sábado, 4 de julio de 2020

EL REGISTRO DEL CAOS


Salgo corriendo con la frase bajo el brazo de un webinario de la fundación Gabo, me acabo de robar una idea que se siente caliente todavía en mis tímpanos. 

El registro del caos. Ladrón de frases calientes me dicen. 

Los registros  los imagino como esos cardex que utilizaban los contables en los años anteriores al software digital para llevar los Debe y Haber en las empresas. Esta vez hay más registros andando por las calles para definirlos como caos.

Uno de ellos es la lectura incipiente de los infectados por Covid19 en UNITEL. Leen los positivos como si fueran del día, sabiendo que los resultados obtenidos por jornada tienen un retraso de casi 30 días. ¿Se puede tener un caos más evidente que ese?

Otro de los caos más estrepitosos de la década pandémica son las atribuciones que se toman los políticos para seguir haciendo lo que les da la gana, o mejor dicho, lo que les da plata a sus bolsillos. Es obvio que la obsesión  de los políticos es el poder, pero el poder atrae el dinero, sin dinero no hay poder, y tampoco no hay prebenda, ni coimas, ni extorsión, ni corrupción, es decir, todo lo malo que sigue a la palabra político. 


El caos en los hospitales, nunca antes habíamos visto tanta gente enferme caminando por las calles y ni siquiera se dan cuenta. El miedo los hace deambular de un lado para el otro, con sus enfermos a cuesta, esperando en las entradas de emergencia, un espacio para que sus covid19 puedan ser atendidos a tiempo. Muchos no llegan a tener suerte y mueren a metros del centro médico. 

Es tan difícil llevar un registro exacto del caos, pero vemos y anotamos los que son de envergadura estructural. Una sociedad que se vendió a un partido político no puede estar exigiendo que les abran las puertas de los hospitales sabiendo que apoyaron a uno que las cerraba para abrir porterías en canchitas de pasto sintético. 

Tal vez ese sea el mayor registro de todos los "Caos" que han habido en Latinoamérica y el mundo. Un presidente que se dedicó a robar está siendo vitoreado para que vuelva a seguir robando. Es tanto el caos que la tierra no soporta tanta estupidez que tiembla.

La década pandémica, la estamos empezando a vivir el año 2020, justo cuando empezamos a creer que ya estamos en un mundo civilizado, nos encuentra este virus desnudos de cuerpo y alma. Se entró por nuestras narices y nos enfermó el pulmón izquierdo y derecho, no discriminó a nadie y esto generó el peor de los caos, que la gente no se esperaba tanta honestidad por parte de un virus, que sin decir nada entró a nuestro mundo a desafiarnos. 



jueves, 2 de julio de 2020

CHOFERES DE MICROS:ESCLAVOS DEL SIGLO XXI



Creo que no te has llegado a preguntar cuánto gana un chofer de micro. 


Nuestra relaciòn con el chofer del micro es muy íntima, es el que nos lleva y nos trae todos los días, en algún momento de nuestra vida, si es que ya no es así, fue ese chofer que te extendía la mano para que le pases el quinto a la mano, o el billete, o el carnet de estudiante para que mire de cerca que no estás mintiendo.

Es ese tipo que le conoces la mitad de la cara, como a la luna, a veces lleva un bolo en la boca, una toalla pequeña en el cuello o como pasa últimamente, en estos meses antes de la cuarentena, un celular con el Whatsapp abierto. Trabaja de sol a sol, traducido: entre 12 a 16 horas por día. Va y viene, viene y va. Siempre pienso cuántas vueltas dará este hombre para ir y venir tantas veces para que el día se le acabe con él al volante.

Creo, que ni ellos se han dado cuenta, porque son cómplices o porque se sienten culpables de no querer escapar de esa prisión que se llama rutina. Reciben plata todo el día, tal vez sea ese el opio que los consume a diario. O simplemente es la necesidad de tener plata en el bolsillo y comprar el desayuno, almuerzo, el pan de la siesta o la cena para su familia. Las cuentas también son esclavizantes. 

Pero qué pasa si te preguntas qué nivel de esclavitud tienen estos seres del volante. Sacrifican su vida por un pseudo salario que apenas traspasa la barrera del mínimo nacional. Son esclavos echados a su suerte y, la pandemia ha desnudado esta situación. 

La respuesta es que ellos son solo choferes de micros, no dueños de vehículos del transporte público; son humanos amarrados a un oficio que los esclaviza porque viven en la situación de pobreza extrema cuando no realizan esa labor; y está demostrado en esta cuarentena de los mil días, que cuando van cien jornadas sin pisar el pedal del acelerador, sin cobrar su 10 por ciento de lo recaudado y algo más que muerden por ahí, no tienen otra alternativa que salir a la calle a pedir limosna. 

Son esclavos que esta cuarentena ha dejado en las calles, porque sus dueños (de micros) lo han liberado de su yugo: el volante del micrero. Son  esclavizados a un oficio que no les da más que eso, que tiempo para ser esclavos, para sostener a una familia de cuatro o cinco. Son parte de un sistema que los ha metido a un callejón sin salida.

Preguntémonos si es así y luego miremos alrededor, o cuando te subas a un micro este próximo 6 de julio, fecha autorizada por el municipio cruceño para que ellos tengan otra vez al acceso a su oficio que los somete de por vida. 

Preguntá si ese vecino de esta ciudad no cumple un rol al que está obligado a hacer, porque ni siquiera le están dejando la chance de pensar si está bien lo que hacen: solo quieren salir a trabajar dice, pero en esas condiciones que son las condiciones de una esclavitud, o semiesclavitud o esclavitud disfrazada, como quieran llamarlos.

Transporte público de Santa Cruz no acatará el horario continuo y ...

martes, 30 de junio de 2020

SEXO EN CUARENTENA

Ella estaba acostada sin pensar que era lo que estaba sucediendo. Simplemente me dijo que quería olvidar todo lo que estaba pasando, que leer un libro podría ayudar a imaginar otros mundos, a olvidarnos que existimos con un virus, que morimos cada día sin respirar por un tubo en una sala de aislamiento.

Es mentira, no puedo leer, no puedo dejar de pensar en toda esa gente que tose y tose, que la fiebre le carcome el alma, que los miedos de muerte le susurran en los oídos mientras una carraspera le salpica en la garganta. Es difícil leer encerrado en nuestros miedos más allá de ser un asintomático empedernido que sale a la calle como un superman implacable que no sufre de enfermedades baratas ni kriptonitas inventadas. 


Sexo en cuarentena, lo leí de raspapinchete me dijo, pero quien puede tener una hora de sexo escuchando al vecino que tose toda la noche. Acabo de apagar el televisor y lo único que he visto ha sido el conteo permanente de personas positivas y, no hablaban de actitud ni mucho menos de positivismo en tiempos de pandemia. Los muertos los cuentan por mil, los testimonios de los médicos son los más desgarradores, el sexo no tiene sentido cuando te metes en su piel sientes que te quema la conciencia por estar metido en una cama caliente, pensando que tal vez mucha gente está muriendo.

No es para tanto, me dice, tampoco no podemos estar salvando el mundo, mejor leamos un rato más y reduzcamos el estrés de tanto virus. Pero no podemos, porque somos positivos y, nos asalta la duda de la reinfección. Tratar de dejar de ser positivo es un poco caro, las pruebas rápidas son tan caras que mejor dejamos de pensar rápido en hacernos alguna. De todas maneras para que querés una prueba PCR o en sangre si te va a salir lo mismo. Ser positivo es una cualidad de infección y portador, ser positivo igg también  pero sin la carga viral andando por nuestro cuerpo, por lo tanto el sexo también podría ser una alternativa después de que salga nuestra última prueba. 

Pero los protocolos no hablan nada de sexo en cuarentena siendo positivo, le digo como queriendo ocultar mi miedo a compartir flujos con virus. Es un engaño al final de cuentas, dice que por cada mil infectados hay otros dos mil dando vueltas por las calles y no llegan a los hospitales, peor a las planillas de excel de las estadísticas de los gobiernos municipales y departamentales.

No importa, leer el libro puede ser la mejor opción y si no resulta eso, el sexo en caurentena nos puede llevar al siguiente nivel, dormir cansado...pero despertar después, otra vez asintomático.

Homeschooling y el problema de la educación en Bolivia


La Pandemia ha sacado a flote muchos de los problemas que tenemos como sociedad, uno de ellos es la educación de nuestros hijos.


La educación pública versus la educación privada, una asignatura difícil de superar para los bolivianos.

Entre las opiniones que hemos escuchado estos últimos días  es de que los padres que deciden llevar a su hijos a un colegio privado están solventado los gastos que debería asumir el Estado y los gobiernos. Pagamos por ellos por el mal sistema educativo que tenemos, por el otro lado, los profesores y todo la superestructura donde están insertos muchos profesores, se encuentran en una diatriba, la educación en tiempos de cuarentena.


El magisterio, el Seduca, la currícula, los maestros, las materias, todo se nos vino encima a los padres que tenemos la labor de educar a nuestros hijos en casa, en un sistema no presencial adaptando recursos que antes estaban destinados para otras cosas, como por ejemplo el teletrabajo. 

Esta porción de la población que puede acceder a un selecto o paupérrimo internet y puede dotar de los equipos a su hijo se convierten en la minoría, ya que los más de 3000 colegios que antes albergaban a más de 1000 alumnos por turno, hoy se encuentran aprendiendo cómo manejar una cuenta de zoom y llevar sus clases a los alumnos mediante transmisiones en vivo.  Si antes era un reto mantener en silencio a un grupo de 30 a 50 alumnos en una aula física,  ahora es mantener estable una conexión con la misma cantidad de estudiantes pero de internet. La conexión alumno profesor se disuelve en cada transmisión y son pocos los casos donde hemos visto que aumenta la productividad de los educadores y el nivel de los alumnos (faltan estudios que comprueben lo primero y lo segundo ya que teniendo todavía la cuarentena calientita va a ser difícil tener análisis certeros sobre esta situación) 

Ahora los profesores tienen que enseñar a distancia, manteniendo la misma intensidad de estrés como si estuvieran en clases en el colegio, pero desde la sala de su casa. ¿Es aquello posible?, la discusión sobre este tema parece que está sobrevalorada. 

Todo cambio necesita un proceso de adaptación y, tal vez este tenga que ser el enclave necesario para entender que esta manera de educar es la que se tiene que aplicar de ahora en adelante. 

El negocio de la educación ha cambiado, sobre todo para los que aprovecharon por mucho tiempo las deficiencias del Estado para proveer una educación que iguale en términos razonables de calidad. 


Sobre el Homeschooling, solo es favorable cuando los padres tienen las herramientas tecnológicas y tiempo para dedicar a sus hijos el aprendizaje en casa. Se atenúa los conflictos cuando se tiene un presupuesto para profesores particulares y que dedican su esfuerzo a levantar el nivel del estudiante.

Sobre el problema de la educación en Bolivia, no es necesario hacer más estudios sobre este hecho, ya que sabemos que vivimos en uno de los países más atrasados del mundo y no solo de Latinoamérica , sino que también por las características de nuestro país y por el robo indiscriminado por parte del anterior gobierno que estuvo 14 años en el poder, podemos inferir que la educación de los jóvenes bolivarianos está entre las peores del planeta. Solo una parte de la población ha sentido menos los efectos de este mal endémico que es la corrupción, departamentos como Santa Cruz donde se genera la mayor productividad del país ha logrado bajar el nivel de analfabetismo en bolivia gracias al esfuerzo de su gente que ha obtenido los recursos necesarios para acceder a la educación y bajar la deserción escolar.



100 días de cuarentena


No hay nada más violento que pasar hambre.
Los choferes de micros vivían dando vueltas por la ciudad. Son casi o más de nueve mil. Sentados en los cacharros que sirven al transporte público de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, movían a toda una urbe con más necesidades de transporte y circulación como de aire para respirar. 

Hoy las cosas cambiaron, llegó un virus que quita el suspiro de la boca, se introduce a los pulmones y mata a un porcentaje de la población que indefensa se somete a la fuerza de un ente inanimado. Los demás sufren de miedo, algún que otro resfrío, dolor de cabeza o malestar de cuerpo, nada que un ibuprofeno o vaho de eucalipto no pueda sanar. 

Van más de 100 días de cuarentena y los traumas en el ser vivo urbano, ese que tiene arterias hechas de cemento y losetas ya está sintiendo. Sus calles se encuentran con personas deambulando en busca de comida y salud. Muchos vecinos, esos que permanecían escondidos en sus barrios han salido a las rotondas y puestos de ventas autorizados para pedir ayuda.  La explosión se traduce en miseria. La gente está mendigando y no puede afrontar la pandemia decentemente. 

Es el caso de los choferes de micro de la línea 15, que calzados en sus uniformes de color celeste con un tapaboca y carteles pidiendo ayuda, salen a la avenida principal para pedir ayuda al pueblo, sin entender exactamente a quien le piden ayuda. 

Pasa una ambulancia con la sirena a gritos, una sala de cuidados intensivos intermedios a 80 kilómetros por hora pasa de norte a sur y otra de este a oeste. Se entrecruzan los sonidos de emergencia mientras los transportistas achican cada vez más el camino de los que vienen y van por las avenidas del cuarto anillo. 

Un niño sujeta un perol, una ollita vacía con la que espera recaudar para la olla común, otro hombre baja de una moto con bolsas llenas de vegetales y la esposa lo espera con la leña en fuego. Todo eso realizado en el parqueo donde antes estacionaban los micreros con sus unidades de transporte color celeste. 

Extrañan cobrar 1 boliviano estudiante, 2 bolivianos mayores. Extender la mano para que el usuario entregue el costo del pasaje. Antes de la cuarentena lograban recaudar hasta 1000 bolivianos por día, quedándose con el 10 por ciento del total: todo lo demás se va en combustible, renta y otros gastos propios del ajetreo del vehículo. Al final de mes llegan con 3 mil bolivianos ya cobrados, sin seguro ni posibilidad de ahorrar.