Cuando morir no vale la pena
Cada día gana más la desidia que la voluntad de poder. Hoy, millones de
depresivos cuerpos caminan por las calles. Alentados por un espíritu fugado del
cuerpo, se dejan llevar paso a paso hacia la desesperación.
Hoy ha muerto uno más de la legión de los deprimidos. Personas que sin
saberlo nacieron muertos y dejaron que sus cuerpos rosados pasen a decorar el
ambiente festivo de los cementerios. Aumenta el número de personas que sufren
esta enfermedad. Uno de cada 5 integrantes de la familia está deprimido. La
mayoría no lo sabrá, porque viven el regocijo de la familia feliz que forma
parte de una sociedad infeliz. Todos caemos en el drama fácil, muchos saben
salir raudamente hacia el momento en que se encuentran silbando su desdén con
risas y carcajadas. Otros acompañan esos momentos con risas fingidas, de
violadores y violados.
Se calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. La
depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma
muy importante a la carga mundial general de morbilidad, avisa con un mensaje
claro la Wordl Health Organization. Una triste realidad valga la ironía para
entender este problema por el que atraviesa el mundo. Uno más de tantos.
Ella presionó el gatillo de un revolver que asintió a un balazo atravesar el
muro de su boca y se aloje en su cerebro. Tintineando quedó el rayo de la pólvora
en su iris marchito. Eran las 4 de la tarde cuando la doctora odontóloga de 34
años, de familia conocida, de hermana psicóloga, tendida en el suelo del baño,
del departamento 3 de la casa en alquiler, derramaba su sangre por el piso rojo
de la sala. Acudimos al eterno retorno del sonido de la bala saliendo del cañón
del revólver. Primero pensamos que era una especie de cohete navideño, o carnavaleros,
pero ninguno calzaba en la descripción porque en junio solo se escuchan los
perros ladrar a esa hora.
Mi esposa se deprime cada cierto tiempo, sobre todo cuando llega a fin de
mes y se da cuenta que las cuentas no cuadran ni son redondas, que no alcanza
ni para el suspiro ni para las meriendas
de los chicos. Es una depresión que se atenúa con un chocolate y con la
tristeza que causan las novelas turcas. Ella vive en una depresión fraguada por
mensajes instantáneos en Instagram que la sacan de su estupor, pero la infelicidad
le llega más por lo que no puede tener que por lo que puede querer.
La salud mental en la región se traduce en un ranking casi arcano y
provocador: los 10 países más deprimidos de América Latina. “Colombia es el
octavo país con más gente deprimida en América Latina. La OMS estima que
800.000 personas se suicidan cada año en todo el mundo a causa de este
trastorno mental”. Rezan en los titulares de la Semana, diario digital. La
depresión es un trastorno mental que se caracteriza por un sentimiento
constante de tristeza, pérdida de interés o de placer en la vida. Las personas
que la padecen generalmente sienten que no valen la pena.
Pero cómo decirle a la gente que se intenta suicidar que no vale la pena quitarse
la vida de manera tan trágica: saltando de un puente, disparando directo a la
cara de su cara.
La mentira de la alegría: chile, el país más depresivo del mundo, es
considerado el más feliz de Sudamérica.
Uno de esos informes revoleados a diestra y siniestra por el chauvinismo
cuando un país queda bien ubicado señala que Chile es el país más feliz de
Sudamérica.
El informe irrisorio se publicó en el Día Internacional de la Felicidad y
evalúa la calidad de vida de las personas en un total de 156 países mediante
“una variedad de medidas de bienestar subjetivo”, asegura el documento que se
publica desde hace siete años.
En esta ocasión, se centra en “cómo ha ido cambiando la felicidad en los
últimos 12 años y cómo la tecnología de la información, el gobierno y las
normas sociales influyen en las comunidades”.
Sin embargo, la paradoja chilena viene desde la medición de otra
organización mundial, la OMS. Escriben en malsalvaje.com
En La Paz, Bolivia hay un puente muy conocido desde donde se lanzan los
paceños alegremente hasta la muerte. Su objetivo siempre es cumplido. “Joven se
suicidó en el Puente de las Américas” plasman en un titular una estadística
borrosa. En Santa Cruz de la Sierra, la ciudad calurosa del país se escucha
poco sobre los suicidios. Algunos tienen
temática amorosa, algo así como Romeo y Julieta del Siglo 21.
“La Universidad de Cornell (New York) carga con la tasa de suicidios más
alta de Norteamérica. Edmundo Paz Soldán tiene allí una cátedra y nos explica
el fenómeno, muy desde adentro” leía en la Revista Orsai cuando estaba de moda
leer el blog. Los suicidas, crónica
narrativa. Enmarcaba la narración con tanta precisión que la lectura suave
y armoniosa nos llevaba directo al cuarto frío de Soldán mientras escribía que
tuvo una crisis que lo llevaría en carne propia el deseo de suicidarse.
Yo, en mi batalla contra la depresión, por ser antagonista de ese protagonista
que influye a mucha gente, escribo desde la cordura de mi entusiasmo positivo
de que alguien va a leer esta columna vertebral hecha de palabras que tal vez
sirvan para reconocer a uno o varios engañados por la “depre”, pero por
aquellos a los cuales el alcohol no los lleva a días de resaca depresiva, sino
a aquellos que la sufren desde el vientre de su madre y tardan una vida entera
hasta en suicidarse, a menos que alguien se los diga, que no vale la pena morir
teniendo una vida por delante.
@750palabras