación. Cuantos puntos mediste es lo que sos, según el medio. Pero para desgracias de muchos, esos puntos de rating solo viven en la imaginación de muchos que lo único que hacen es mentirse, mentir a la audiencia y mentir a los que le pagan para mentir. ¿Todos somos culpables? La vulgarización de la pantalla chica lo dice todo. Muchos hablan lo que les da la gana, por culpa de los que escuchan lo que les da la gana.
El Estado interviniendo en la tecla del programador. ¿Que es lo quiere el Estado para los que habitan su territorio es otro tema por discutir a diestra y siniestra?. La babosidad como los políticos les gustaría oprimir las teclas de lo que sale en la tele es otro fiasco televisado. Gobernar obedeciendo al pueblo o hacer lo que yo quiero que el pueblo haga. Ya lo escribió la historia con miles de palabras y gotas de sangre las consecuencias de este ir y venir de la intervención en las ocurrencias de un publicista gubernamental. Todo para el pro y el porvenir del Rey de turno. La tele abusada y no considerada. A muerte la han herido una y mil veces pero siempre queda moribunda. Por eso la historia de la tele tiene mil momentos que contar. Tantos que dan plazo ilimitado para contarla, pero quizá el objetivo de tanta palabra escupida desde el teclado a la página pixelada del computador lo único que cause sea un simple cosquilleo en lo cínico de muchos que hacen de este bien público uno más de sus artefactos o mejor dicho, una de sus fábricas para hacer dinero, Fácil o difícil, es otro tema.