De los que escriben
con la izquierda y de los que escriben con la derecha, pierden el derecho de
tener verticalidad en un mundo horizontal. Tratan a los rojos como negros y a
los blancos como colorados, todos tienen una simbología que los hacen agredir
al resto de los que leen sus escritos. Todos tienen algo que decir; los salva
la escritura. El escritor de izquierda, escribe con el corazón sesgado por el
dolor y el comunismo, lo sigue la franqueza que acompaña a todo soñador, todo
es posible en un mundo donde esa opción desaparece en el fondo de las utopías,
siguen intentando darse modos para vivir en un mundo hecho para “zurdos”, para
gente que piensa diferente a los demás, les gusta ir en contra ruta, demostrar
que el sol si puede ser brillante para todos. Los que escriben con la derecha,
son dadivosos, generan expectativas de venta muy alta, crean mercados de la
simbología entregados en una fantasía totalitaria. Viven en sociedades
apretadas, solo miran al lado derecho de
la vida sin tomar en cuenta que al otro lado del camino también hay vida, urden
todo tipo de estrategias para generar más palabras que ayuden al régimen a
subsistir, crean edificios de babel, no buscan la igualdad ni uniformidad en
las palabras, encuentran oportunidades en las ideas. Los dos escritores tanto
el de izquierda como el de derecha, dirige el ritmo de vida de sus páginas,
según como ellos creen que debe ser. Aterrador territorio el que habitan cuando
quieren ser ambos la bandera que lidera la libertad de expresión, cada uno a su
vez se censura para no decir lo que el otro no debe escuchar y para exigir que
se escriba como ellos quieren que se lea la historia.
George Orwell, seudónimo de Eric
Arthur Blair (Motihari, Raj Británico, 25 de junio de 19031 2 – Londres,Reino Unido, 21 de enero de 1950) fue un escritor que delimitó esas fronteras, donde las palabras corren
el riesgo de caer fuera del margen de lo que el escritor de turno quiere que se
plasme en el papel prensa, en el libro de referencia, en la historia oficial. Cómo
es que parió el mundo gente que piense
con un solo lado del corazón y respire por las heridas causadas por sus
ideologías. Los escritores de ideologías nacieron en tiempos paranoicos. Carlos
Marx, Karl Heinrich Marx, (Tréveris, Reino de Prusia, 5 de mayo de 1818 – Londres, Reino Unido, 14 de marzo de 1883) fue el que marcó estas fronteras a punta de poemas y manifiestos, el
comunismo en el escritor sesgando la libertad de transcripción de palabras de
la mente, del corazón, del bienestar social y de la necesidad de creer que
todos podemos vivir bajo un mismo texto. Keynes, John Maynard Keynes (5 de junio de 1883 – 21 de abril de 1946), presupuestó las palabras que hicieron que la economía del mundo pase
a ser parte de un sesudo tratado de diferenciales y empleos, para lograr el
equilibro en la teatralización que el dinero hace con los hombres, mientras más
inversión de textos que formulen la solución a la baja calidad de vida, más
probabilidades de tener un mundo equitativo. Cuando los hombres quedan
seducidos por textos que lo llevan a un lado u a otro de la orilla de la vida,
sea la orilla izquierda o la derecha, pueden llegar a mojarse para anidarse en
el lado que más le conviene, porque de eso se trata. El escritor que se moja
los pies tratando de cruzar el rio cada vez que ve mejor perspectiva en la
orilla del frente, puede ahogarse en lo menos profundo del charco y ser llevado
por la corriente.
El Gabo, Gabriel José de la Concordia García Márquez, que había
nacido en 1928 y ganado el premio nobel en 1982, simpatizó desde sus inicios en
la escritura con la izquierda; Mario Vargas Llosa, Jorge Mario Pedro Vargas
Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936), premio nobel de literatura 2010, cruzó el rio descalzo, para situarse
al otro lado de la orilla. La escritura hace al escritor, las ideas hacen la
escritura, el escritor juega con las ideas, si en el camino se tropiezan con
ella o la encuentran una carga muy pesada de llevar, es mejor dejarla en el
camino, que otro la recoja. Volver a escribir lo que se ha escrito, sin llegar
a hacer honor al refrán, de que escribe con la mano y borra con el codo, tiene
sentido en la inteligencia, de enmendar lo que el espíritu del escritor, a su conciencia,
escribió mal. Volver sobre los pasos derramados, es de valientes, correr hacia
el rio y lanzarse de cabeza, es una opción, cruzarlo solo por conveniencias, es
de traidores.
La escritura no se mancha, no se deja de lado el placer de escribir, por
el morder el lápiz con rabia, y escribir por conveniencia de unos cuantos en
desmedro de muchos. La escritura debe salvar y no defenestrar.
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