martes, 5 de marzo de 2019

De Jerjes para Percy


Las noticias cayeron como balde de agua fría para las feministas que miraban el televisor pantalla plana de señal digital.

El hombre de bigotes blancos y anteojos lastrados por el tiempo había dicho lo menos pensado. Que el dignatario de estado municipal había sido el mejor alcalde del país por ser un metemanos y besuqueador empedernido. Que todos hubiésemos querido ser como él, sino fuera por nuestra cobardía.

En pocos minutos ese hombre que fue rector de la universidad pública más importante de la región, que coleccionó títulos honorarios y honoríficos, se calzaba en segundos un saco de la dignidad manchada con agujeritos de bala con sangre y sal. Ponía la llaga en la herida con agua oxigenada, con ideas repetidas y salmos malgastados a un alcalduli preso de su senilidad electoral y de su demencia mediática.  ¿Es acaso la tercera edad una excusa para hablar barbaridades?

La pasada semana, antes de los carnavales, los bandos de las comparsas se escuchaban en la plaza. Lo que dijo Jerjes Justiniano, calzaba a la perfección en una escaleta de prosa carnavalera. Supongo que ni el mismo Percy Fernández podía creer lo que sus oídos escuchaban. El deschavete había comenzado.

Con el título en pie de pantalla: “SANTA CRUZ MERECE UN CAMBA COMO  PERCY” comenzaba su discurso el homenajeado con la cruz potenzada con las siguientes palabras: “¿saben por qué  ustedes, Percy no es censurado cuando se le va la mano? Y le tira por ahí una escapadita, o le tira una besada a alguien. ¿Por qué no lo censuramos? ¿Se ha preguntado alguien? ¿Sabe usted Percy por qué no lo censuran?....porque nos identificamos con Percy. Ese es su éxito de Percy. Ha logrado una naturaleza tal que se identifica con el pueblo.  Todos quisiéramos hacer eso que hace Percy. Todos quisiéramos hacer, pero no tenemos coraje para hacerlo.

Pero aun así, tomando en cuenta las precarnavaleras actuaciones de sus ciudadanos,  la locura se desataba por las calles del pueblo. La losetas movidas por los años, tronaban los “talón, planta, punta”, de mujeres indignadas por el condecoro indecorado  de sus declaraciones. La reafirmación de una sociedad machista, millenial desalariada, que corre con pruritos en sus manos, rasgándose las vestiduras, por declaraciones de un orfebre de la palabra mal dicha. ¿Acaso no somos una sociedad colonial De esas que tienen todavía conventillos convertidos en instituciones donde se roban las ilusiones a los nuevos ciudadanos de a pie que teclean en sus celulares las barbaridades de los decimonónicos vestigios de sus autoridades?

La inocencia de sus palabras, tratando de entender al ex rector, no tienen más misión que la de convencer que en este Macondo cruceño, todavía se vive midiendo a la gente con la vara del sueño ideado e ideologizado por corrientes perversas de actualidad primermundista. Donde las selfies y los hastag generan más olas que el Rio Piray, que hace tiempo dejó de ser más que un límite físico que sentimental y apolíneo. Donde las mujeres siguen caminando descalzas, con un tipoy aprisionando sus cinturas y una tinaja de ilusiones en sus cabezas. Al recitar su oda al edil adorado, el ex patricio cruceño coronaba su carrera política, ciudadana al servicio de los demás, con una corona de espinas de rosas salidas de un palo del diablo, arengando al feminismo sin querer queriendo a reivindicar su lucha porque todavía hay mucho por hacer.

Hay que pensar en una recitación, la de Jerjes,  como la que daba en su escuelita fiscal “Neptali Mendoza”, cuando era un niño febril, acordonado por una sociedad sesentera, en un pueblo de 50 mil habitantes, para entender el contexto y  ceñir el presupuesto de palabras mal gastadas de Justiniano, en un acto que recordaba los años de fundación de esta ciudad, ante un alcalde que metió mano a una urbe y besuqueó sus calles polvorientas, como si no hubiera un mañana.

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