viernes, 22 de febrero de 2019

De Roma a Bird Box




Si lo que buscas es una opinión centrada en un análisis pormenorizado de estas dos piezas audiovisuales, déjame decirte que no estás en el lugar correcto. Porque pienso que esto lo debes hacer desde la primera persona.

Lo que sí puedo hacer es, comentarte cuáles han sido los hits que golpearon  mi visión sobre estas dos películas.

La primera observación que tengo que hacer es la siguiente: La tremenda acción publicitaria que cayó sobre ellas, tanto en Netflix como el “boca en boca”. La segunda es la trayectoria de los que son protagonistas en ambas películas, siendo o no actores de la mismas. Ese viaje recorrido por Alfonso Cuarón y Sandra Bullock dan el espacio suficiente como para que nos tomemos el tiempo de comentar dos expresiones del cine de nuestro tiempo.

Como les comenté, no puedo caer en detalles minuciosos sobre el Arte de las películas pero sí sobre las expresiones que me llamaron mucho la atención negativa y positivamente:

En el caso de Bird Box, que es bueno que lo aclare, no pude terminar de ver. El principio, por ser ficción, logró atraparme, con la sospecha de que el llamado a la aventura iba a ser interesante, pero a mitad de camino, luego de observar fallas garrafales en guión y actuación, decidí por terminar mi experiencia con las vendas puestas.

En primer lugar, el concepto de un suicidio masivo, me parece muy agresivo, aunque sea ficción. El rol de los personajes secundarios: los aliados sobre todo, no tenían consistencia y solo la presencia de “Malkovich Malkovich”, lograba salvar la mala resistencia actoral de las escenas.

En segundo lugar, ¿Qué  necesidad había de complementar las escenas de apocalipsis con escenas de sexo mal introducidas, en un contexto donde la sensación del que mira es de tensión permanente, la eyaculación precoz de una escena forzada frustra al que supuestamente se va a emocionar con la peli. Es un error tremendo creer que el cachondeo se va a  alinear con el momento que atrapa, como es el apocalipsis. Es decir, todos quieren saber cómo es o va a ser el fin del mundo; pero el  sexo apurado de uno de los personajes o dos, no tiene relevancia, porque ni siquiera está en un contexto de climax. No acompaña.
Y en tercer lugar, la presencia de las marcas auspiciadoras pisando cadáveres de los que se auto eliminaron por una visión sin forma, daba terribles sensaciones de experiencia al nivel emocional.  De todas formas. Esta cajita de pájaros a mi parecer, no tienen lo suficiente como para detener a un espectador en su butaca, más tiempo del necesario.

Sin embargo, al otro lado de la calle, Alfonso Cuarón, hace una espectacular presentación de sus memorias mostrándonos su infancia y el rol de su nana en la historia. Con el Arte a flor de piel, esta “cinta”, remueve lo más íntimo de la audiencia, que es la relación con esas personas que rondan en las vidas de otras personas como sirvientes. Personajes que desandan lugares donde andamos sinuosos y ellos apresurados para cumplir una acción esencial en la vida de todos: mantener la casa en orden.

La ilusión del blanco y negro; el objeto y el sujeto; las relaciones sobreexpuestas en transiciones. La cámara como testigo evidente de acciones que brotan de una memoria repreguntada una y otra vez. La historia fluye, aunque pareciera que no sucede nada.

La conexión que logra el artista, Alfonso Cuarón, son definitivamente inexplicables. Cuando el espectador se siente conectado con una escena al que fue llevado con calma y precisión. Desde la música imperceptible, hasta la utilización de verdaderas bandas sonoras actuando en plano secuencia. Una demostración de la utilización de lo simple y sencillo, contrasta con lo moderno de la utilización de la narración de la historia: ese secretismo austero de voces que susurran solo se pudo haber logrado con silencios absolutos. Los aviones que pasaban en los planos detenidos que arrastraban la escena a un movimiento imperceptible.

Lo imposible logrado como algo posible, volver a la memoria y recrearla con tanto detalle. Obviamente que estábamos en la mente de su creador, en su plano subjetivo, en sus emociones e investigaciones recurrentes.

El arte de la mano de Cuarón es una cita ciegas que vale la pena acudir.


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