lunes, 26 de agosto de 2013

MATANZA EN PALMASOLA: los muertos no tienen nombre

MATANZA EN PALAMASOLA
Los muertos no tienen nombre


@750palabras

La noticia, a las seis de la mañana, ya era preocupante: humo, balazos, palazos, y gritos de dolor y euforia salían de la cárcel de Palmasola, exactamente de Chonchocorito, régimen de máxima seguridad dentro del penal.

El bloque "B" había planificado controlar y quitar el poder a los del bloque "A", cerca de 500 internos, clasificados entre sentenciados y sin sentencia; entre asesinos, violadores, asaltantes a mano armada, violentos, despiadados, despertaron ese viernes para vivir una pesadilla. La antesala del infierno, el corredor de la muerte los esperaba.

Todo estaba planificado, la panadería serviría de cuartel para elaborar la matanza: varias garrafas de gas, cuchillos, machetes, y armas blancas punzo cortantes eran distribuidas entre los reos del bloque "B". Todo se sabía, la declaración de una madre desesperada doce horas después declaraba a los medios que ella había sido advertida  por su hijo (interno dentro del penal) para que le cuide a su hija (nieta de ella) por si algo le pasaba. La lucha por el poder se venía batiendo desde hacía ya mucho tiempo.

Prendieron fuegos a las casetas que estaban en la parte baja del pabellón, abrieron las válvulas de las garrafas de gas y la utilizaron como lanzallamas; crearon la calle de la amargura para "sunchar", machetear y golpear a los que, sin previo aviso, más que el olor a quemado, el estruendo de explosiones, salieran despavoridos del bloque sin saber lo que les esperaba.

Más que un enfrentamiento fue una emboscada, cuentan los que salieron con vida. Uno de los reos que era llevado al hospital con dos heridas de puñal y parte del cuerpo quemado dijo a la prensa: "nos querían matar a todos, nos querían quitar el poder, querían matar a nuestros líderes, pero nunca van a poder porque nosotros estamos con Dios", ante la mirada atónita de los periodistas y la respuesta dada por el malogrado, continúo diciendo mientras lo metían a la ambulancia "Nosotros matamos a dos de esos malditos, los golpeamos con palo hasta que se murieron los desgraciados" ¿y por qué lo mataron?, preguntó uno de los reporteros, a lo que atinó a responder, con la indolencia de su situación: "porque nos querían matar a todos, por eso, en defensa propia".


El campo penitenciario, se había convertido en un campo de batalla, los heridos estaban tirados en el patio enmallado: los quemados temblaban de dolor, los más afortunados solo tenían un corte de machete en la cabeza, los demás tenían en su cara la expresión del horror. Ensangrentados, quemados, olvidados y sin nombres.

Mientras tanto, los familiares de los reos, de los más peligrosos, lloraban afuera del penal, exigiendo saber si sus padres, hermanos, maridos, hijos estaban vivos. Después del mediodía reportaron la muerte de un padre con su pequeño hijo: "Murieron abrazados, calcinados en el bloque A" decía el titular; la gente no lo podía creer; como es costumbre, los internos tienen “derecho” a dormir con sus hijos dentro del penal, a convivir con ellos en régimen abierto, pero no a ser violados y maltratados.

Más de treinta internos quedaron calcinados, los muertos no tienen nombre, no hay manera de identificarlos, no hay manera de revivirlos para preguntarles cuál de ellos tenía el poder total del penal, por qué le querían quitar el mando, que era lo que pasaba allí adentro para que les hayan dado semejante muerte.

"Treintañeros" lo denominan a aquellos que tienen la máxima condena en el penal, no tienen nada que perder, ni siquiera el nombre: "Cindy y treinta treinta serían los responsables", anunciaban por las noticias de último momento en la radio, dos de los reos más peligrosos del lugar.

Hay una lista de muertos sin nombre que solo los familiares quieren saber, porque todavía mantienen la esperanza de que estén vivo, no importa si ha sido un asesino, si la condena que le dieron allí se la merecían, o si por cosas del destino fue a dar a una de las cárceles más peligrosas del mundo sin merecerlo. Es una cuestión del ser humano y sus derechos.

Cuando los muertos no tienen nombre, no significa que no le importa a nadie; porque sí, hay una razón para tener preocupación por ellos, deberían ser menos los que están encerrados en la cárcel de máxima seguridad denominado Palmasola, deberían ser reformados los que entran allí. Ellos (los reos) nacieron con un nombre que cuidar, un número de carné de identidad, una nacionalidad y una responsabilidad.

No se los puede dejar calcinados en el olvido, porque puede suceder, que en la misma cárcel, se borren los nombres otra vez, de personas que aunque hayan hecho de su vida un infierno, pueden tener el derecho a la redención.





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