Las noticias
cayeron como balde de agua fría para las feministas que miraban el televisor
pantalla plana de señal digital.
El hombre de bigotes blancos y anteojos lastrados por el tiempo había dicho
lo menos pensado. Que el dignatario de estado municipal había sido el mejor
alcalde del país por ser un metemanos y besuqueador empedernido. Que todos hubiésemos
querido ser como él, sino fuera por nuestra cobardía.
En pocos minutos ese hombre que fue rector de la universidad pública más
importante de la región, que coleccionó títulos honorarios y honoríficos, se
calzaba en segundos un saco de la dignidad manchada con agujeritos de bala con
sangre y sal. Ponía la llaga en la herida con agua oxigenada, con ideas
repetidas y salmos malgastados a un alcalduli preso de su senilidad electoral y
de su demencia mediática. ¿Es acaso la
tercera edad una excusa para hablar barbaridades?
La pasada semana, antes de los carnavales, los bandos de las comparsas se
escuchaban en la plaza. Lo que dijo Jerjes Justiniano, calzaba a la perfección
en una escaleta de prosa carnavalera. Supongo que ni el mismo Percy Fernández
podía creer lo que sus oídos escuchaban. El deschavete había comenzado.
Con el título en pie de pantalla: “SANTA CRUZ
MERECE UN CAMBA COMO PERCY” comenzaba su
discurso el homenajeado con la cruz potenzada con las siguientes palabras: “¿saben
por qué ustedes, Percy no es censurado
cuando se le va la mano? Y le tira por ahí una escapadita, o le tira una besada
a alguien. ¿Por qué no lo censuramos? ¿Se ha preguntado alguien? ¿Sabe usted
Percy por qué no lo censuran?....porque nos identificamos con Percy. Ese es su
éxito de Percy. Ha logrado una naturaleza tal que se identifica con el
pueblo. Todos quisiéramos hacer eso que
hace Percy. Todos quisiéramos hacer, pero no tenemos coraje para hacerlo.
Pero aun así, tomando en cuenta las precarnavaleras actuaciones de sus
ciudadanos, la locura se desataba por
las calles del pueblo. La losetas movidas por los años, tronaban los “talón,
planta, punta”, de mujeres indignadas por el condecoro indecorado de sus declaraciones. La reafirmación de una
sociedad machista, millenial desalariada, que corre con pruritos en sus manos,
rasgándose las vestiduras, por declaraciones de un orfebre de la palabra mal
dicha. ¿Acaso no somos una sociedad colonial De esas que tienen todavía
conventillos convertidos en instituciones donde se roban las ilusiones a los
nuevos ciudadanos de a pie que teclean en sus celulares las barbaridades de los
decimonónicos vestigios de sus autoridades?
La inocencia de sus palabras, tratando de entender al ex rector, no tienen
más misión que la de convencer que en este Macondo cruceño, todavía se vive
midiendo a la gente con la vara del sueño ideado e ideologizado por corrientes
perversas de actualidad primermundista. Donde las selfies y los hastag generan
más olas que el Rio Piray, que hace tiempo dejó de ser más que un límite físico
que sentimental y apolíneo. Donde las mujeres siguen caminando descalzas, con
un tipoy aprisionando sus cinturas y una tinaja de ilusiones en sus cabezas. Al
recitar su oda al edil adorado, el ex patricio cruceño coronaba su carrera política,
ciudadana al servicio de los demás, con una corona de espinas de rosas salidas
de un palo del diablo, arengando al feminismo sin querer queriendo a reivindicar
su lucha porque todavía hay mucho por hacer.
Hay que pensar en una recitación, la de Jerjes, como la que daba en su escuelita fiscal “Neptali
Mendoza”, cuando era un niño febril, acordonado por una sociedad sesentera, en
un pueblo de 50 mil habitantes, para entender el contexto y ceñir el presupuesto de palabras mal gastadas
de Justiniano, en un acto que recordaba los años de fundación de esta ciudad,
ante un alcalde que metió mano a una urbe y besuqueó sus calles polvorientas,
como si no hubiera un mañana.
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