domingo, 1 de noviembre de 2020

CACOFONÍA POLÍTICA: El arte de escuchar gritando a los demás

 La gente todavía cree que sigue en 2019.

Cuando llegué al punto de bloqueo en una de las principales rutas de ingreso a la ciudad, Avenida G77 noveno anillo, dos chatas cruzadas en medio del camino cortaban el tránsito fluido de todos los días de la ya enigmática vía construida cuando el Papa Francisco vino a Santa Cruz - Bolivia.

Los petardos, las voces de los bloqueadores, el empute de la gente, silencios que no quiero callar, mujeres caminando en círculos, maridos que levantan llantas para dar paso al que va en moto o en bici. Una patrulla enciende sus altavoces, suena la sirena, pasan calladitos. La gente entiende o cree entender qué es lo que está pasando. 

Es una cacofonía. Una repetición de eventos, palabras acciones que ya no tienen sincronía en el tiempo. Hace 365 días también estaban trancando la circulación en ese mismo tramo, pero también en el resto de la ciudad y el país. Hoy la vida de las rotondas o puntos de bloqueo está lejos de ser lo mismo, por no decir es hasta incoherente estrangular la posibilidad económica de la gente para que otros, el poder entrante, los escuche o por lo menos los mire de reojo.

No solo es la posibilidad de demostrar otra vez fraude electoral sino también de hacer retroceder las acciones de parlamentarios salientes que aprobaron desmantelar toda posibilidad de que los nuevos diputados y senadores aprueben las leyes o normas por los 2/3, ese artilugio ficticio que tiene la democracia que justifica las decisiones supuestamente justas de un porcentaje de la población votante.

Hoy ya no es 2019, pero la gente piensa que todavía vive en los históricos 21 días de paro del año pasado. Una cacofonía que deambula como un fantasma por la cabeza de la gente. Tal vez todavía no es el tiempo, pero ¿Cuándo es? grita una señora al oído del presidente del Comité Cívico Rómulo Calvo. 

Lo único cierto es que los credenciales ya están otorgados, las invitaciones internacionales para que representantes de otros países vengan a presenciar el juramento a presidente y vicepresidente de Bolivia, es inminente. Aunque no está muerto quien pelea, dice el dicho, todavía la gente mantiene la esperanza de que se compruebe un fraude aún más grande que el del año pasado y se logre suspender la posesión de Lucho y David. 

Al fin de cuentas, al parecer el dicho de que "no hay mal que por bien no venga", seguro lo está aplicando Evo y sus secuaces de camarilla política como J.R Quintana, que están logrando zafarse de un destino en la cárcel y volver a tomar las riendas del poder totalitario en este país.


Fue un grave error confiar la política a los políticos cuando fueron los ciudadanos de corte corriente quienes en la calle devolvieron la tranquilidad a este país. Se la entregaron en bandeja la cabeza del dictador y como a un pajarillo, le abrieron la rejita de la jaula para que despliegue sus alas de buitre y vuelva tras la carroña. El eterno retorno diría Nietzsche.

Cabe recalcar que en tiempos como los que vivimos hoy, todo puede pasar en menos de una actualización del navegador. No hay nada que dure más de 30 segundos frente a la retina de los ojos de los nuevos consumidores de inmediatismos y de eso se van a aprovechar los nuevos poderes del Estado. Gobernará para distraernos permanentemente, para que no gritemos, nos callemos y sigamos postrados mirando nuestro celular buscando una noticia que se repite cada vez que levanto el dedo hacia arriba en la pantalla de mis redes sociales.

El término burbuja social, cada vez más tiene sentido y en ese túnel del tiempo, repetidora de ecos, se encierra el destino fatal de nuestras desesperanzas.

Les advierto, ya no es ni 2019 ni 2020. Ya no estamos en nuestra época.







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