lunes, 6 de enero de 2020

EL SUICIDIO COMO PRIMERA OPCIÓN

Cuando morir no vale la pena

Cada día gana más la desidia que la voluntad de poder. Hoy, millones de depresivos cuerpos caminan por las calles. Alentados por un espíritu fugado del cuerpo, se dejan llevar paso a paso hacia la desesperación.

Hoy ha muerto uno más de la legión de los deprimidos. Personas que sin saberlo nacieron muertos y dejaron que sus cuerpos rosados pasen a decorar el ambiente festivo de los cementerios. Aumenta el número de personas que sufren esta enfermedad. Uno de cada 5 integrantes de la familia está deprimido. La mayoría no lo sabrá, porque viven el regocijo de la familia feliz que forma parte de una sociedad infeliz. Todos caemos en el drama fácil, muchos saben salir raudamente hacia el momento en que se encuentran silbando su desdén con risas y carcajadas. Otros acompañan esos momentos con risas fingidas, de violadores y violados.

Se calcula que afecta a más de 300 millones de personas en el mundo. La depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la carga mundial general de morbilidad, avisa con un mensaje claro la Wordl Health Organization. Una triste realidad valga la ironía para entender este problema por el que atraviesa el mundo. Uno más de tantos.
Ella presionó el gatillo de un revolver que asintió a un balazo atravesar el muro de su boca y se aloje en su cerebro. Tintineando quedó el rayo de la pólvora en su iris marchito. Eran las 4 de la tarde cuando la doctora odontóloga de 34 años, de familia conocida, de hermana psicóloga, tendida en el suelo del baño, del departamento 3 de la casa en alquiler, derramaba su sangre por el piso rojo de la sala. Acudimos al eterno retorno del sonido de la bala saliendo del cañón del revólver. Primero pensamos que era una especie de cohete navideño, o carnavaleros, pero ninguno calzaba en la descripción porque en junio solo se escuchan los perros ladrar a esa hora.

Mi esposa se deprime cada cierto tiempo, sobre todo cuando llega a fin de mes y se da cuenta que las cuentas no cuadran ni son redondas, que no alcanza ni para el suspiro ni  para las meriendas de los chicos. Es una depresión que se atenúa con un chocolate y con la tristeza que causan las novelas turcas. Ella vive en una depresión fraguada por mensajes instantáneos en Instagram que la sacan de su estupor, pero la infelicidad le llega más por lo que no puede tener que por lo que puede querer.

La salud mental en la región se traduce en un ranking casi arcano y provocador: los 10 países más deprimidos de América Latina. “Colombia es el octavo país con más gente deprimida en América Latina. La OMS estima que 800.000 personas se suicidan cada año en todo el mundo a causa de este trastorno mental”. Rezan en los titulares de la Semana, diario digital. La depresión es un trastorno mental que se caracteriza por un sentimiento constante de tristeza, pérdida de interés o de placer en la vida. Las personas que la padecen generalmente sienten que no valen la pena.

Pero cómo decirle a la gente que se intenta suicidar que no vale la pena quitarse la vida de manera tan trágica: saltando de un puente, disparando directo a la cara de su cara.

La mentira de la alegría: chile, el país más depresivo del mundo, es considerado el más feliz de Sudamérica.

Uno de esos informes revoleados a diestra y siniestra por el chauvinismo cuando un país queda bien ubicado señala que Chile es el país más feliz de Sudamérica. 

El informe irrisorio se publicó en el Día Internacional de la Felicidad y evalúa la calidad de vida de las personas en un total de 156 países mediante “una variedad de medidas de bienestar subjetivo”, asegura el documento que se publica desde hace siete años.

En esta ocasión, se centra en “cómo ha ido cambiando la felicidad en los últimos 12 años y cómo la tecnología de la información, el gobierno y las normas sociales influyen en las comunidades”.
Sin embargo, la paradoja chilena viene desde la medición de otra organización mundial, la OMS. Escriben en malsalvaje.com

En La Paz, Bolivia hay un puente muy conocido desde donde se lanzan los paceños alegremente hasta la muerte. Su objetivo siempre es cumplido. “Joven se suicidó en el Puente de las Américas” plasman en un titular una estadística borrosa. En Santa Cruz de la Sierra, la ciudad calurosa del país se escucha poco sobre  los suicidios. Algunos tienen temática amorosa, algo así como Romeo y Julieta del Siglo 21.

“La Universidad de Cornell (New York) carga con la tasa de suicidios más alta de Norteamérica. Edmundo Paz Soldán tiene allí una cátedra y nos explica el fenómeno, muy desde adentro” leía en la Revista Orsai cuando estaba de moda leer el blog. Los suicidas, crónica narrativa. Enmarcaba la narración con tanta precisión que la lectura suave y armoniosa nos llevaba directo al cuarto frío de Soldán mientras escribía que tuvo una crisis que lo llevaría en carne propia el deseo de suicidarse.

Yo, en mi batalla contra la depresión, por ser antagonista de ese protagonista que influye a mucha gente, escribo desde la cordura de mi entusiasmo positivo de que alguien va a leer esta columna vertebral hecha de palabras que tal vez sirvan para reconocer a uno o varios engañados por la “depre”, pero por aquellos a los cuales el alcohol no los lleva a días de resaca depresiva, sino a aquellos que la sufren desde el vientre de su madre y tardan una vida entera hasta en suicidarse, a menos que alguien se los diga, que no vale la pena morir teniendo una vida por delante.  


@750palabras

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domingo, 5 de enero de 2020

EL AÑO DEL BLOG


Inauguro el año tuitero, el mes vloguero, el 2020 de las redes sociales. Hago frente a un diario seco de palabras, a siestas sin sueño, a camas sin sexo, a velos sin caras, a cielos sin versos.

Estamos perdidos en la eternidad sin saber que va a pasar mañana. Estamos tendidos en la estera del infinito sin siquiera mirar que tenemos un segundo de vida para entender que nada pasa en vano.
Hace tiempo traté de contar una historia y no me fijaba ni en los mundos ordinarios y en los especiales, no conocía el camino de regreso porque nunca había salido a caminar. Hoy entiendo perfectamente que es lo que está pasando y sin embargo siento que no pasa nada. Es medio Arjoniano (de Arjona el cantante) el sentimiento, que sin Sabina las frases ya no tienen sentido, que el universo conspira todavía me suena hueco y que las lágrimas se me caen porque mis muertos están en la esquina a punto de dejar este mundo.

Soy lamento y soy alegría, soy tristeza y soy poesía. Son 21 días parado en una rotonda, agarrados de una pitita salvadora. Soy el vecino que grita de alegría cuando el dictador recita su renuncia. Soy alfarero que reside en Cotoca. Guayabero sin guayabas, encendedor en manos de vaipero. Soy corriente de un rio y mar de espacios estrechos en las avenidas. Soy un topo extranjero, un marihuanero de poca monta, un fernetero en decadencia, una sílaba perdida en mil palabras.

No hace falta que escriba algo que tenga sentido cuando los que te leen no tienen el ritmo para leer cosas con sentido. Son Swiperos que pasan los mensajes a menos que uno de ellos tenga un like que lo haga ruborizarse o por lo menos sentirse tentado a creer que era enserio el guiño guiño del teclado.
Anoche reflexioné sobre estos tiempos, somos tan tiempo pasado más que futuro. Somos cartas de tarot tiradas al despecho de las preguntas, soy “cartas de espadas” atravesando el cuerpo de tus verdugos. Soy sospecha, soy mirada.

Retomo con ansias ese desafío de las 750 palabras por día, para adornar mis memorias y refrescar este año nuevo, como el F5 de mi computadora que me lleva a hacer menos control + zeta para corregir mis miedos más intrínsecos, anulando las palabras serias y dejando las más divertidas.
Sé que ya no cuento con más destino que el que me deja en medio de la ruta, que las deudas me tienen pisando las huellas que otros tantos han dejado. Solo la tormenta del deseo va derramando un misterioso asfalto a cada paso dado.

2019 fue un año de lucha, de amarrarse los zapatos y de salir a caminar. De mirar de frente al enemigo, de marcar los días perdidos y ponerlos en la columna de ganados.
Y hoy me siento fundido, a esta ciudad que late y late, como un gran corazón metido en un cuerpo inmenso, henchido de orgullo, satisfecho de su gente, involucrado con sus mentes, irrespetuoso con sus detractores. Hoy todos somos uno cuando nos agreden de repente, nos humillan desde lejos, nos gritan y nos mienten. Sabemos que somos fuertes, enamorados de nuestra gente, sin vergüenza de sentirnos parte ingrediente de este universo llamado ciudadano, vecino, pariente.

No nos habíamos dado cuenta, que de tanto dar vueltas como la hormiguita que se mete en la taza a buscar el azúcar en ese mar negro de tu café; así nos decidimos ser más que metidos en conservar nuestra historia intacta, que nadie lee y nadie debata, eso es otra cosa, pero de que los héroes están ahí, tirados en nuestras rotondas, con el puño levantado y el rostro enardecido, no significa que no haya pasado nada antes de que nosotros los residentes de esta ciudad no hayamos vivido la resistencia.

Somos sangre chiquitana, mezcla de otras sangres, nativas y extranjeras, pero somos más que un vientre pariendo libertad, somos un grito de pubertad. De crecimiento, de alterados frente a los dictadores, de libertarios más que encarcelados por las ideas. Somos un ente tan grande que cuando andamos como las hormigas, trepadas en la cucharilla de la taza de café, no  nos vemos como una amenaza gigante, pero cuando todos nos unimos, aunque sea levantando la mano con la selfie apuntando una protesta, somos invencibles de pura cepa, destructores de caudillos, amasadores de sueños que no se pueden evitar cuando la fuerza nos une.

Gracias por el tiempo  de permitirnos decirnos que somos libres, aunque a veces nos encerremos en nuestro mismo espejismo.