miércoles, 11 de julio de 2012

FICCION: SECRETO DE ESTADO



 Ella  nacía todas las mañanas vestida de cholita camino al altar. Daba el amor como quien da los mas sentidos pésames a los difuntos y a sus allegados, por  supuesto que no hay excusa para tal seudónimo (…puta…) pero si para tal enfermedad llamada amor, en el montículo del estribillo daba por sentado de que las miradas eran las mismas que pasaban al lado de ella sin pensarlo dos veces. El claustro la había enfermado de  algo que se llama obsesión de  cuartel. El miedo a la calle, el terror a la soledad, la angustia de la debilidad y la razón perpetrada por abusadores pensamientos que no la dejaban parir en ningún lado. El lamento era el siguiente: durante las próximas mil horas,  ella no estaba permitida a mirar hombre  mal sano ni bien comido porque le podía hacer mal a las vírgenes de poca monta. Todo esto pensando de que el más millonario de todos ofrezca más que el más millonario de todos sin chistar y con la alegría de hombre que paga para ser feliz y hacer feliz entre todas las mujeres a la más cara.

Yo le vi la sonrisa llena de dientes de plata y de oro, con su aliento a vino y cigarro de mala calaña, estremecía el  cuarto menguante de la habitación que ciega a los cuerpos entre los cuerpos de la vida.

Yo la había visto antes, entrando a la catedral por la puerta trasera. Cosa inusual porque solo los padres y la gente de buena conciencia entran por ahí. Nadie más sabía sus secretos que el sacerdote de turno que le tocaba en la garita celestial. A partir del mediodía salía volando hacia su casa. Tomaba la línea setenta y uno que esperaba  en las siete calles. Sus piernas siempre fueron sensatas  ya que arreciaban las baldosas de las aceras y daban trancos cada vez más largos. Inusitadas miradas chocaban contra su pelo castaño y largo. Piropos cuales más agresivos caían desde las andamios de los edificios cerca del banco central. Todos se referían a ella de alguna manera u otra. Ahí va la zorra. Ahí va el angelito. Ahí va la mujer de mis sueños. Un día de esos que el sol se la daba por atormentar a todos con sus rayos, un hombre de cuerpo robusto y cálida voz se le acercó y le pidió que la acompañara. Era parte del servicio secreto del ministerio de vigilancia y control social. La querían investigar, pero ella sintió que la querían instigar a que haga algo tormentoso por su país. La llevaron al edificio más cercano de la prefectura y la desnudaron sin decirle  una sola palabra. Ella quedó como al principio sin entender nada. Salía de un confesionario, caminaba por la calle y se dejaba vejar por un desconocido que decía que era del gobierno. No todo estaba perdido, según ella. Ya que esta vez el cargo de conciencia no lo llevaba ella, lo llevaba el gobierno y el supuesto funcionario de Estado.


Después de media hora de hacerle preguntas, una tras otra. Le dijeron que tenía que vestirse porque alguien importante del Estado mayor la quería conocer.

Te hemos vigilado durante mucho tiempo, le dijeron. Sabemos quién eres, de dónde vienes y cuáles son tus propósitos.

Ella quedo atónita ante tanta información que tenían sobre ella. Fecha de nacimiento, padre y madre, número de hermanos, escuelita fiscal donde pasó  los primeros cursos en su infancia, primer novio y último, las materias que sobresalía en el colegio y las que no. El dinero que había ganado los últimos cinco años, bien y mal habidos, y su desfachatado gusto por las minifaldas y los escotes.

En menos de cinco minutos entrará  alguien por esa puerta y tu vida cambiará, le dijo el agente secreto con voz de ángel pero cara de marsupial. Ella pensó que eso ya lo había escuchado antes, en la iglesia, con  la voz de un padre seductor cinco años mayor que ella, que siempre le daba la bendición con la voz temblorosa y que nunca podía mantener sus ojos afuera de su escote voraz.

En el tranquilo minuto que el agente la dejó  sola pensó en quitarse la vida ya  que no valdría la pena vivir ni un segundo mas después de todo lo que le había pasado. Violación, abandono, miseria, hambre, desmedro…pero al abrirse la puerta como si fuera una ilusión y una profecía por cumplir, la del agente, entró  con sigilosos movimiento alguien de alto rango en el espectro político y nacional. Lo reconoció ni bien le estrechó  la mirada y la sobrecogió en sus brazos.
Antes de sentir sus disculpas sintió su aliento a café cocido y hierba mate mezclado con un tufillo a cigarro francés. Ella lo miraba atónita sin entender que pasaba y lo único que pudo decir fue su nombre. El de él.
SEÑOR VICEPRESIDENTE…balbuceo…lo miró de frente y pudo entender de qué era lo que hablaba el agente que la entrevistó, la auscultó y la examinó,  centímetro a centímetro, piel con piel.
No tengas miedo le dijo. Tu estas aquí con un propósito, único y que hará que cambies  tu vida.
De nuevo el  flash back en la mente de la joven secuestrada la llevó  al conventillo donde las confesiones las hacia pecando y arrepintiéndose.

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