miércoles, 31 de julio de 2013

HUMOR POLÍTICO: CARLOS VALVERDE

"Está debutando y es bueno hacer una radio un tanto mas distencionada" explicaba Carlos Valverde en su programa de radio "Como somos"; "vamos a tener la presencia de un humorista, pero un humorista, digamos imitador" así definía el nuevo segmento que se emite por Radio Atlántica 88.9 al mediodía.



 Con una imitación humorística donde entrevista al presidente Morales, Valverde propone un espacio diferente a su audiencia.

 

Carlos Valverde - Como somo - Radio Atlántica 88.9

LAS NOTICIAS Y LA FICCION

La Paz, 22 de Junio

En el comando Mayor de las fuerzas armadas apareció muerta una enfermera; en la plaza murillo un canillita gritaba las noticias: hallaron el cuerpo sin vida de una enfermera en las instalaciones del estado mayor, ¡Extra! ¡Extra!; cinco de la mañana, el editor del periódico matutino, “La Voz” salía cansado pensando  que la noticia  que le había llegado a último momento desde la calle Miraflores, le había llenado la portada con gran éxito. Abren cuaderno de investigaciones en la fiscalía: el fiscal Monasterio ha dicho que la muerte pudo ser por demasiada ingesta de bebidas alcohólicas; por lo tanto, citarán a las personas con las cuales estaban compartiendo en la institución castrense.

Santa Cruz, 18 de julio.

El rancho estuvo pesado, la comida que dan en el colegio militar es cada vez peor; escribía Gilbert a su novia, por whasapp , mientras hacía la guardia del mediodía pensaba en la mujer que había conocido en el pajonal, cerca de los muertos; ella tiene todo lo que busco, le comentaba a su compañero de armas. La guardia es secante cuando el sol se pone, por suerte hoy vino con viento, pensaba; dos disparos bastaron para silenciarle los pensamientos, uno al costado de su humanidad, el otro en la espalda. Una avioneta pasaba en ese momento, la miró en contra luz, no pudo abrir más los ojos y dejó de respirar.

Cochabamba, 20 de Julio.

Inconscientemente pensaba: “Me estoy muriendo, algo ha ocurrido. ¡El palazo mi coronel, el palazo!”; ”¡El que me dio el cabo Martínez, no lo soporto, me duele mucho! Tenía un impacto de bala alojado en el cráneo, salía sangre,  a borbotones; ya va a acabar conscripto, no llore, no sea maricón carajo, aguante; el sollozo de ambos daba por perdida una vida. Las barricadas estaban vacías aquel sábado encapotado por nubes de agua, solo el subteniente García podría dar fe de lo que dice el cabo Churuta; ¿Quién ha dado el informe? ¡Avise pues! No se quede ahí parado maldita sea. ¡Mamani¡…¡Mamani! Respire. El cabo cayó inconsciente, reportó el oficial que estaba de turno; sin embargo los oficiales que presenciaron el acto de mala muerte dijeron lo contrario. El comenzó a vomitar sangre, se desmayó, su cuerpo cayó pesado en el piso y nosotros lo llevamos a enfermería. Algo pasó en el camino, no aguantó. Eso es lo que puedo decir mi coronel…explicación breve e inconclusa, dijo el fiscal.

Tarija, 26 de Julio.

Jugaba con el arma de reglamento, de pronto, ¡bam! Un balazo salió; el alférez estaba frente a mí, no me dijo nada; y, salió el disparo; las enfermeras llegaron corriendo hasta el lugar, encontraron el cuerpo del conscripto desangrándose. La noticia corrió por las ondas de la FM, noticiero local; el locutor se esmeraba para darle tono de urgencia: “Noticia de último momento: nos acaban de informar: “otro soldado muere con un disparo en la cabeza”; la información reporta que bien muerto, hablan de un accidente; ¡La hermana sargento, la hermana!  Ha explicado como ocurrió el hecho: “estaba disfrazado de cholita, estaba haciendo un trabajo de patriota, y cuando estaba sacando el arma por debajo de la pollera, que la tenía acomodada para ponerla dentro del pecho, se disparó” eso dijo la hermana; el viceministro de régimen interior mandó a investigar el caso y dijo que no se protegerá a nadie.

Noticias ficcionadas.
Ejercicio literario

sábado, 27 de julio de 2013

EL PAPA Y SU FE CIEGA


El Papa es el único hombre sobre la tierra quien, creo yo,  tiene la certeza de que Dios existe. Habla con él todo el tiempo, habla por él, mira con sus ojos, habla con sus palabras, vive como él. Si alguna vez tuvo duda, ya no las tiene más.

¿Cómo le hace un hombre que tiene tanto poder en sus palabras para someterse cada día a la humildad y decir, yo solo soy un siervo de Dios? Los católicos no son diferentes a los demás seres humanos, y viven constantemente pensando que Dios existe, que tantas oraciones no son en vano; pero en ese pensar que existe, está la duda, irreverente, que carcome el alma, y tránsfuga el sentimiento hacia un estado mayor, que crea desolación e incertidumbre.

Sobre todo en los momentos de zozobra, crea ese sentimiento de pesar, de dolor, de pérdida del sentido. La tragedia une a España, dice el titular del periódico español “ABC.es” sobre el accidente ferroviario donde hubo 79 muertos y 31 heridos; La familia “milagro” dice El Mundo, en un reportaje sobre la familia de Daniel que se salvó de aumentar la cantidad de víctimas del desastre. Los datos fríos y la certeza de que hubo un milagro, concuerdan en un mismo editorial hecho de realidad y de fe.

Los teólogos analizarán las palabras del Papa Francisco ante su afirmación de que Jesús es el hijo de Dios, según titula EL país de España, la arriesgada afirmación del Papa sobre Jesús a los jóvenes en Copacabana, la distinción de que Jesús no es Dios y es su hijo, es lo de menos, la afirmación de que existen como siempre lo ha creído el católico, de por sí, ya es demasiado.

La fe se comparte, se suministra en dosis que son necesarias para la existencia humana, es como el agua del espíritu, de alma, es la conexión con lo que no entendemos y nos despreocupamos al vivir con ella, con la fe. Más allá de las causas y efectos de errores humanos que hacen que desaparezcan seres queridos de un momento a otro sin  siquiera haber podido darle un abrazo de despedida, sin siquiera haberle dado un beso en la mejilla. La fe sostiene al hombre, lo atrapa en su caída, lo reconforta, lo nutre de esperanzas.

El Papa es eso, es ese momento en que el ser humano necesita creer, más allá de lo dura que pueda ser la realidad. Caminará por la franja de Gaza, varguinha, una pequeña favela como  lo publican  en diario El Deber, donde miles de personas lo esperan, para regocijarse en ese sentimiento, es la explicación de la fe, de que todo se puede, en un lugar donde cuando pase el temblor, como dice la canción que cantaba Gustavo Cerati, lo más seguro, todo vuelva a ser como antes, llena de enfrentamientos armados entre traficantes y policías, pero con la fe de que deje de serlo.


El trámite de la vida a veces dura un suspiro, en afganistan el promedio es de 49 años, en Bolivia es de 67, en Estado Unidos es de 79, según datos del Banco Mundial; en la institución de la fe, la esperanza de vida, es eterna. Y es eso lo que pregona, el hombre subido en un Papa móvil, que avanza entre la multitud a 40 Km por hora, agitando la mano, en Copacabana, Brasil.

El Papa Francisco

THE POPE AND BLIND FAITH


The Pope is the only man on earth who, I think, is certain that God exists. Talk to him all the time, speaks for him,  look as he believes,  talk to your words, live like it. If you ever had a doubt, and not have more.

What makes a man who has so much power in his words to undergo every day to humility and say, I'm just a servant of God? Catholics are no different from other human beings, and they are constantly thinking that God exists, that many prayers are not in vain, but then thinking that there is doubt, irreverent, that eats the soul and sentiment towards defector a staff, which creates desolation and uncertainty.

Especially in times of unrest, creates that feeling of regret, pain, loss of consciousness. joins Tragedy Spain , says the Spanish newspaper headline "ABC.es "on the train accident where there were 79 dead and 31 injured , The family "miracle" says El Mundo , in a story on the family of Daniel that was saved to increase the number of victims of the disaster. The cold facts and the knowledge that there was a miracle, agree on one fact publishing reality and faith.

Theologians discuss the words of Pope Francis before his claim that Jesus is the Son of God, according titled "el País" of Spain, the Pope's statement on risky youth Jesus in Copacabana , the distinction that Jesus is not God and is his son, is not important, the claim that there has always believed as a Catholic, in itself, enough is enough.

Faith is shared, is provided in doses that are necessary for human existence, is like water of spirit, soul, is the connection with what we do not understand and we despreocupamos to live with it, with faith. Beyond the causes and effects of human errors that make loved ones disappear at any moment without even being able to give him a hug goodbye, without even giving him a kiss on the cheek. Faith sustains man, catches him in his fall, comforts, nourishes hope.

The Pope is that, is that moment when the human need to believe, beyond how hard it can be reality. Walk through the Gaza Strip, varguinha, a small favela as advertised in newspaper El Deber , where thousands of people are waiting to rejoice in that sense, is the explanation of the faith that everything can be, in a place wherewhen the shaking , as the song he sang Gustavo Cerati, most likely, things to be as before, full of armed clashes between traffickers and police, but with the faith that ceases to be.


The process of life sometimes takes a breath, in afganistan the average is 49 years, Bolivia is 67, in United States is 79, according to World Bank data, in the institution of faith, life expectancy , is eternal. And that's what it preaches, the man jumped in a pope mobile, it moves through the crowd to 40 miles per hour , waving in Copacabana, Brazil.

lunes, 15 de julio de 2013

“The Newsroom” Segunda temporada


The Newsroom, la segunda temporada comienza a emitirse hoy día por HBO, a las 21:00 hrs. 

The Newsroom“, la exitosa serie periodística de TV de Aaron Sorkin regresará en una nueva y más dramática temporada de 9 episodios en donde se espera que los personajes se conviertan en noticias.Tratarán los temas de la campaña presidencial y  el ”Occupy Wall Street” en EE.UU.


http://youtu.be/LSY3DCN_97w



Confesiones del autor de "EL MANUAL DEL ESCRITOR"

FILOSOFIA


Escribo lo que veo, salgo a la calle y vuelvo con miles de palabras queriendo juntarse en el papel con la tinta virtual para entretejer historias. Escribo lo que veo y no siempre está en frente.

La gente que no escribe, vive con asco, sin saber que en las letras está develado el misterio de su existencia. Los conceptos, marginados, malparidos, malnacidos de que los que escriben solo viven del tecleo desmesurado de lo que le dictan sus nervios entrelazados con su cerebro, son infundados por gente que no escribe o no le da la gana de escribir. Hoy, con las redes sociales todo el mundo escribe y se develo el misterio. La gente no sabe escribir y no digo que no saben que escribir, sino que no saben escribir, delatado él, que en el colegio no aprendió los buenos modales entre las letras: gramática, acentuación,  poner una coma donde corresponde, pero obviamente eso es mucho pedir, estamos hablando que no ponen bien las letras donde corresponde, dentro de la palabra, no se puede escribir omitiendo que las palabras se las debe respetar en su inmensidad. ¿Sabe lo que significa cada palabra? ¡Significa todo!, significa que te estás comunicando mediante ellas, ¿saben el valor de estar comunicado? Bueno, si lo valoran, es eso lo que vale cada letra, cada palabra, cada oración, por favor no destruyan el lenguaje.

Las palabras siempre fueron un refugio donde las emociones se vestían de oración. Decir algo indiscreto, revelar un secreto sin siquiera decirlo, oxímoron de por medio. Escribir era como una terapia donde podía decir lo que quisiera y ni siquiera sentir que lo decía, era vomitar y respirar de nuevo con aire puro. Escribir siempre fue una delicia, un gusto a parte, una distracción, una catarsis. En los primeros meses que me di cuenta que escribía me era difícil entender que era lo que exactamente hacía, comunicación era, eso, nada más y nada menos. Lo primero que leí que me acuerdo, Alma Mater, librito escolar de colegio fiscal, con dibujos de niños, todos suecos ellos. Era divertido repetir Mi mamá me mima. Era divertido escribir la M, sin salirme del borde.
Lo bueno de escribir es que uno conversa con uno mismo. Se dice las cosas tal y como son. Piensa constantemente y nunca está solo. Para mí, el acto de escribir se  convirtió en  una jugada de ajedrez, o una partida si se la quiere entender así. La edición es un trabajo que hago constantemente. Todo el tiempo estoy pensando cómo escribir lo que veo. Por ejemplo, hoy día no sabía cómo describir una sensación que la sentía en mi piel, buscaba, me esforzaba buscando la palabra para descifrar, definir el sentimiento que me embargaba. Era una palabra que fonéticamente hacía que mi garganta se cerrara. Era confusión, desazón, tristeza.

Las personas están hechas de palabras, algunas, mal dichas, otras dichas a medias. Los periodistas están hechos de palabras, de miles de palabras, todo el tiempo están pensando y están editando lo que están diciendo, escribir es un proceso que le saca tiempo al tiempo. Cuando uno escribe pierde también la noción del tiempo. Los que escriben por obligación son los desdichados, los que escriben porque les pagan, son los que viven afortunados, los que escriben porque necesitan botar todo lo que tienen adentro, necesitan una terapia urgente.
Escribir es como rezar, es ir pidiendo que todo salga bien, que el tiempo que estoy escribiendo no sea en vano. Muchas veces me ha pasado que he escrito tanto que siento que estoy perdido. Por eso me llevo mis cuadernos pero tengo que confesar que solo lo uso yo en mis tiempos libres.

Acostarse pensando que debí haber escrito más o levantarse con ganas de seguir escribiendo más, es una angustia de todos los días. Cuando las personas eligen redactar partes importantes de sus vidas es porque lo necesitan. No es la típica noción de hacer que las palabras fluyan en el papel, total si nadie las va a leer. Los libros están hechos de esos momentos de sosiego, de levantarse, acariciar el teclado, de ceñirse en el sillón para recostar los brazos sobre el escritorio, extensión de nuestro cerebro y espíritu a la hora de escribir. Cuando aprendimos de chico la tarea de escribir no sabíamos que nos iba dar tanta satisfacción. De todas maneras, eso casi nunca se valora, la gente piensa que mientras menos escribo, más tiempo tengo para vivir, para mi es lo contrario, mientras menos escribo, es más tiempo que tengo para morir, porque la escritura me da vida. La intención de hacerlo me recorre por el cuerpo, me activa, me emociona, no puedo dejar de pensar en ello. Las cosas pasan como si fueran a no ser contadas. Pero eso no es cierto, se puede caminar todos los días y se puede contar todo lo que pasa a tu alrededor. Hoy, por ejemplo, nos levantamos con la misma angustia de todos los días, pero es diferente porque en la edición de las palabras se puede corregir lo mal hecho, la edición es una de las cosas que debemos valorar aún más, porque nos permite ver nuestros errores, esos que pasan todos  los días, pero como todos saben, la perfección se va alcanzando con la escritura. Hay veces que la existencia, depende de este acto tan sublime, como es la de expresar en tiempo presente, algo que va a relatar en un futuro el pasado de nuestros momentos de reflexión. No es necesario pensarlo tanto, solo es necesario tener los 10 minutos antes de salir a trabajar, antes de volver de algún lugar, antes de almorzar, después de dormir, antes de hacer cualquier otra cosa. Tiene la exigencia de que cuando lo hacemos nos estamos forzando a llenar las páginas en blanco de nuestra existencia. Nadie puede negarle a la vida ese placer.

Como también el placer de leer, yo escribo para leer, porque no me alcanza el tiempo para abrir los libros es que los escribo, armo personajes que salen de la nada, que me visitan, que viven conmigo. Trato de no meterme mucho en la ficción pero no me puedo negar salir de golpe de la realidad para internarme en un mundo cuasi perfecto, o lleno de caos para solucionar o entender los problemas que pasan. Nadie puede vivir sin armar historias. Todo el tiempo, es constante, es remanente, es beligerante. Siguen las cortinas de este teatro abriendo y cerrándose. Las actuaciones siempre son las mismas, las palabras van formándose y tienen por seguro que son muchas que nunca van a agotarse. En el camino de este recorrido literario tal vez no se pueda crear ni siquiera una forma literaria para expresar lo que es escribir, pero si se puede tener la suerte de toparse con una en el camino, que es eso lo que busca el escritor, no dejarse llevar por las aguas del desaliento, de no encontrar que escribir, de no encontrar lectores para sus trabajos. El mejor auspicio que puede tener un escritor es llegar a los ojos y los oídos de lectores ávidos de buena lectura o por ultimo de esos masoquistas que se leen cualquier cosa. El otro día me encontré leyendo la letra chica de lo champuses del baño.

Escribir es contar, escribir es narrar historias, es crear, recrear, manifestar un sentimiento, un pensamiento, una idea. El arte de escribir va más allá del placer del manuscrito, es intenso. Es el desarrollo del espíritu que utiliza la escritura como balsa para navegar por mares furiosos. Es el momento donde nacen muchos personajes que quieren vivir y salir a pasear por la mente de los lectores, ellos están hechos de sentimientos prestados, de imágenes sacadas de mundos diferentes, viven épocas pasadas y también futuras. Viven desde el primer momento en que se empezaron a dibujar los rasgos de su personalidad a punta de subjetividades, de ojos de otras gentes. Es algo similar a la creación escrita en los textos bíblicos. Es el prestar detalles de todos lados. La creación de un personaje ficticio es tan válida como contar sobre la vida de un personaje extraído de la realidad. Muchas son las comparaciones, las frases utilizadas para describir una escena, pero siempre va a ser original porque salió de la mente de su creador. Ese creador que comienza a escribir desde el más mínimo detalle: “tenía ojos negros, el pelo le caía hasta los hombros, alto, rubio, denotaba nerviosismo en su hablar” cuando los personajes aparecen, de pronto tienen personalidad y es la que le da el narrador, el contador, el padre de la imagen. “pocos sabían que ella tenía el vestido negro que él le había regalado, colgado en el ropero, que después de su muerte nunca más volvió a usar” ella se volvió un personaje trágico, triste, nació de la nada y apareció como un fantasma en un cuarto oscuro, al lado de un ropero vestida de negro, mostrando un vestido que ya no está colgado. “Cuando corrían por las calles de tierra, cuando eran niños, nada les podía hacer daño; llegaba la lluvia y les arruinaba la diversión, pero como eran niños, se metían en el barro y, terminaban con los pies con sabayón” La escritura corre por donde le da la gana, es todo terreno, puede llegar a lo más alto del mundo y de ahí saltar al universo, flotar en la atmosfera y volver a caer sin paracaídas para llegar al punto de partida donde todo había comenzado. “Las calles eran de losetas, las aceras estaban destruidas, las iglesias eran las mismas, los feligreses rezaban igual, ¿alguien me puede decir en qué ciudad estoy?”  Cuando el escribir se trata sobre comentar o describir lugares que parecen extraños pero que son parte de nuestro diario vivir, se crean momentos que en el diccionario se llama Déjà vu (/deʒa vy/, en francés ‘ya visto’) o paramnesia (es la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado previamente una situación nueva), momentos ya vividos, repetidos, reclamados como propios y estresados por la copia del momento. “Ya he vivido por aquí, ya caminé por estos lares, porque todo me parece familiar, todo es igual a aquel momento que no me acuerdo exactamente pero que recuerdo vagamente.” La escritura atrae al paranoico, lo ayuda a que su mente vuele como todo buen paranoico, recrea lugares donde sus miedos surten como abono para crear las peores tragedias, “de pronto me sentí perseguido, después de pasar por la calle Warnes, al doblar la esquina, el hombre seguía sobre mis pasos, no aguanté y me subí a un taxi que iba en sentido contrario, luego no dejé de pensar en que pudo haber sido alguien enviado por sabrá dios quien” La sorpresa de la escritura es que da espacios para todo público, donde el que no desea una lectura, donde se sienta que está perdiendo el tiempo, puede remitirse a las noticias, a la narración de la realidad en tiempo real, escribir la historia de lo  que pasa en el momento histórico, es un trabajo de orfebre. “acaba de suceder un terremoto, nos encontramos en Santiago de Chile, la gente corre para protegerse de los cascotes que caen de los edificios, según los datos del ministerio de defensa el terremoto fue de 7 grados en la escala de Richter.” Todo en la escritura es valioso, desde la lectura hasta la escritura de un panfleto.


En la escritura el hombre se cierne, se valora, se encuentra con su voz interior, deja los miedos y se sincera consigo mismo. En las letras el hombre encuentra una forma de mirarse con el otro personaje que habita con él. Las distancias que los separan son verbales, adjetivadas, oraciones, frases, palabras, páginas escritas. Cuando el hombre se encuentra releyendo su historia, encuentra los errores, cada vez con más aciertos. Andar sobre las letras derramadas, cuestionarse, por qué dije las palabras en este orden y no como las pensé, por qué se desordenan mis ideas cuando todas las palabras se estrellan en mi lengua y dificultan su salida. Por qué vienen trágicamente y salen como si fueran dulces palomas buscando el cielo azul.

De nada sirve escribir tanto si no hay quien lea. El libro es el mejor artífice para transmitir esos deseos. Ahora hay más de donde escoger, desde los papiros hasta los grandes volúmenes de enciclopedias. Pobre ellas, las enciclopedias,  destinadas a vivir guardadas en bibliotecas gigantes llenas de polvo y olvido. Cuando el cansancio divide las aguas de la lectura con la de la flojera, generalmente queda más gente en la orilla de la flojera. El gusto por leer a veces es tan traicionero, que traiciona hasta al mejor lector de todos. Cuando las letras se apoderan de una persona mediante las páginas escritas de un libro, se produce una simbiosis, se cambia el mundo, se juntan dos planetas que están a punto de explotar. La realidad se vuelve paralela, existen dos mundos en ese momento. Se crea el paralelismo universal, donde los seres se pierden y se encuentran con su alma, con su espíritu, con sus verdades. Muchas veces corremos presurosos hacia la lectura absoluta, lo cual es dañino, el momento de reflexión, de comulgar con las palabras vertidas en el cofre del conocimiento, hay que cernirla, mimarlas, entenderlas. Ocurre a veces que cuando dormimos, recurren las palabras escritas al sueño para interpretar lo leído o escrito. Denuncian a gritos verdades absolutas. Enumeran la compleja geometría del pensamiento y la degluten hasta quedar con lo más importante, esa digestión hace que el lector se quede con lo que le hará bien a  su salud mental. Cuando escribimos, lo hacemos dando antídotos de pobreza. Se sana la mala lectura. Se mama un calostro de abundancia. Porque  el que lee, entiende y, el que entiende, valora. Pocos son los que encontraron en la lectura un arma para no luchar, más al contrario, encontraron una armadura para protegerse de la peor de todas las calamidades que es la ignorancia. Es peligrosa y habita en los lugares donde los libros son escasos. Vive agazapada entre la modorra y el infortunio. José Ingenieros, Giuseppe Ingegnieri, (Palermo (Italia) 24 de abril de 1877 - Buenos Aires 31 de octubre de 1925), caminó por esas calles tratando de entender la existencia de tal aberración, de allí encontró las palabras para escribir El hombre mediocre (libro), Madrid, 1913. Sus pisadas creaban huellas profundas por la calle de la ignorancia y, como tal espíritu salvaje, comprendía que estaba ante un señor de la más alta estatura espiritual. Cuando Nietzsche, Friedrich Wilhelm Nietzsche (Röcken, cerca de Lützen, 15 de octubre de1844  Weimar, 25 de agosto de 1900) decidió subir al monte, a refugiarse a la montaña durante meses, días, segundos. Encontró a ese mismo espíritu salvaje, indómito, peligroso, corroedor de mentes. Cuando tuvo la suficiente tranquilidad para enfrentarlo, saltó de su cueva y caminó de vuelta al pueblo donde encontró al mismo espíritu poseyendo a sus habitantes. Caminó  Jesús hacia el desierto y se internó en el durante 40 días, encontró algo que nadie se atreve a enfrentar, a los demonios que habitan en nuestras ignorancias, en la mente del que no lee. Del que no entiende que la palabra sana, cura de todo mal, se vuelve un refugio impenetrable.

Escribir es dialogar, una tarde, una mañana, un amanecer, siempre es propicio. Cuando dialogamos, crecemos juntos. A veces también nos gritamos, enfurecidos nos tiramos palabras soeces que dan en la cresta del ego. Pero no hay otra forma. Las guerras son inevitables, sobre todo cuando son las del pensamiento. Con la lectura encontramos a Sun Tzu, China (722-481 a. C.) como el autor de El arte de la guerra;  al mismísimo príncipe con Maquiavelo, Nicolás Maquiavelo (en italiano Niccolò di Bernardo dei Machiavelli) (Florencia, 3 de mayo de 1469 - ib., 21 de junio de 1527) a las batallas de Goliat con David, a las historias de los héroes del Topater, a las miles de balas tiradas a cuerpos calientes que caen sobre el mar en las míticas batallas de los anglosajones. Siempre la guerra fue contada por hombres muertos. Siempre estuvieron escribiendo con la mano ensangrentada y no por ser los que hirieron a mansalva. Hemingway, Ernest Miller Hemingway (Oak Park, Illinois, 21 de julio de 1899  Ketchum,Idaho, 2 de julio de 1961)  cayó en la tentación de ver cómo era la muerte en escena. Corría tras de ella esperando sacarle alguna frase, escupirle las palabras o como lo hizo, escribirle sin miedos. Es mejor escribir que dar un puñetazo sobre la humanidad de alguien, el dolor es más efectivo si se quiere causar daño, el daño es tan fuerte como cualquier otro golpe dado cuerpo a cuerpo. Cuando las palabras salen disparadas a las hojas de los libros, salen como si fueran lanzadas desde un fusil o una AK-47. A veces se mata desde la escritura, a veces se vive con ella, matando a otros. Cuando matamos la ignorancia, son balas que hacen bien, pero cuando escribimos con el odio de saber que esas palabras irán como morteros dirigidos a sus víctimas con el único placer de herir y maltratar, es la indecencia del uso de un  bien tan útil. Si quisiéramos vivir escribiendo para matar, seguro dejaríamos de escribir después del primer párrafo. La muerte en la lectura es tan repetida. En los policiales, género que agrada tanto a los hombres y mujeres, se sospecha que el que escribe tiene alma de asesino, porque describe cada escena de terror y asesinato con delicadeza asesina. Sabe todos los detalles, que hay que ser policía para tratar de entender por qué del homicidio. Cuando uno escribe como policía, cae en la tentación de contar la versión del muerto que muchas veces grita sobre lo sucedido al momento que le dieron fin a su existencia. La escena del crimen es plasmada en una hoja de papel y, el papel queda ensangrentado. Cuando vemos la cara de los pobres hombres que escriben sobre suicidios, son apesadumbrados del alma, porque escriben con tristeza, con extrañeza, no entienden la vitalidad de una persona para quitarse la vida. Los escritores tienen que convivir con ese pesar todo el tiempo, porque dan a luz, ven nacer, ven crecer y, por último matan a sus personajes. Muchos no sienten lástima por sus creaciones y otras las hacen nacer con el único fin de darles una muerte trágica. Cuando el escritor se obsesiona con semejante figura literaria, está experimentando su propia muerte. Sabe que el frío que siente él, lo siente su personaje, ficticio pero siente.

Escribir sobre escribir es como dibujar el gen de la palabra. Cada vez que ponemos el pincel sobre el lienzo de la literatura dibujamos el rostro de nosotros mismos. Somos reflejados en cada uno de  los textos que escribimos. La razón esencial de este acto es el amor a la escritura que nace desde que vemos como se articulan nuestras ideas y llenan el blanco del papel.  Lo gracioso de todo esto es que para escribir hay que leer, es un acto que conlleva al otro. No se puede dejar de hacer las dos cosas, me sucede que el mejor libro que leo, es el que creo que estoy escribiendo.

Entre las mil formas de narrar lo que escribo, está la idea ilusoria, de que lo haga con un sentido, que hay un determinismo. De que las palabras ya están dichas o de que alguna forma salen formadas y uniformadas por alguna causa o razón. Sin embargo, las palabras esperan su turno en la cabeza para ser expulsadas sin menester. Uno no sabe generalmente cual es el motivo, hasta pareciera ser un motor que arranca para ir procesando páginas y páginas de lo que yo llamo, “el tiempo escrito”. Muchas de las cosas que escribo estaban dentro de una película, o dentro de una novela escrita por sabrá quién, o dentro de algo televisivo, o dentro de algo que me contaron o escuché en la calle. Por eso el acto de escribir, es el acto de reproducir, de ir y venir con palabras que se te quedan colgadas en la memoria y necesitan ser escritas, "tipeadas", ordenadas. Muchas veces, todas esas frases que están dando vuelta por la cabeza no tienen un orden y, causan estrés innecesario que no deja dormir. Esa debe ser mi angustia cuando despierto cada día y me digo: “debo escribir” pero generalmente no sé qué es lo que voy a escribir. Cuando me sedujo la función del periodista,  lo hice por la única razón de que me iba a sentir obligado a escribir. De que no iba a tener excusa para no hacerlo, de que las palabras eran algo esencial. De que más allá de lo que dijeran podría realizar ese trabajo de ejercicio ajedrecístico. Hay un monstruo que me persigue y que es la necesidad de escribir. ¿Pero qué es lo que quieres que escriba? Le pregunto en el trayecto de la persecución que generalmente ocurre mientras duermo, mientras me lavo los dientes, la cara, mientras manejo el auto. Son muchas situaciones cuando ese monstruo se me acerca y me atemoriza diciéndome que algo raro sucederá si no me siento a escribir. Hemingway escribía en parado, yo lo hago en sentado, Saramago escribía entrecomado, yo escribo con punto seguido. No importa decía el monstruo que con cara llena de pelos, sacado del lago formado en la esquina de mi barrio, aún vive. La primera vez que escribí y que fue el día que empezó la persecución fue cuando realicé un dibujo de un librito cristiano que tenía a Jesús sentado en una roca acariciando a una oveja, la escritura fue mínima, solo para ese dibujo y, solo se trataba de mi nombre. Si, era una publicación muy íntima, nadie más la vio, por mi timidez excesiva. Los libros de filosofía siempre estuvieron cerca, arreándome a la aflicción de escribir, aunque sea un verso, aunque sea una palabra. La profesora de lenguaje que me enseñó literatura, era una mujer con una figura muy especial, media menos de lo que yo medía a los 12 años, se pintaba los labios color rosado, tenía una joroba en la espalda y nos hacía leer a Shakespeare. El mercader de Venecia lo leímos entre dos. Uno sostenía el libro, el otro lo leía en voz alta. Leer es el acto previo a escribir. Haciendo el resumen del libro, casi me salió más páginas que mi propio deber, cuaderno en limpio que presentábamos cada trimestre. Esa profesora, que sufría enanismo o algo parecido, nunca la vi de esa forma en ese tiempo, una porque era de mi tamaño; dos, porque le gustaba lo mismo que a mí. Leer, esa afición por leer todo lo que haya a mano. Trágica era la situación que lo único leíble en ese tiempo, lo tenían los profesores. El profesor Chambi nos hizo leer la Chaskañawi, clásico de la literatura boliviana, exponerla frente a todos los compañeros de clases era una tortura, pero no menos una sensación orgásmica, aunque en ese tiempo, eran ganas intensas de orinar . El protagonista David, de otra novela que no recuerdo, era pronunciado a la manera anglosajona, “daivi”, algo normal para mi mente que acechada por el “gringuismo” de las películas yankees, era un determinismo acordado con la simbología de la época.


jueves, 4 de julio de 2013

El pesimismo del escritor

Lo que le afecta al escritor es tragarse tantas historias que pasan alrededor suyo e indigestarse con tanta mierda. No se puede escribir obviando las cosas que están podridas. Ese es el escritor optimista, el que ve todo color de rosa, que se inspira en lo bello del paisaje, en lo hermoso del cielo azul, en lo cálido de las palabras que se dicen con ternura. Pero la otra cara de la moneda es el escritor pesimista, que escribe para no sentir tristeza por lo que pasa. Contar lo que ve que está mal, es una forma de catarsis para exorcizar todos sus miedos. Vive encarnándose en cada animal pensante que cruza la tierra como si fuera una transfusión de sentidos, alma, espíritu, pensamiento. El dolor es penetrante, la frustración es degradante, el pesimismo del escritor es un grito que se escucha en las páginas de los autores de ficciones o realidades.

El pesimismo es parte de la escritura, pero al mismo tiempo es la esperanza de encontrar algo positivo en todo lo que escribe. Es mirar, comprender, sentir, almorzar con el estómago hecho nudo. Es adentrarse en el fondo de las situaciones sin ni siquiera pertenecerle, es abordar la vida de otras personas, tener una relación extraña, con gente que nunca le hubiera gustado ser. El escritor que vive del pesimismo, es un escritor que desgrana palabras llenas de furia, verdades desgarradoras sobre lo que ve.

La niña estaba sentada en su cama, llevaba una bata de hospital, atrás de ella estampado en la pared, el retrato de Jesús con la leyenda “En ti confío”, el suero cayéndole gota a gota a su vena, el pelo perdido por la quimioterapia, el dolor de la madre en los ojos rezando con el rosario que maquina en la mano. Dos semanas después, su cuerpo de niña de diez años no soportó y se rindió. Murió en la madrugada luego de agonizar lentamente, el cáncer le había arrebatado la vida gota a gota. El silencio terminó con la pesadilla.

Las historias que cuenta el escritor están hechas de muchas capas: de sensibilidad, de empatía, de correspondencia, de momentos que pueden ser buenos o malos, todos son lo mismo, porque el dolor puede terminar en una alegría, el placer en una tortura, la certeza en una duda infinita.

Cuando Cali salió de su casa ese día, llevaba veinte gramos de coca en su bolsillo, un arma calibre 38, estaba desvelado, buscaba dinero para terminar una transacción que había tenido con un narcotraficante, tenía que pagar de manera urgente. Desesperado llamó a la persona que le debía cinco mil dólares, lo citó en la licorería de siempre. Al llegar el endeudado, lo increpó, lo zamarreó como a un títere, lo insultó sin descaro, lo hizo huir por la calle, lo persiguió docientos  metros, le apuntó con su arma caliente, lo pateó en el suelo y no lo dejó levantarse nunca más, arrojó cinco balazos sobre su cuerpo, el primero lo mató, los otros cuatro eran de rabia, la cámara de seguridad que apuntaba a la calle grabó toda la escena, como si estuviera escrita  en el guión de una mala película.


El escritor sufre las desgracias ajenas, porque las tiene que contar, vive el dolor pernicioso de los mortales, se debilita ante cada acción desenfrenada que le toca escribir. El pesimismo se ha vuelto parte de su ser. Las letras con la que escribe no tienen la culpa, tampoco él, que siempre trata de arrancarle una sonrisa a las letras. Nadie tiene la culpa, las historias son así. Seguro, aunque no queramos reconocerle al autor de las letras el optimismo con que se vive la buena escritura, no podemos abstraernos a  la realidad del escritor.

miércoles, 3 de julio de 2013

Melquiades tenía razón

"La ciencia ha eliminado las distancias", pregonaba Melquiades. "Dentro de poco, el hombre podrá ver lo que ocurre en cualquier lugar de la tierra, sin moverse de su casa". Libro: Cien años de soledad, Gabriel García Márquez, pág. 8.

Al Jazeera English: Live Stream

Emitido en directo el 03/07/2013
The live broadcast of Al Jazeera Englishh

http://www.youtube.com/watch?v=yYO1EwNbgcQ

lunes, 1 de julio de 2013

La izquierda y la derecha del escritor

De los que escriben con la izquierda y de los que escriben con la derecha, pierden el derecho de tener verticalidad en un mundo horizontal. Tratan a los rojos como negros y a los blancos como colorados, todos tienen una simbología que los hacen agredir al resto de los que leen sus escritos. Todos tienen algo que decir; los salva la escritura. El escritor de izquierda, escribe con el corazón sesgado por el dolor y el comunismo, lo sigue la franqueza que acompaña a todo soñador, todo es posible en un mundo donde esa opción desaparece en el fondo de las utopías, siguen intentando darse modos para vivir en un mundo hecho para “zurdos”, para gente que piensa diferente a los demás, les gusta ir en contra ruta, demostrar que el sol si puede ser brillante para todos. Los que escriben con la derecha, son dadivosos, generan expectativas de venta muy alta, crean mercados de la simbología entregados en una fantasía totalitaria. Viven en sociedades apretadas, solo miran al lado  derecho de la vida sin tomar en cuenta que al otro lado del camino también hay vida, urden todo tipo de estrategias para generar más palabras que ayuden al régimen a subsistir, crean edificios de babel, no buscan la igualdad ni uniformidad en las palabras, encuentran oportunidades en las ideas. Los dos escritores tanto el de izquierda como el de derecha, dirige el ritmo de vida de sus páginas, según como ellos creen que debe ser. Aterrador territorio el que habitan cuando quieren ser ambos la bandera que lidera la libertad de expresión, cada uno a su vez se censura para no decir lo que el otro no debe escuchar y para exigir que se escriba como ellos quieren que se lea la historia.

George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair (Motihari, Raj Británico, 25 de junio de 19031 2  Londres,Reino Unido, 21 de enero de 1950) fue un escritor que delimitó esas fronteras, donde las palabras corren el riesgo de caer fuera del margen de lo que el escritor de turno quiere que se plasme en el papel prensa, en el libro de referencia, en la historia oficial. Cómo es que  parió el mundo gente que piense con un solo lado del corazón y respire por las heridas causadas por sus ideologías. Los escritores de ideologías nacieron en tiempos paranoicos. Carlos Marx, Karl Heinrich Marx, (Tréveris, Reino de Prusia, 5 de mayo de 1818  Londres, Reino Unido, 14 de marzo de 1883) fue el que marcó estas fronteras a punta de poemas y manifiestos, el comunismo en el escritor sesgando la libertad de transcripción de palabras de la mente, del corazón, del bienestar social y de la necesidad de creer que todos podemos vivir bajo un mismo texto. Keynes, John Maynard Keynes (5 de junio de 1883  21 de abril de 1946), presupuestó las palabras que hicieron que la economía del mundo pase a ser parte de un sesudo tratado de diferenciales y empleos, para lograr el equilibro en la teatralización que el dinero hace con los hombres, mientras más inversión de textos que formulen la solución a la baja calidad de vida, más probabilidades de tener un mundo equitativo. Cuando los hombres quedan seducidos por textos que lo llevan a un lado u a otro de la orilla de la vida, sea la orilla izquierda o la derecha, pueden llegar a mojarse para anidarse en el lado que más le conviene, porque de eso se trata. El escritor que se moja los pies tratando de cruzar el rio cada vez que ve mejor perspectiva en la orilla del frente, puede ahogarse en lo menos profundo del charco y ser llevado por la corriente.

El Gabo, Gabriel José de la Concordia García Márquez, que había nacido en 1928 y ganado el premio nobel en 1982, simpatizó desde sus inicios en la escritura con la izquierda; Mario Vargas Llosa, Jorge Mario Pedro Vargas Llosa (Arequipa, 28 de marzo de 1936), premio nobel de literatura 2010, cruzó el rio descalzo, para situarse al otro lado de la orilla. La escritura hace al escritor, las ideas hacen la escritura, el escritor juega con las ideas, si en el camino se tropiezan con ella o la encuentran una carga muy pesada de llevar, es mejor dejarla en el camino, que otro la recoja. Volver a escribir lo que se ha escrito, sin llegar a hacer honor al refrán, de que escribe con la mano y borra con el codo, tiene sentido en la inteligencia, de enmendar lo que el espíritu del escritor, a su conciencia, escribió mal. Volver sobre los pasos derramados, es de valientes, correr hacia el rio y lanzarse de cabeza, es una opción, cruzarlo solo por conveniencias, es de traidores.

La escritura no se mancha, no se deja de lado el placer de escribir, por el morder el lápiz con rabia, y escribir por conveniencia de unos cuantos en desmedro de muchos. La escritura debe salvar y no defenestrar.