sábado, 6 de septiembre de 2014

Mi primera firma

Hoy, por primera vez, Lucas puso su firma sobre algo. Ese algo fue su segundo carnet. La cédula de identidad.

Llegamos al Segip, con la esperanza de que el trámite no nos enferme el día. Con el deseo inconmensurable de que la fila no sea tal. Que solo sea un rumor de wasap. Llegamos tarde, porque salimos temprano, hasta que conseguimos un registro civil y nos prestó el servicio de imprimirnos la certificación de nuestro nacimiento por 50 bolivianos.

Luego encontrar una fotocopiadora para dibujar en otra hoja en blanco nuestros datos de fecha, edad y nacimiento. Foto y contrafoto de un ir y venir burocrático.

Munidos de todos nuestros saberes, emocionados por el principio del fin. Detenidos por una obligación de nuestra rutina marsupial, nos dirigimos a la cola del pueblo, al destino de la fila indeseable. Intransigente, que cuenta ciudadano sus pasos, posturas físicas, que mide voluntades y actitudes.

Todo en una forma ordenada de quebrar el sentimiento más profundo de tranquilidad. La voz del policía que guarda la cola y remite la buena conducta a un proceso.

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